El síndrome de la impostora después de los 40: por qué aparece en las mujeres y cómo enfrentarlo para no sabotearnos
La presión social que experimentan muchas mujeres pueden llevarlas a considerar que sus logros son menores que los de los demás o que no están capacitadas para su trabajo
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En la madurez, cuando la experiencia profesional, la sabiduría personal y los logros vitales deberían ser fuente de seguridad, muchas mujeres experimentan un fenómeno que silenciosamente mina su autoestima: el síndrome de la impostora. Especialmente a partir de los 40 años, este patrón psicológico puede intensificarse, generando dudas internas y boicoteando el reconocimiento propio de los éxitos conseguidos.
Según la psicología, este síndrome aparece cuando, a pesar de contar con experiencia y logros objetivos, la mujer siente que no merece sus éxitos y teme ser descubierta como un fraude. Este conflicto interno no tiene relación con la capacidad real, sino con una autoexigencia desmedida y patrones mentales adquiridos a lo largo de los años o dictados por la sociedad.
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Existen varios factores que explican por qué este fenómeno puede intensificarse a partir de los 40. Por un lado, muchas mujeres han atravesado años de conciliación laboral, cuidados familiares y sacrificios personales, lo que puede generar la sensación de no haber alcanzado todo el potencial profesional que imaginaban. Por otro, los cambios sociales, los nuevos desafíos tecnológicos y la competencia intergeneracional pueden alimentar la comparación constante y el miedo a no estar a la altura.
Además, la presión social sobre la imagen, la productividad y el éxito femenino sigue generando un ruido de fondo que favorece estas percepciones distorsionadas. A ello se suma la tendencia cultural a minimizar los logros propios y dar mayor peso a los errores o a la incertidumbre, reforzando el ciclo de inseguridad interna.
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Las mujeres que padecen este síndrome suelen caer en patrones de pensamiento como: quitar mérito a sus logros atribuyéndolo a la suerte o a factores externos, temer ser descubiertas como menos capaces de lo que aparentan, exigirse una perfección constante y evitar nuevos retos por miedo al fracaso o al juicio ajeno.
Superar el síndrome de la impostora no significa eliminar todas las dudas, sino aprender a gestionarlas con una mirada más realista y compasiva. Los expertos en psicología recomiendan varias estrategias: validar los logros con objetividad, normalizar el error al aceptar que equivocarse forma parte del aprendizaje y no define el valor personal, hablar del tema con otras mujeres, ya que permite poner perspectiva y recibir herramientas específicas, y sustituir la autocrítica por frases de validación y reconocimiento propio.
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Las mujeres que logran identificar el síndrome de la impostora a tiempo son capaces de dar un giro liberador a su trayectoria, reconociendo su valor desde la experiencia y no desde el miedo. Abrazar la madurez emocional, la experiencia acumulada y la autonomía personal permite desmontar los antiguos esquemas de autoexigencia y abrir la puerta a un bienestar psicológico mucho más sólido.
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