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No comer durante medio día, la solución al 'jet lag'
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No comer durante medio día, la solución al 'jet lag'

Mantenerse sin comer antes de un viaje largo podría ayudar a prevenir el llamado jet lag. Esto es lo que afirma un grupo de investigadores de

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No comer durante medio día, la solución al 'jet lag'

Mantenerse sin comer antes de un viaje largo podría ayudar a prevenir el llamado jet lag. Esto es lo que afirma un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard, que cuenta cómo alterando los horarios de comidas podemos engañar a nuestro cuerpo para no sufrir los efectos del desfase horario al realizar vuelos largos.

Según explica en doctor Clifford Saper, de la escuela de medicina de la universidad estadounidense, el llamado reloj circadiano del cerebro controla los horarios de sueño y de alimentación, sin embargo, existe otro reloj, que se encarga de regular esos puntos cuando el alimento escasea.

Manipular este segundo reloj ayudaría a ‘engañar’ a nuestro cuerpo y no padecer los efectos de jet lag, y por tanto, a ajustarse mejor a los nuevos husos horarios. Dice Saper que "un período de ayuno sin ningún alimento por unas 16 horas es suficiente para encender este nuevo reloj", algo que puede resultar útil si tenemos en cuenta que hay vuelos por ejemplo desde España a Sudamérica o a Estados Unidos que duran más de ocho horas.

El estudio partió de investigaciones que el equipo de Saper inició tras observar que los animales, cuando la comida escasea, son capaces de modificar su reloj biológico para lograr más facilidades a la hora de conseguir alimento. Las investigaciones se realizaron con ratones a los que se les proporcionó alimento a las horas a las que solían dormir, con lo que los animales modificaron sus horarios de forma que se crearon unos nuevos patrones de tareas, algo que según dice el investigador, se construye en el cerebro, “el problema es que nadie sabía como funcionaba”

El equipo se planteó entonces descubrir como funcionaba exactamente este mecanismo. Para ello, usó a un grupo de ratones que había modificado genéticamente para que carecieran del gen BMAL1, el encargado de regular el reloj biológico. Para lograrlo, colocaron este gen en la cubierta de un virus vaciada, que actuó como vector para administrar el gen solamente a las células cerebrales que ellos estaban interesados en estudiar.

Cuando lo colocaron en una pequeña región del hipotálamo conocida como núcleo supraquiasmático, que sirve como el primer reloj del cuerpo, los roedores se ajustaron a un esquema a partir de la luz para caminar y dormir, pero no para comer, incluso llegaban al punto de que "Si no se los despertaba dejaban de comer hasta morir".

No obstante, cuando se les restauró el gen en una sección del hipotálamo llamada núcleo dorsomedial, que ayuda a organizar los esquemas de caminata y alimentación, los ratones se adaptaron al cronograma alimentario, pero no a la luz del día. Saper afirma que cuando los alimentos escasean, este segundo reloj biológico, que se encuentran en todos los mamíferos, incluidos los seres humanos, puede desactivar el primero.

Aunque aún no se ha probado que alterar los horarios de comidas antes de un viaje largo funcione en las personas, valdría la pena intentarlo, dice el autor, que cuenta que "yo ciertamente voy a hacerlo la próxima vez que vaya a Japón", un viaje que bien vale el intento, teniendo en cuenta que son once horas desde Estados Unidos.

Mantenerse sin comer antes de un viaje largo podría ayudar a prevenir el llamado jet lag. Esto es lo que afirma un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard, que cuenta cómo alterando los horarios de comidas podemos engañar a nuestro cuerpo para no sufrir los efectos del desfase horario al realizar vuelos largos.