Diez años sin Corín Tellado: afortunada en los libros, desgraciada en el amor
La autora asturiana sigue siendo una de las más vendidas en lengua castellana. Pese a escribir sobre el amor, no tuvo fortuna a la hora de buscarlo ella misma
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"Yo nunca he dicho: te amo". Resulta paradójico que esta frase la pronunciase la más prolífica escritora de novelas rosa de la literatura española; una Amanda Gris que no sufría por amor como la así llamada protagonista de 'La flor de mi secreto', de Almodóvar. Este jueves se cumplen diez años desde la muerte de Corín Tellado y, más allá de sus romances escritos, poco se puede decir de los reales.
Más de 4.000 novelas, algunas de ellas publicadas con periodicidad semanal, son la prueba de su ingenio. Una capacidad para crear que mantuvo hasta los 82 años en que murió. Nacida con el nombre de María del Socorro Tellado López conoció al único (y fugaz) amor de su vida en 1958. Por entonces pasaba el verano en Gijón, ciudad cercana a su lugar de origen (Viavélez). A sus 32 años ya había publicado unas cuantas novelas con éxito. Sin esperarlo, Domingo Egusquizaga, delegado comercial de una compañía, se convirtió en su novio. Un año más tarde, con los Picos de Europa como grandes testigos, pasaron por el altar.
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Algo empezó a ir mal apenas unas semanas después de darse el 'sí, quiero'. Tal y como recogió 'El País' en su obituario, la propia Corín había explicado las causas del mal. "Yo quise mucho a mi marido. Era guapo y buena persona, pero era un fastidio. No era un hombre malo, pero su carácter era fastidioso, reñía, era un cascarrabias", había confesado la autora en la última década de su vida. No se puede decir que no intentaran arreglar aquellos encontronazos, ya que tuvieron dos hijos: Begoña y Domingo. Harta de poner tiritas en una herida cada vez más grande, Corín se quedó con sus hijos y decidió separarse en 1962. Tal y como le confesó al periodista Manuel Román, por entonces no era fácil irse a vivir con otro hombre. Y menos aún estando casada. "La soledad deseada es la buena", añadió.
Como madre y como trabajadora de las letras, su decisión coincidió con un momento muy complicado. A su fracaso sentimental se unió un contrato leonino con la editorial Bruguera en los primeros 60. Cansada de dar más de lo que recibía, Corín firmó con otra editorial, Rollán, en 1964. Bruguera contraatacó denunciándola y la justicia la condenó a pagarles 365 millones de pesetas y a trabajar para ellos hasta 1990. Una cadena perpetua de la que la escritora se libró cuando la editorial quebró en los 80 y pudo recuperar los derechos de sus libros.
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Mientras tenía lugar todo este galimatías, Tellado no dejó de recibir cartas de admiradores. Algunos lectores le preguntaban por su vida amorosa y también le sugerían ideas para muchos de sus libros. "Esas cartas que me mandaban contándome sus penas algunos comunicantes no las tenía en cuenta. ¿Para qué, si lo que a mí me sobró siempre fue imaginación?", le contó a Román. Con ideas o sin ellas, era la escritora más leída en lengua castellana, midiéndose cara a cara con el mismísimo Cervantes. Su proceder a la hora de escribir la ayudó a serlo. No hubo día que no se levantase a las cinco. Minutos después, se encerraba en su despacho acompañada de una cajetilla de cigarrillos mentolados, según contó el periodista Javier Cuartas.
Tras años y años de éxitos, el amor por Domingo, que no duró ni un lustro, ya quedaba lejos en su memoria. En algunas entrevistas, sin embargo, dejó ver cierto poso de amargura respecto a este tema. Como la canción de Julio Iglesias, en alguna ocasión resumió su existencia con una declaración contundente: "Me olvidé de vivir". Una gran paradoja: la gran escritora del amor se había olvidado de vivirlo en primera persona.
"Yo nunca he dicho: te amo". Resulta paradójico que esta frase la pronunciase la más prolífica escritora de novelas rosa de la literatura española; una Amanda Gris que no sufría por amor como la así llamada protagonista de 'La flor de mi secreto', de Almodóvar. Este jueves se cumplen diez años desde la muerte de Corín Tellado y, más allá de sus romances escritos, poco se puede decir de los reales.