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¿Cómo son las personas victimistas? Los 4 rasgos que las delatan, según la psicología
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VICTIMISMO CRÓNICO

¿Cómo son las personas victimistas? Los 4 rasgos que las delatan, según la psicología

Este tipo de personas comparten una serie de rasgos, los cuales nos ayudarían a identificarlos

Foto: ¿Cómo son las personas victimistas? (Pexels)
¿Cómo son las personas victimistas? (Pexels)

Todas conocemos a alguien que, pase lo que pase, siempre tiene una historia que contar sobre cómo el universo parece confabular en su contra. No importa si es un atasco, una discusión con su pareja o un mal día en el trabajo: siempre hay una razón externa para su malestar. Estas personas no son simplemente quejicas ocasionales; pueden estar mostrando lo que la psicología llama victimismo crónico. Aunque todos hemos sentido que las cosas se nos ponen cuesta arriba en algún momento, hay quienes se quedan a vivir en ese estado. Lo complicado es que este enfoque de la vida no solo les afecta a ellos, también desgasta a quienes están a su alrededor.

Entre los cuatro rasgos más comunes que definen a estas personas nos encontramos con que nunca se responsabilizan de sus actos. Todo lo malo que les sucede es culpa de los demás —el jefe, la pareja, la familia, el gobierno, el clima… Esta actitud no solo les impide evolucionar, sino que refuerza una visión pasiva ante la vida. Asimismo, buscan constantemente la atención y la compasión debido a que tienen un talento especial para atraer miradas y oídos atentos. Narran sus problemas con un tono dramático, casi como si vivieran en una telenovela emocional perpetua. Pero no buscan soluciones: lo que necesitan es aprobación, consuelo y reafirmación de que, efectivamente, son las grandes perjudicadas. Por otro lado, son personas que se resisten al cambio. Curiosamente, aunque se quejan de todo, no suelen dar pasos reales para cambiar sus circunstancias. ¿Por qué? Porque asumir el control implica esfuerzo y responsabilidad, y eso les obligaría a abandonar su papel protagonista en el drama del sufrimiento. Por último, tienen una visión pesimista del mundo. Su discurso suele estar cargado de frases como “siempre me pasa lo mismo” o “nada me sale bien”. Esta mentalidad negativa perpetúa el círculo vicioso del victimismo, y puede llegar a afectar la salud emocional tanto de quien lo padece como de quienes le rodean.

placeholder Son personas que se regodean en de sus problemas. (Pexels)
Son personas que se regodean en de sus problemas. (Pexels)

Las causas de por qué actúan así pueden ser muy variadas. Desde experiencias de infancia marcadas por la sobreprotección o la falta de validación emocional, hasta patrones de pensamiento aprendidos para llamar la atención o evitar conflictos. En muchos casos, estas personas no son conscientes de que viven atrapadas en un papel que les limita y que las hace sufrir. Pero ojo, también hay una intención: el victimismo crónico puede funcionar como una estrategia para manipular emocionalmente a los demás, creando vínculos de dependencia o culpa. Si convivimos con alguien así, lo más saludable es establecer límites claros. No se trata de invalidar sus emociones, sino de no alimentar un ciclo que a largo plazo perjudica a todos. Por otro lado, si notamos que somos nosotros los que estamos cayendo en este patrón, también sea momento de pararnos a reflexionar.

La vida saludable empieza por la mente. Aprender a detectar estos rasgos —y gestionarlos con conciencia y apoyo profesional si hace falta— puede ser el primer paso hacia relaciones más auténticas y una vida emocional más equilibrada.

Todas conocemos a alguien que, pase lo que pase, siempre tiene una historia que contar sobre cómo el universo parece confabular en su contra. No importa si es un atasco, una discusión con su pareja o un mal día en el trabajo: siempre hay una razón externa para su malestar. Estas personas no son simplemente quejicas ocasionales; pueden estar mostrando lo que la psicología llama victimismo crónico. Aunque todos hemos sentido que las cosas se nos ponen cuesta arriba en algún momento, hay quienes se quedan a vivir en ese estado. Lo complicado es que este enfoque de la vida no solo les afecta a ellos, también desgasta a quienes están a su alrededor.

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