Esta es la frecuencia con la que deberías lavar tus toallas, según una bióloga

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Aunque parezcan limpias después de cada ducha, tus toallas podrían estar acumulando mucho más que humedad. Restos de piel muerta, aceites naturales y microorganismos encuentran en ellas el entorno perfecto para proliferar, especialmente cuando se guardan en baños poco ventilados. Así lo advierte una bióloga experta en higiene doméstica, que recuerda que estos textiles, tan cotidianos como indispensables, pueden convertirse en un foco invisible de bacterias si no se lavan con la frecuencia adecuada.

Según la especialista, las toallas deben lavarse cada dos o tres usos, o al menos una vez por semana si su empleo es más esporádico. La razón es simple: al absorber la humedad del cuerpo, las fibras quedan húmedas durante horas, lo que crea el hábitat ideal para la multiplicación de gérmenes y hongos.

A esto se suma que los baños suelen ser espacios cálidos y poco ventilados, lo que agrava el problema y puede derivar en malos olores, irritaciones cutáneas o infecciones leves si no se mantiene una correcta higiene textil.

La bióloga insiste en que la temperatura de lavado también es clave. “El agua caliente, a más de 60 °C, es fundamental para una limpieza profunda”, señala. A esa temperatura se eliminan eficazmente las bacterias y se desprenden los residuos corporales que los detergentes por sí solos no logran eliminar. Además, recomienda evitar el uso excesivo de suavizante, ya que puede dejar una capa que atrapa la humedad y dificulta el secado completo del tejido.

Otro consejo es dejar que las toallas se sequen completamente entre uso y uso. Lo ideal es colgarlas extendidas en un lugar ventilado y, si es posible, al sol. También es preferible tener varias toallas en rotación para garantizar que cada una tenga tiempo suficiente para secarse antes de volver a usarse.

Más allá del aspecto estético, la limpieza de las toallas es una cuestión de salud. Mantener una rutina de lavado adecuada ayuda a proteger la piel, prevenir irritaciones y evitar la propagación de microorganismos. En definitiva, ese gesto rutinario de envolvernos tras la ducha merece un poco más de atención: una toalla limpia no solo seca, también cuida tu piel y tu bienestar.