¿Por qué me atrae si no le soporto? La psicología tiene una explicación para este fenómeno
Lo hemos visto en multitud ocasiones en la literatura y en el cine: parejas que no se soportan pero no pueden evitar sentirse atraídas. ¿Por qué ocurre esto?
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Nos ha pasado: conocemos a alguien que nos saca de quicio, no soportamos sus comentarios, su actitud nos descoloca y, sin embargo, hay algo ahí. Algo que nos atrae. Y no estamos solas. Este fenómeno, tan contradictorio como común, tiene una base más lógica (y humana) de lo que parece, y la ciencia lo ha estado observando con atención. Según distintos estudios en psicología social y neurociencia afectiva, esa mezcla de rechazo y atracción no es un fallo del sistema emocional, sino una reacción que forma parte de cómo procesamos el deseo, la química y, sí, incluso la frustración.
Cuando alguien nos provoca emociones intensas, aunque sean negativas, nuestro cerebro lo interpreta como una señal potente. Ese “no soporto su forma de hablar, pero no puedo dejar de mirarlo” tiene mucho que ver con la intensidad emocional que esa persona nos genera. En otras palabras, no es tanto lo que dice o hace, sino cómo nos hace sentir. Y lo intenso, a menudo, se confunde con lo atractivo. También interviene un componente psicológico interesante: lo que se conoce como disonancia cognitiva. Es decir, cuando sentimos algo que contradice lo que pensamos. Por ejemplo, “no me cae bien, pero me encanta”. Este choque puede hacer que el interés se incremente, simplemente porque nuestro cerebro está intentando resolver esa tensión interna. Cuanto más conflicto, más atención le prestamos.
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Hay otro factor que no podemos ignorar: el magnetismo de lo prohibido. Aquello que no encaja del todo con lo que creemos que “debería” gustarnos, a veces, nos atrae precisamente por eso. Asimismo, lo inesperado activa zonas del cerebro asociadas al placer, como el sistema de recompensa. Y cuando eso se mezcla con deseo, el resultado puede ser una atracción inexplicable pero poderosa. Además, ciertas personas despiertan en nosotras partes dormidas de nuestra personalidad. Tal vez nos muestran algo que reprimimos o que envidiamos un poco: seguridad extrema, sarcasmo afilado, una actitud que roza lo arrogante. Esa incomodidad puede ser una forma de conexión más profunda, aunque incómoda.
Sentirse atraída por alguien que nos cae mal no es necesariamente negativo, pero sí puede ser un buen momento para mirar hacia adentro. ¿Qué nos está mostrando esta persona de nosotras mismas? ¿Estamos buscando emoción en el conflicto? ¿O quizá estamos confundiendo intensidad con compatibilidad? Al final del día, estos choques emocionales también hablan de nuestras propias capas y contradicciones. Y entenderlos puede ser una forma más honesta —y sana— de vivir nuestros vínculos, incluso los más confusos.
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