Elizabeth Clapés, psicóloga: "Es evidente que cuando llevas muchos años con alguien vas a acabar enfadándote por muchas cosas"
La convivencia no es fácil. Compartir techo, rutina, silencios, cansancio y días de mal humor con otra persona acaba por sacar a la luz los roces de pareja. La psicóloga explora como aprender a gestionarlos
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La convivencia no es fácil. Compartir techo, rutina, silencios, cansancio y días de mal humor con otra persona acaba, tarde o temprano, sacando a la luz los roces más pequeños. Y Elizabeth Clapés, psicóloga, lo sabe bien. “Cuando estás con alguien veinticuatro horas, siete días a la semana, trescientos sesenta y cinco días al año, es muy difícil que no te molesten muchas cosas de esa persona”, reconoce.
Pero molestarse no es lo mismo que estallar. “Puedes sentir enfado por todas, pero no puedes ir a atacar a otra persona por todas”, aclara. Porque si bien es inevitable que algo te incomode, lo importante es aprender a filtrar antes de reaccionar.
Aprender a elegir tus batallas
Clapés no niega el enfado. Pero invita a darle forma antes de convertirlo en reproche. “Yo te recomiendo que filtres por aquellas por las cuales generas una discusión o haces un comentario”, dice.
Ella misma lo explica con un ejemplo cotidiano: “Hay días que llego a casa y veo la chaqueta sobre la silla, la alfombra de la ducha mojada en el suelo, la toalla mojada sobre la cama”. Situaciones comunes, insignificantes quizás, pero que pueden convertirse en el detonante de una discusión innecesaria.
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En esos momentos, cuenta que “cojo aire y digo: por esto no me voy a enfadar. Hoy no”. A veces cuesta más, pero el criterio se mantiene: guardar la energía emocional para lo que realmente importa.
Eso no significa callar siempre. Clapés deja claro que se puede señalar algo sin convertirlo en una pelea. “Cuelgo en el toallero la toalla que había en la cama, me acerco a mi pareja y le digo: cariño, ¿te has dejado la toalla sobre la cama? Por favor, no te dejes la toalla sobre la cama porque está mojada y humedece la cama”.
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Es una forma de decirlo sin agresividad, sin sarcasmo, sin ironía hiriente. “¿Cuántas veces te crees que yo he dicho esto? En años de relación…”, comenta, dando a entender que no se trata de una queja puntual, sino de una elección consciente y repetida: no alimentar un posible incendio por cada chispa que aparece.
La convivencia no es fácil. Compartir techo, rutina, silencios, cansancio y días de mal humor con otra persona acaba, tarde o temprano, sacando a la luz los roces más pequeños. Y Elizabeth Clapés, psicóloga, lo sabe bien. “Cuando estás con alguien veinticuatro horas, siete días a la semana, trescientos sesenta y cinco días al año, es muy difícil que no te molesten muchas cosas de esa persona”, reconoce.