Sonia Díaz Rois, experta en coaching: "El bienestar emocional no consiste en estar bien siempre, sino en saber qué hacer cuando no lo estás"
Volver a la rutina no siempre significa recuperar el equilibrio, si no que hay que tener una mirada distinta sobre esas emociones que emergen cuando septiembre desordena la calma
Cada septiembre ocurre lo mismo. La vuelta de las vacaciones nos enfrenta a la avalancha de correos, las reuniones que se multiplican y la rutina que de golpe recupera todo su peso. Lo que parecía calma en verano se transforma en irritación, tensión y, muchas veces, en discusiones que podrían haberse evitado. Para Sonia Díaz Rois, coach y mentora especializada en gestión de la ira, “el enfado crece en septiembre, y cuando la calma del verano se acaba, la paciencia también”.
La experta lo explica con sencillez. Durante el verano la mayoría disfruta de más tiempo libre y menos obligaciones, por lo que resulta fácil sostener un ritmo pausado. El problema llega cuando tratamos de prolongar esa serenidad en la rutina laboral y familiar. “Ni vas a tener el mismo tiempo para ti, ni vas a poder seguir el ritmo del verano, ni vas a quedarte en la cama si tu cuerpo lo pide”, advierte.
Reprimir el enfado puede afectar a nuestra autoestima. (Pexels)
Callar hasta explotar
En su experiencia, lo que deteriora las relaciones no es enfadarse, sino acumular molestias en silencio hasta que estallan por cualquier detalle. “Explotas por una tontería, pero lo que sale en realidad es toda la retahíla de cosas acumuladas. El problema no es el enfado. El problema es no saber qué hacer con él”, señala.
Las cifras acompañan a su análisis. Según el Instituto Nacional de Estadística, los divorcios crecieron en España un 8,2 % en 2024 respecto al año anterior y casi la mitad de las separaciones se concentran entre septiembre y octubre. Un reflejo claro de cómo la falta de gestión emocional impacta de lleno en la vida personal.
Gestionar discusiones de pareja. (Pexels/cottonbro studio)
Escuchar en vez de silenciar
A diferencia de los consejos clásicos de contar hasta diez, Díaz Rois propone algo distinto, prestar atención al mensaje que trae esa emoción. “Si el enfado pudiera hablar, diría que no quiero que me calmes, quiero que me escuches y me entiendas. Cuando lo escuchas, ya no necesita gritar”. Para ella, el enfado no es un enemigo, sino una señal que bien atendida puede mejorar la comunicación y la convivencia.
Cada septiembre ocurre lo mismo. La vuelta de las vacaciones nos enfrenta a la avalancha de correos, las reuniones que se multiplican y la rutina que de golpe recupera todo su peso. Lo que parecía calma en verano se transforma en irritación, tensión y, muchas veces, en discusiones que podrían haberse evitado. Para Sonia Díaz Rois, coach y mentora especializada en gestión de la ira, “el enfado crece en septiembre, y cuando la calma del verano se acaba, la paciencia también”.