El inesperado y poco conocido rasgo que determina nuestra edad biológica más que cualquier otro

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El proceso de envejecimiento se refleja en diversos aspectos de nuestro cuerpo, pero existe un factor poco conocido que puede revelar nuestra edad biológica, siendo la velocidad de crecimiento de las uñas una pista muy valiosa a la hora de medir nuestra salud y el ritmo al que envejecemos.

Y es que a diferencia de la edad cronológica, que simplemente cuenta los años vividos, la edad biológica muestra el estado real de nuestro cuerpo. Esta edad biológica es un indicador clave para conocer la probabilidad de desarrollar ciertas enfermedades y la rapidez con la que el organismo está envejeciendo.

Si una persona tiene una edad biológica menor a la cronológica, significa que su cuerpo está envejeciendo más lentamente, lo que se traduce en una mejor calidad de vida y una mayor longevidad. La velocidad de crecimiento de las uñas es un marcador clave del envejecimiento, ya que a medida que envejecemos el ritmo de crecimiento disminuye en aproximadamente un 50%.

Uno de los indicadores clave para saber si estamos gozando de una buena salud es el tiempo que transcurre cada vez que cortamos nuestras uñas, siendo los periodos cortos un gran indicativo de que gozamos de una buena salud.

Y es que la clave de todo esto reside en que el crecimiento de las uñas depende de una adecuada circulación sanguínea, que proporciona oxígeno y nutrientes esenciales a la matriz ungueal. Con el envejecimiento, la circulación periférica disminuye, especialmente en manos y pies, lo que repercute en una menor velocidad de crecimiento.

Algunas patologías también pueden manifestarse en el estado de nuestras uñas, por lo que debemos estar atentos a cambios en el color o en si tienen facilidad de rotura, si existe enrojecimiento o dolor alrededor de ellas o si sentimos hipersensibilidad en ellas.

Las uñas no solo cumplen una función estética, sino que también proporcionan información valiosa sobre nuestra salud general y el proceso de envejecimiento. Observar su crecimiento y fijarnos en la frecuencia con la que nos las cortamos, puede ayudarnos a saber cuál es el estado de nuestra edad biológica.