Sara Marin Berbell, doctora: "Comer rápido puede ser peligroso y además engorda. Estos son los tips para tener una buena digestión"
Comer deprisa puede parecer inofensivo, pero afecta tanto a la digestión como al control del apetito. Una médica advierte sobre sus efectos y ofrece pautas para comer mejor
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Comer deprisa es uno de esos hábitos normalizados por el ritmo de vida actual. Las agendas apretadas, la costumbre de comer frente al ordenador o el móvil y la falta de tiempo han hecho que sentarse con calma a la mesa sea una excepción más que una regla. Sin embargo, esta práctica aparentemente inocente puede estar teniendo consecuencias serias para la salud digestiva y el equilibrio nutricional.
La doctora Sara Marin Berbell ha explicado en un vídeo difundido en redes sociales por qué comer con demasiada rapidez no solo puede provocar molestias inmediatas, como inflamación o dolor abdominal, sino que también está directamente relacionado con el aumento de peso. Según detalla, al ingerir los alimentos con prisa se introduce más aire en el estómago, lo que favorece la aparición de gases y malestar.
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Además, señala que el proceso de saciedad está mediado por un mecanismo neurológico que conecta el estómago con el cerebro a través del nervio vago. A medida que el estómago se va llenando, se produce una señal que viaja hasta el cerebro indicando que es momento de dejar de comer. Sin embargo, ese mensaje no es inmediato: puede tardar entre quince y veinte minutos en completarse. Comer deprisa, por tanto, impide que el cerebro reciba a tiempo la señal de saciedad, lo que lleva a ingerir más cantidad de comida de la necesaria.
La doctora lo resume con una frase tan gráfica como directa: “Si te zampas la comida a toda velocidad, el cerebro todavía no sabe nada y sigue comiendo hasta que pum, el estómago explota”. Esta forma de describir el problema pone de manifiesto cómo un hábito cotidiano puede convertirse, con el tiempo, en una fuente de desequilibrio digestivo y metabólico.
En la misma publicación, Marin Berbell aporta también algunos consejos útiles para favorecer una buena digestión. Recomienda, por ejemplo, comer en pequeñas cantidades para facilitar el vaciado gástrico y evitar el reflujo, esperar al menos diez minutos antes de acostarse tras las comidas (y, si se hace, hacerlo con la cabecera elevada), y espaciar las comidas entre cuatro y seis horas, dejando un descanso nocturno de unas doce horas.
También aconseja masticar cada bocado entre veinte y treinta veces, beber agua entre bocado y bocado, reducir distracciones —especialmente el uso del móvil durante las comidas— y revisar el consumo de alimentos ricos en FODMAPs, un tipo de azúcares fermentables que pueden generar gases en personas sensibles.
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Una conclusión evidente tras su explicación es la importancia de dar al cuerpo el tiempo necesario para reconocer la saciedad. Comer con calma, sin prisas, puede ser clave para evitar molestias digestivas y ayudar a mantener un equilibrio saludable.
Y, como siempre, ante cualquier síntoma persistente o duda relacionada con la alimentación, lo más adecuado es consultar con un profesional sanitario que pueda ofrecer un diagnóstico y orientación personalizada.
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