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La boda de Irene y Pablo: tradición, una gran familia y un vestido de novia para cuatro looks arrolladores
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La boda de Irene y Pablo: tradición, una gran familia y un vestido de novia para cuatro looks arrolladores

Barcelona acogió el día más importante en las vidas de Irene y Pablo. Un emotivo enlace celebrado al aire libre en el que la novia y su cautivador estilo se convirtieron en el centro de atención de todas las miradas. Adéntrate en su boda

Gracias a una corazonada, los caminos de los catalanes Irene Comella y Pablo de Villanueva se cruzaron hace siete años. Mientras Irene estudiaba la carrera de Periodismo en la Universidad de Navarra (Pamplona) y Pablo hacía un grado en Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Barcelona, ambos coincidieron en un retiro espiritual durante un fin de semana en octubre de 2017. “Inicialmente, no iba a ir, pero recuerdo apuntarme en el último momento porque sentí una corazonada y, sin darme ni cuenta, el viernes estaba cogiendo un tren a Barcelona para asistir”, relata Irene.

En Effetá, un retiro para jóvenes católicos que se extiende por diferentes ciudades de España, comenzó la historia de amor de Irene y Pablo. “Ese retiro marcó el inicio de más de cinco años de noviazgo hasta el ‘sí, quiero”, detalla la novia. Un noviazgo que vivieron con ilusión, pero a distancia, entre Pamplona y Barcelona, hasta que llegaron a un punto común. “Entre trenes y aviones, por fin conseguimos asentarnos en la misma ciudad: Madrid”, relata.

La petición de mano llegó una Navidad para sorpresa de la novia: “El 5 de enero de 2023, la noche de Reyes, Pablo le echó valor y me lo pidió. Sucedió en un paseo nocturno en una playa de la Costa Brava, el lugar donde hemos vivido los momentos más especiales juntos. Además, el Ampurdán en invierno es nuestro lugar y momento favorito del año. Acertó. ¡Y menudo regalo de Reyes!”.

placeholder Pablo preparándose en casa el día de la boda con un total look de Hackett
Pablo preparándose en casa el día de la boda con un total look de Hackett

Con su compromiso matrimonial oficial y público, los novios comenzaron a planificar y organizar su boda. No estarían solos; a su lado, dos grandes familias. Ambos provienen de familias numerosas: Irene, de 27 años, tiene siete hermanos, y Pablo, de 26 años, tres. “El hecho de casarme con Pablo delante de Dios y compartirlo con todos nuestros seres queridos fue el mayor chute de amor que hemos recibido nunca. Sin lugar a dudas, fue el día más feliz de nuestras vidas”, recuerda la experta en comunicación.

Para contraer matrimonio, la pareja volvió a su ciudad natal. Con Barcelona como epicentro de las celebraciones, solo quedaba escoger fecha y lugar. Marcaron el 11 de noviembre de 2023 en sus agendas. La ceremonia religiosa, en la iglesia de San Vicente de Sarriá, un templo de estilo neoclásico ubicado en el distrito de Sarriá-San Gervasio. Y tanto el convite como la fiesta posterior, en la Masia Rosàs, una casa señorial del siglo XV enclavada en el municipio de Sant Cugat del Vallès.

"Casarme con Pablo ante Dios y compartirlo con nuestras familias fue un chute de amor"

Mucho antes, cada uno tenía que decidir por separado qué estilismo llevaría para darse el ‘sí, quiero’. Pablo encontró la respuesta en Hackett, la firma ‘british’ y clásica que viste a cientos de hombres para sus bodas. De su colección de sastrería, el financiero escogió un chaqué tradicional conformado por una levita gris oscuro, un chaleco de lino en blanco roto con botonadura cruzada, pantalón formal con estampado a rayas, camisa azul cielo y corbata con print geométrico. Para completar su atuendo, un pañuelo en el bolsillo de la chaqueta y zapatos Oxford con cordones.

Irene, por su parte, llamó a la puerta del taller de Marta Martí. Catalana, como la novia, la diseñadora fundó su marca hace ya una década y desde entonces ha vestido a novias e invitadas con una moda femenina y muy especial. Apostando por el ‘slow fashion’, una moda sostenible donde la pasión por la artesanía, la confección, la producción local y los detalles son parte de su ADN, Martí ha logrado un hueco en el mundo nupcial. “Llevo siguiendo a Marta Martí desde hace tiempo con pura admiración. Las expectativas eran altas, pero cuando fui a visitar su atelier, todo fue a mejor. Cogieron mi estilo y mis ideas al vuelo, pronto se dieron cuenta de que quería un look de novia diferente”.

placeholder La puesta a punto de Irene y su vestido de novia de Marta Martí
La puesta a punto de Irene y su vestido de novia de Marta Martí

La periodista se plantó en el taller de Marta Martí con tres premisas: “Lo mío era el cuello halter, era muy probable que ni me probara un velo y quería llevar un sombrero. Las tres profecías se cumplieron. Lo demás fue fluyendo de la mano de la creadora”.

