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El capital riesgo, nuevo dueño de la moda
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El capital riesgo, nuevo dueño de la moda

El lujo y el glamour hace tiempo que cambiaron París o Milán por Wall Street y por las compañías de capital riesgo, empresas que sanean interesantes

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El capital riesgo, nuevo dueño de la moda

El lujo y el glamour hace tiempo que cambiaron París o Milán por Wall Street y por las compañías de capital riesgo, empresas que sanean interesantes negocios en crisis para luego venderlos al mejor postor. El último en apuntarse a esta tendencia es el empresario portugués Américo Amorim, que acaba de adquirir el 25% del capital de Tom Ford, empresa en la que compartirá accionariado con el propio diseñador y con el ex presidente de Gucci, Domenico de Sole, según informa este lunes el rotativo portugués Diario Económico.

La incursión del conocido como ‘rey del corcho’ (es el mayor productor mundial de esta materia prima) en el mundo del lujo es un pequeño paso si se compara con la frenética actividad compradora de algunas compañías en el sector de la moda. La firma Permira es de las que se lleva la palma y el armario. Este fondo es propietario de importantes compañías como Valentino, Hugo Boss, ropa Marlboro o Missoni. Pero en España también ha hecho negocios, ya que compró Cortefiel hace unos años junto a CVC y PAI.

Pero en nuestro país hay más tiendas que han caído en manos del capital riego. Coronel Tapiocca, donde trabaja Isabel Sartorius, o los zapatos Jimmy Choo son de Gala Capital, propiedad de Jaime Bergel. Juan Abelló se compró hace unos años Hackett, una oda a la moda británica. Anteriormente estaba en poder de Compagnie Fiancière Richemont, que en los últimos veinte años se ha hecho con Cartier, Dunhill, Van Cleef & Arpels, Montblanc o Chloé a golpe de talonario.

Poco a poco, la moda ha perdido su antiguo romanticismo, ahora convertido en números, balances, cuentas y resultados. El mundo del lujo ha cambiado, así como la propiedad de las clásicas maisons. Y es que ahora son cuatro los que dominan el mercado entre grandes grupos especializados en lujo, empresas especuladoras de capital riesgo y alguna que otra familia que, con mucho esfuerzo, logra mantener su emporio generación tras generación. Valentino no es de Valentino, hacía tiempo que Yves Saint Laurent no controlaba los números de sus diseños y Carolina Herrera no da un paso sin consultar con Puig. No es oro todo lo que reluce.

La concentración de las empresas, la crisis económica y la caída de las ventas de productos de alta costura han sido algunas de las causas por las que las compañías de haute couture ya no están en manos de sus antiguos dueños. Muchos pusieron el cartel de ‘se vende’ al no poder hacer frente a los costes aunque, de alguna manera, siguen ligados a sus antiguos sueños. Hay dos grandes empresas que han comprado casi todo, tanto divisiones de ropa como las muy rentables fragancias.

El 'gurú' del lujo

A día de hoy, Bernard Arnault es el gurú del lujo. Es el propietario de LVMH y su complejo entramado empresarial. Sólo hace falta darse una vuelta por los Campos Elíseos o la zona de los grandes bulevares de París para comprobar la inmensidad de su imperio. Y es que controla firmas como Loewe, Kenzo, Givenchy, Marc Jacobs, Fendi, Donna Karan o Dior, todas ellas presentes en las grandes pasarelas del mundo. A ello hay que sumar varias firmas de relojes como TAG Heuer, divisiones de perfumes como Guerlain o grandes marcas de champán. Pero no hay que olvidar a su firma más representativa, Louis Vuitton, cabeza visible de un grupo que se amplía día a día.

Si hay un imperio capaz de hacer sombra a LVMH es Pinault-Printemps-Redoute (PPR). Este grupo, dirigido por François-Henri Pinault, ex prometido de Salma Hayek, comenzó en la década de los 60 exportando e importando madera, pero poco a poco fue comprando empresas y dirigiendo el negocio hacia otras áreas empresariales. Y así, entró en el capital de varios emporios que al final incluyo en su listado. Así, dispone de marcas como Gucci, Yves Saint Laurent, Balenciaga, Alexander McQueen, Stella McCartney o Puma, todos ellas de primer orden y con resultados aceptables. Pero también cuenta con otros negocios como la Fnac o las Galerías Laffayete, sinónimo del lujo parisino con unos precios de infarto para un turista medio.

Pero todavía quedan algunas empresas de corte familiar en el concurrido mundo de la moda, aunque algunas de ellas han atravesado serias dificultades. Prada, Bulgari, Versace o Hermes han pasado de generación en generación sin cambiar de manos. Curioso es el caso de Chanel. Creada por la carismática Coco a principios de siglo, está en manos de los hermanos Wertheimer, en la lista de los más ricos del mundo. Su padre se asoció con la modista para lanzar su línea de perfumes y, tras muchas peleas y desacuerdos, acabó quedándose con la empresa. Y es que las gotitas de Chanel Nº 5 siguen manteniendo intacto un glamour convertido en números.

El lujo y el glamour hace tiempo que cambiaron París o Milán por Wall Street y por las compañías de capital riesgo, empresas que sanean interesantes negocios en crisis para luego venderlos al mejor postor. El último en apuntarse a esta tendencia es el empresario portugués Américo Amorim, que acaba de adquirir el 25% del capital de Tom Ford, empresa en la que compartirá accionariado con el propio diseñador y con el ex presidente de Gucci, Domenico de Sole, según informa este lunes el rotativo portugués Diario Económico.