Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: “Soltar el control ayuda a ganar presencia emocional”

Una mancha de pintura sobre la mesa puede ser el detonante de una reacción desmedida de un adulto ante un gesto inocente del niño. Esa es la escena que el neuropsicólogo Álvaro Bilbao utiliza en uno de sus últimos vídeos en TikTok para hablar de un tema que va más allá de la simple disciplina doméstica: el impacto del perfeccionismo y la necesidad de control en la salud emocional.

“La preocupación excesiva por las cosas, por el orden, por que todo esté perfecto, no siempre es una virtud”, advierte Bilbao. En sus palabras, este tipo de comportamientos pueden ser indicativos de un estado emocional frágil. “Las personas con buena salud mental se preocupan más por las personas que por los objetos”, resume con claridad.

En su intervención, Bilbao invita a mirar más allá del hábito. Según explica, muchas de estas reacciones automáticas tienen su origen en patrones aprendidos durante la infancia. “Es posible que hayas crecido en un entorno donde el desorden generaba ansiedad y el orden se asociaba con seguridad emocional”, señala.

Educar desde la comprensión, no desde la corrección

Lejos de proponer una crianza permisiva, Álvaro Bilbao defiende un enfoque más empático y consciente. A través de ese ejemplo sencillo —una mancha en la mesa— propone una alternativa: aprovechar esos momentos para enseñar al niño a convivir con el error, a reparar sin culpa y, sobre todo, a sentirse querido sin necesidad de ser perfecto.

“Cuando reaccionas con dureza ante un error sin importancia, el mensaje que el niño recibe es que el objeto importa más que él”, explica. En cambio, si se le acompaña desde la calma, no solo se educa en responsabilidad, sino también en autoestima y resiliencia. “Le estarás enseñando que puede equivocarse, que puede corregirse y que sigue siendo importante para ti”, concluye.

En un contexto social donde la hiperexigencia y el perfeccionismo marcan el ritmo de muchas rutinas, sus palabras ofrecen una pausa necesaria. “Soltar el control —sugiere— no es perder autoridad, sino ganar presencia emocional”.

Más allá de la anécdota, la propuesta de Álvaro Bilbao es clara: revisar los automatismos, cuestionar si ciertas reacciones están realmente justificadas y priorizar el vínculo afectivo por encima de la corrección inmediata. No se trata de renunciar a los límites, sino de redefinir desde dónde se marcan. Como recuerda el neuropsicólogo, “para educar con amor, antes hay que aprender a soltar lo que realmente no importa”.