Cuando intentamos ocultar la verdad, el cuerpo a veces se convierte en nuestro peor aliado. Aunque dominemos el discurso, hay gestos que, sin darnos cuenta, pueden revelar más de lo que queremos. Uno de ellos, según varios expertos en psicología, es tan automático que se vuelve casi imposible de controlar: tocarse la cara, en especial la nariz o la boca.
Este pequeño movimiento, aparentemente inofensivo, es una de las señales más comunes que los psicólogos han identificado como indicio de que una persona no está siendo del todo sincera. ¿Por qué ocurre? La explicación se encuentra en cómo responde nuestro sistema nervioso al estrés que genera mentir. Al hacerlo, el cuerpo libera adrenalina, lo que incrementa la frecuencia cardíaca y puede provocar una leve picazón o molestia en la piel. Así, sin querer, nos tocamos la cara para calmar esa incomodidad, un gesto que forma parte de un lenguaje no verbal que a menudo traiciona nuestras intenciones. No se trata solo de tocarse la cara, sino de otros indicios como desviar la mirada, pestañear más de lo habitual o carraspear constantemente. Lo interesante es que estos gestos suelen ser automáticos y surgen incluso en personas entrenadas para mentir.
Si en una conversación se toca la cara puede ser una señal de que está mintiendo. (iStock)
El interés por entender el lenguaje corporal ha aumentado, no solo por curiosidad, sino como una herramienta para mejorar las relaciones personales y profesionales. Detectar una mentira a tiempo puede marcar la diferencia en una conversación importante, una negociación laboral o incluso una relación sentimental. Eso sí, los expertos advierten que no se debe juzgar a alguien solo por un gesto aislado. Tocar la cara no siempre significa que se está mintiendo; puede deberse al nerviosismo, a una alergia o simplemente a un hábito inconsciente. Lo recomendable es observar varios comportamientos a la vez y, sobre todo, prestar atención al contexto.
La psicología del engaño sigue despertando interés porque, más allá de identificar al mentiroso, nos ayuda a entender mejor cómo nos comunicamos. Y, como bien señala la ciencia, aunque las palabras se pueden elegir, el cuerpo casi siempre dice la verdad.
Cuando intentamos ocultar la verdad, el cuerpo a veces se convierte en nuestro peor aliado. Aunque dominemos el discurso, hay gestos que, sin darnos cuenta, pueden revelar más de lo que queremos. Uno de ellos, según varios expertos en psicología, es tan automático que se vuelve casi imposible de controlar: tocarse la cara, en especial la nariz o la boca.