Hacer sopas de letras es beneficioso, pero este pasatiempo es el que más ayuda a retrasar el Alzheimer a partir de los 65 años, según la Universidad de Chicago
Mantener la mente en forma es clave al llegar a cierta edad, y si bien muchos pasatiempos ayudan, uno en concreto se ha revelado como especialmente eficaz frente al deterioro cognitivo
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Cumplir años no significa resignarse al olvido. Con la edad, es cierto que la mente cambia: puede costar más concentrarse, encontrar palabras o recordar pequeños detalles. Pero también aparece algo valioso que muchas veces se pasa por alto: el tiempo. Y con él, la posibilidad de elegir en qué enfocarse.
Entre todas las opciones disponibles para ejercitar la mente, una destaca por encima del resto según la ciencia: aprender un idioma. Así lo indica un reciente estudio llevado a cabo por la Universidad de Chicago, que analiza los efectos de distintos pasatiempos en adultos mayores y concluye que el aprendizaje de lenguas extranjeras puede ralentizar de forma significativa el avance del Alzheimer y otros tipos de deterioro cognitivo.
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Aprender una lengua: un ejercicio mental completo
A diferencia de juegos como crucigramas o sopas de letras —que activan funciones específicas del cerebro—, estudiar un idioma moviliza múltiples áreas cognitivas a la vez: memoria, atención, procesamiento auditivo, lenguaje verbal y toma de decisiones. Todo ese conjunto convierte este hábito en un verdadero entrenamiento cerebral.
Lo más relevante, según los autores del estudio, es que este tipo de estimulación mental puede retrasar la aparición de síntomas relacionados con enfermedades neurodegenerativas en hasta cuatro años. La razón: obliga al cerebro a adaptarse, a reorganizarse y a crear nuevas conexiones, lo que refuerza su capacidad de resistencia frente al envejecimiento.
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Aunque a menudo se asocia el aprendizaje de idiomas con etapas tempranas de la vida, el estudio subraya que las personas mayores tienen otras fortalezas: más constancia, mejor gestión del tiempo y mayor motivación interna. No buscan aprobar exámenes, sino disfrutar y estimularse, lo que potencia el proceso de forma natural.
Además, aprender una lengua nueva no sólo ayuda a preservar la memoria. También mejora la salud emocional y social, al ofrecer la oportunidad de comunicarse con otros, participar en actividades grupales o incluso redescubrir el placer de viajar con otra mirada.
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No se necesita ambición académica ni objetivos inalcanzables. De hecho, los pequeños avances diarios marcan la diferencia: memorizar algunas palabras nuevas, escuchar canciones en otro idioma, ver películas en versión original o participar en grupos de conversación son algunos tips que funcionan muy bien.
Incluso una escapada puede ser la excusa perfecta para lanzarse: usar el idioma en un entorno real potencia el aprendizaje y refuerza la confianza. A partir de los 65, el tiempo puede ser un gran aliado. Y dedicar parte de él a aprender una lengua es, según la ciencia, una forma tan eficaz como estimulante de cuidar la mente y el bienestar.
Cumplir años no significa resignarse al olvido. Con la edad, es cierto que la mente cambia: puede costar más concentrarse, encontrar palabras o recordar pequeños detalles. Pero también aparece algo valioso que muchas veces se pasa por alto: el tiempo. Y con él, la posibilidad de elegir en qué enfocarse.