Irene se visualizaba más con un atuendo de invitada que con un look nupcial tradicional. Sus referentes de novias iban desde “las lentejuelas de la prescriptora francesa Camille Charrière y la influencer portuguesa Mafalda Patricio, los looks campestres de las virales Alejandra Català y Cayetana de Azúa, las plumas de la modelo Brynn Jones… Admito que me marcaron muchas novias, pero ninguna clásica, y mi carrete estaba lleno de estilismos de invitada y otros de pasarela. En capas, cuellos halter y lentejuelas, Marta es insuperable; sus colecciones fueron mi primera gran inspiración y lo que me llevó a ella. Ella me ayudó a dar forma a todas las ideas, a adecuarlas a mí, y yo me encargué de darles algunos giros con los complementos”.

Un proceso que Irene vivió junto a su madre, Sandra; su suegra, Carmina, y su mejor amiga, la diseñadora Lauri Núñez -“fueron tres consejeras clave”-, y que se extendió durante los meses previos al enlace. “En una de las primeras pruebas, me enfundé en un vestido de cuello halter que Marta tenía en el atelier con el que me sentí muy cómoda, elegante y limpia, y fuimos definiendo el resto. Los fruncidos y la altura del cuello, los acabados invisibles sin botones, la espalda abierta y los cortes en pico geométricos. Pequeños detalles sutiles que, a mi parecer, marcan el verdadero estilo de una novia”.

placeholder El vestido de novia y la capa de Irene, al detalle
El vestido de novia y la capa de Irene, al detalle

Cuando el vestido de novia de la periodista catalana estaba definido y su confección en camino, pasaron a la segunda prenda del look, la capa. “Quería darle un giro al traje con dos armas: un contraste de texturas y un mix de estilos”.

Los primeros esbozos en el taller de Marta Martí apuntaron a un abrigo, una pieza que finalmente desecharon a favor de la capa. “Empezamos ideando un abrigo con mangas abullonadas, pero, después de varias idas y venidas, Marta me ofreció trabajar una tela de flecos en forma de capa. Cuando me pusieron por encima el retal, lo vi claro. La tela era perfecta para una boda de otoño-invierno, el vuelo de los flecos dibujados en formas geométricas evocaba a las plumas y, en general, tenía ese punto bohemio y desenfadado que buscaba”, explica Irene. Una tela con presencia y cuerpo, una tela protagonista, para una capa con un patrón depurado: “Decidimos darle el mínimo trato a la capa, con cierres invisibles y cortes simples que potenciaban el vuelo y la feminidad. Cuando me probé mi vestido con cuello halter y la capa, por primera vez, me visualicé siendo novia de verdad”.

En palabras de Marta Martí, Irene llevó “un vestido base confeccionado en gasa georgette, de escote halter con cuello y espalda abierta en transparencia. Encima, una larga capa en jacquard geométrico de flecos”. Un outfit de novia diferente para una novia única.

"Cuando me probé mi vestido con la capa, me visualicé siendo una novia de verdad"

La catalana no se conformó y siguió sumando potencia con un repertorio de accesorios arrolladores. Un total de siete piezas que Irene fue introduciendo y cambiando en función de cada momento durante la boda, y así, sin desprenderse de su vestido de novia, presumir de cuatro looks diferentes.

Como joyas, para la ceremonia religiosa, “llevé unos pendientes clásicos con una historia muy especial, regalo de mi gran amiga Elena y creación del joyero Alfonso Martí. También el anillo de aires vintage de la joyería Soler Cabot que me regalaron mis suegros por la pedida. Y, por supuesto, la alianza catalana, creación de Ernest Oriol, que me regaló Pablo en la pedida de mano”.

En el apartado de los complementos, había uno en concreto que Irene escogió mucho antes incluso de tener el vestido: “Al principio buscaba un sombrero de ala ancha, pero encontré en Raceu Hats uno de ala elevada tipo cowboy. Me conquistó por sus detalles florales y, gracias al precedente que sentó Minia Marcos, una novia viralísima, me atreví con él y decidí llevarlo durante el aperitivo”.

Dos pares, unos salones clásicos acabados en punta con cierre de pulsera en los tobillos y tacón para la ceremonia religiosa de Un Paso Más y unos botines dorados de Mint & Rose “muy cañeros para bailar toda la noche”. Para ese momento, Irene tenía preparados otros pendientes, con flores, en tamaño XXL y con strass de Fahoma Madrid, y a la sustituta de la capa, una chaqueta tipo bomber bordada con lentejuelas blancas de Zara.

Atrevida y diferente de arriba a abajo, la periodista no renunció al ramo, eso sí, tenía que ir en consonancia con el resto de su estética. “No me encajaban los ramos flores al uso y aposté por un ramo verde desordenado. Había pensado en muchos detalles de la boda, pero hubo tres que se me pasaron por completo: la cinta del ramo, la medalla de la Virgen y llevar algo azul. Un día antes de la boda, mi amiga Rocío me sorprendió con una cinta de terciopelo azul que me trajo desde Galicia y mi cuñada Bea me regaló una medalla de la Virgen Milagrosa. Ambos adornos terminaron en el ramo. Lo mejor es que no se habían puesto de acuerdo. Un pequeño milagro”.

