Zygmunt Bauman, filósofo, sobre la crisis de los 40: “Les paraliza el miedo de que las cosas ya no sean como antes"

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Zygmunt Bauman fue, hasta su fallecimiento a los 91 años, una de las voces más influyentes de la sociología contemporánea. Su pensamiento se convirtió en un fenómeno global, trascendiendo las aulas universitarias para llegar a debates internacionales, conferencias multitudinarias e incluso festivales de música y cultura alternativa donde jóvenes de todo el mundo lo escuchaban hablar sobre los dilemas del siglo XXI. Su carisma intelectual y su capacidad para describir con precisión la complejidad del mundo moderno lo convirtieron en una figura admirada tanto por académicos como por el público general.

El pensador polaco-británico fue quien acuñó algunos de los conceptos más emblemáticos de la sociología moderna: “modernidad líquida”, “sociedad líquida” y “amor líquido”. Con ellos describía la fragilidad de las estructuras sociales contemporáneas, donde lo que antes era sólido —un empleo estable, un matrimonio duradero o una identidad definida— se ha disuelto en un entorno cambiante, efímero y muchas veces incierto. Para Bauman, vivimos en un mundo donde todo se transforma constantemente, donde nada parece durar, y donde la búsqueda de seguridad se convierte en un esfuerzo casi imposible.

En una de sus reflexiones más recordadas, Bauman hablaba sobre un fenómeno que ilustra bien esta inseguridad moderna: la crisis de los 40. “Les paraliza el miedo de que las cosas ya no sean como antes. Y lo que más miedo les causa es tener una identidad aferrada a ellos. Un traje que no te puedes quitar”, señalaba el sociólogo. Con estas palabras, explicaba cómo, en una era donde el cambio constante se ha convertido en norma, la idea de estabilidad o de permanencia puede resultar angustiante. Muchos adultos, al alcanzar la madurez, sienten temor ante la posibilidad de quedar “anclados”, de no poder reinventarse o de perder las oportunidades que el tiempo y la sociedad parecen exigir aprovechar.

Bauman veía en esta “angustia del cambio” el reflejo de una condición más profunda: la naturaleza líquida de la modernidad. Vivimos, decía, en un tiempo veloz, donde todo —desde las relaciones personales hasta la manera en que nos vemos a nosotros mismos— puede transformarse en cuestión de segundos. “Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes”, explicaba. Esta sensación de transitoriedad, añadía, afecta no solo a nuestras decisiones laborales o emocionales, sino también a la percepción que tenemos de nuestra propia identidad.

El filósofo advertía que esta flexibilidad permanente, promovida incluso desde los gobiernos y las empresas, tiene un coste psicológico y social. “Ser flexible significa que no estés comprometido con nada para siempre, sino listo para cambiar la sintonía, la mente, en cualquier momento en el que sea requerido. Esto crea una situación líquida”, afirmaba. Para Bauman, el individuo moderno se asemeja a un líquido en un vaso: basta un ligero movimiento para cambiar completamente de forma. Esa inestabilidad constante puede parecer sinónimo de libertad, pero también genera una sensación de vacío, de falta de raíces y de pertenencia.

El resultado de esta “vida líquida” es una nueva forma de precariedad emocional y social. Bauman subrayaba que el “precariado”, término que antaño se asociaba a los vagabundos o a los sintecho, se ha extendido a amplias capas de la clase media. “Menos el 1% que está arriba del todo, nadie puede sentirse hoy seguro”, aseguraba. En la sociedad actual, incluso quienes parecen tenerlo todo pueden perder sus logros sin previo aviso.