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Cerveza y turrón de chocolate: siete razones para un maridaje que parecía imposible
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Cerveza y turrón de chocolate: siete razones para un maridaje que parecía imposible

El turrón de chocolate y la cerveza parecían condenados a ignorarse por puro conflicto de intereses tal vez. Pero el pastelero Enric Rovira ha conseguido unirlos por fin.

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¿Qué habría dicho el Willy Wonka de Roald Dahl (o el de Tim Burton)? ¿Lo habría elaborado en su “fábrica de chocolate” para un público más adulto con la impagable ayuda de los Oompas Loompas? ¿Y la “farmacéutica” (Juliette Binoche) de la película “Chocolat”, de Lasse Hallström? ¿Se lo habría recetado a alguno de sus atribulados clientes en aquella pequeña y mágica tienda de cine? El chocolate y la cerveza parecían condenados a ignorarse por puro conflicto de intereses tal vez. A seguir amargándose la vida, felizmente eso sí. El uno, tan indiano y precolombino, venido de ultramar. La otra, tan alemana y medieval, fermentada en el Viejo Continente.

Enric Rovira. Foto: ©MarcVergesHasta que llegó el maestro chocolatero catalán Enric Rovira, hijo de pasteleros con obrador propio desde 1993, y los unió, si no para siempre, sí al menos por Navidad para la edición especial de Estrella Damm Inedit 2013. Para lograr esa hazañaha creado un turrón de chocolate especial, elaboradocon malta de cebada y piel de naranja(ambos ingredientes de Estrella Damm Inedit). No están acostumbrados a estar juntos pero cuando lo hacen, les va especialmente bien. Te decimos cuáles son los secretos de su felicidad, con la ayuda del chef. Esta es la historia de la cerveza y el turrón de chocolate.

1. Más atípico que imposible. Para Enric Rovira, autor de delicatessen de colección y catálogo como las Bombolas, el Planetarium o los bombones Imagine, no se trata de un maridaje imposible sino “atípico”. Dice: “Tenemos por costumbre maridar el chocolate con vinos, destilados, té..., así que podríamos decir que hacerlo con cerveza es una pequeña innovación”.

2. Un trago no tan amargo. Para lograr ese maridaje hay que empezar, según Rovira, por reconsiderar la amargura, “ya que tanto la cerveza como el chocolate pueden tener esta característica, y por lo tanto, entrar en conflicto”. ¿Solución? “Hemos preparado una receta de chocolate negro con un cacao suave, con un amargor muy controlado”.

3. Ni frío ni calor. “No hay que olvidar -recuerda el chef- que el chocolate funde a una temperatura muy similar a nuestro cuerpo, que es precisamente lo que nos da mayor placer, por la sensación táctil, pero también porque, de esta manera, desprende todo su aroma”. Hasta aquí el calor. Pero llega el frío y… esta vez también hay que abrigarse: “Si lo acompañamos con una bebida fría como la cerveza puede dificultarnos la fusión. Por ello, le hemos añadido una pequeña proporción de praliné de almendras para hacerlo algo más sedoso y sensible”.

4. “Acervezando” el chocolate. Si fuera Cervantes, hablaríamos de la “quijotización” de Sancho (o al contrario). Aquí, el chocolate se vuelve cerveza, a su manera y hasta cierto punto. Secreto de obrador: “Hemos incorporado la misma cebada malteada que se utiliza para la fabricación de la Inedit y piel de naranja para ajustar el chocolate al perfil organoléptico de la cerveza, y así lograr la buena afinidad”.

5. La aventura de mezclar. Para Enric Rovira, que ha entrado en la historia contemporánea del chocolate con sus piezas de laboratorio casi escénico, este maridaje “era un tema pendiente”: “Hace unos años -cuenta-, me embarqué en la aventura de hacer maridajes de chocolate con vinos y destilados, y a partir de esta experiencia, siempre pensé que la buena cerveza podía ser otro buen aliado”.

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Pack de 2 botellas de Inedit de 75 cl. acompañadas del turrón especial de Enric Rovira (11,50 €). En tiendas gourmet especializadas.

6. Una “cerveza gastronómica”. La que está en juego es una cerveza 100% camaleónica. La Estrella Damm Inedit, bautizada como “gastronómica” por nacer en los fogones, tiene la rara virtud de adaptarse a la amplia gama de sabores de la cocina. Vino al mundo en 2008 tras un año y medio de colaboración entre los maestros cerveceros de Damm, el chef Ferrán Adrià y el equipo de sumilleres de El Bulli, ayer restaurante, hoy fundación. Alumbraron “un coupage de malta de cebada y trigo, aromatizado con cilantro, piel de naranja y regaliz”.

7. Punto y final. Enric Rovira propone tomar la cerveza y el turrón como “dulce final”, después de las copiosas comidas navideñas. O por la tarde como merienda. Las recomendaciones de servicio de Inedit son: catar la cerveza en copa de vino blanco tipo riedel, mantenerla en cubitera y servirla entre 5 y 7 grados para realzar su frescor, sin olvidar que si sube la temperatura crecen los matices.

¿Qué habría dicho el Willy Wonka de Roald Dahl (o el de Tim Burton)? ¿Lo habría elaborado en su “fábrica de chocolate” para un público más adulto con la impagable ayuda de los Oompas Loompas? ¿Y la “farmacéutica” (Juliette Binoche) de la película “Chocolat”, de Lasse Hallström? ¿Se lo habría recetado a alguno de sus atribulados clientes en aquella pequeña y mágica tienda de cine? El chocolate y la cerveza parecían condenados a ignorarse por puro conflicto de intereses tal vez. A seguir amargándose la vida, felizmente eso sí. El uno, tan indiano y precolombino, venido de ultramar. La otra, tan alemana y medieval, fermentada en el Viejo Continente.