El día había llegado. Irene y Pablo estaban a unas horas de convertirse en matrimonio. Para la puesta a punto, la novia regresó a la casa de sus padres: “Ahí es donde he crecido. Estuve acompañada por mis padres, Ignacio y Sandra, mis siete hermanos, mis cuñados y sobrinos”. Del maquillaje y el peinado de Irene se encargó Erika Avià junto a su hermana, “encantadoras y muy profesionales. Consiguieron un look natural y un efecto glow que me duró toda la noche”.

placeholder La ceremonia religiosa que unió a Irene y Pablo en matrimonio
La ceremonia religiosa que unió a Irene y Pablo en matrimonio

Tocaba cumplir con otra tradición catalana: el ‘vers del padrí’, o lo que traducido al castellano significa el verso del padrino. “Javier y Juan, los dos hermanos de Pablo, ejercieron de padrinos. Me trajeron el ramo de novia y me leyeron un poema en casa, una bonita tradición nupcial catalana. Fue un instante emocionante, ¡de lágrima!”. Instantes después, los padrinos, el padre de la novia y la protagonista de esta boda pusieron rumbo a la iglesia. Pablo y todos sus invitados les estaban esperando.

Con los sentimientos a flor de piel, Ignacio e Irene, padre e hija, llegaron a las inmediaciones de la iglesia de San Vicente de Sarriá, decorada con un semiarco vegetal de Flors Bertran creado por Carmina Baygual Interiorismo, la empresa encargada de toda la decoración del enlace. Juntos y del brazo, iniciaron el paseíllo hasta el altar, precedidos de un cortejo de pequeños pajes, los sobrinos de los novios. “Nunca olvidaré el momento de entrar a la iglesia con mi padre y su abrazo con Pablo. Fue muy emocionante, y ellos saben por qué”, confiesa la periodista.

placeholder Irene y Pablo recién casados
Irene y Pablo recién casados

Con sus voces y cánticos, Cor Tessàlia puso la banda sonora a la ceremonia religiosa: “Consiguieron hacernos vibrar y vivir mejor la misa”. En ese momento, a Irene le invadió una sensación de plenitud: “Sentí que estábamos Dios, Pablo y yo en una burbuja y, por supuesto, arropados de amor”.

Irene y Pablo ya eran marido y mujer. Para celebrarlo, los recién casados y sus invitados se trasladaron a la Masia Rosàs, el lugar elegido para el convite y la fiesta. Aperitivo al aire libre, música para amenizar y un nivel de felicidad desbordante, todo en un entorno cuidado al milímetro. “En lo que respecta la decoración floral y el menaje, Carmina Baygual Interiorismo fue la gran protagonista. Con verdes, candelabros y una mezcla de cristalería, entre otros elementos, supo diseñar espacios únicos y sacar partido a cada rincón, convirtiéndolo en bohemio y elegante a la vez. Luego, Elisa de Flors Bertran y Nuovi Piatti se encargaron de ejecutar la magia”.

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Banquete

Discursos, regalos, sorpresas -“nuestros hermanos y amigos nos asombraron con un baile de canciones míticas y nos reímos mucho”-, entrega de ramos… y directos a la fiesta, no sin antes Irene seguir transformando su imagen nupcial, añadiendo nuevos complementos y soltándose (literalmente) la melena.

Para abrir el baile, el clásico vals y una anécdota: “Salió del revés, pero fue entrañable y me encantó haberlo hecho. Un momento en el que dar protagonismo también a nuestros padres, nuestros mayores referentes”. Después, Irene y Pablo bailaron juntos ‘Married Life’, una canción que forma parte de la banda sonora de la película ‘Up’.

Tanto ellos como sus íntimos no querían que la fiesta, con EN’A DJS a los platos, ni el día acabasen. “Lo dieron todo y nosotros con ellos, hasta el final. Hubo un grupito que perdió el autobús y nos quedamos con ellos cantando a pleno pulmón y bailando en la calle”, recuerda la catalana.

Echando la mirada atrás, reconoce que “la realidad supera a la imaginación con creces. Sin lugar a dudas, fue el día más feliz de nuestras vidas”. Para crear recuerdos eternos, el equipo de Olea Photo y Las Bodas de Juanita inmortalizaron con un reportaje fotográfico y un vídeo su boda.

Lo mejor en la vida de Irene y Pablo está por venir. Como consejo para futuras novias, “que se paren a respirar de vez en cuando y que lo importante es casarse bien, lo demás se da por añadidura”, sentencia la novia.

Gracias a una corazonada, los caminos de los catalanes Irene Comella y Pablo de Villanueva se cruzaron hace siete años. Mientras Irene estudiaba la carrera de Periodismo en la Universidad de Navarra (Pamplona) y Pablo hacía un grado en Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Barcelona, ambos coincidieron en un retiro espiritual durante un fin de semana en octubre de 2017. “Inicialmente, no iba a ir, pero recuerdo apuntarme en el último momento porque sentí una corazonada y, sin darme ni cuenta, el viernes estaba cogiendo un tren a Barcelona para asistir”, relata Irene.

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