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¡Las labores de la abuela también son cool! El petit point se moderniza
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¡Las labores de la abuela también son cool! El petit point se moderniza

No solo se ha vuelto glamouroso, inspirado en las playas de Malibú, sino que reaparece en escena como la gran terapia antiestrés. Y quien dice petit point dice punto, croché o macramé

Foto: El petit point se ha vuelto playero. (Foto: We are Knitters)
El petit point se ha vuelto playero. (Foto: We are Knitters)

Vamos a volver a los viejos lugares de antes y a las labores de la abuela que, después de todo, como ocurre con las cosas de comer, es lo que más nos gusta. Hay que reconocer que no hay nada como un buen jersey, poncho, bufanda o cárdigan hecho a mano y que el punto bobo o el de arroz tienen la virtud de encandilarnos, lo mismo que un buen batido de frutas o un zumo de naranja recién exprimido. Y quien dice punto, dice macramé, croché, costura o petit point. Se trata de coser (o similar) y cantar. Es encantador, bucólico, todo un señor revival y además terapéutico. No se puede pedir más.

1. Echando lo puntos. Así es como se empieza a tejer, aunque ahora vamos con el petit point, esa obra de ingeniera doméstica de tanta raigambre familiar a la que también le ha llegado la hora (de modernizarse). El glamour se ha adueñado de tal manera de este invento que ya hasta se inspira en las playas de California, los helados, las palmeras y el surf para volverse veraniego como el que más y nada nada viejuno. Ha sido We are Knitters quien se ha sacado de la manga este nuevo petit point urbanita, reinventando, dicen, la técnica del bordado tradicional y subiéndose, tal y como viene a cuento, a la cresta de la ola.

2. El antiestrés que no te abandona. El petit point se está poniendo de moda, lo mismo que le ha pasado al macramé, acogido calurosamente por el frío del minimalismo, y ya no solo porque estéticamente se haya salido del terreno que llevaba abonando durante décadas desde allí, en el fondo del cestillo o del baúl, sino porque de repente ha emergido en nuestro escenario -esta y otras labores, no ya 'sus labores', sino las de todos- como una eficaz terapia antiestrés, glorificada incluso por celebridades made in NY como Sarah Jessica Parker e incluso por varones tan varones como Ryan Gosling o Russell Crowe.

Realmente Gladiator transmutándose en Penélope, teje y desteje, ya es lo más. Desde We are Knitters nos lo confirman: "Tejer relaja, ayuda a concentrarse y desarrolla nuestra imaginación”. Y hay más, porque también aumenta nuestra autoestima "al ver un buen trabajo hecho por nosotros mismos".

3. Pasatiempo sin rival. El petit point de verano que proponemos para esta primavera es, no hay duda, una manera de viajar a las playas de Malibú y alrededores, dándole al hilo y la aguja, relajadamente, sin prisa pero sin pausa, hasta llegar a destino. Es decir, hacer cojines, almohadones o lo que se te ocurra para decorar tu dulce hogar. El kit de We are Knitters, como suele suceder, lleva el patrón, los hilos, la aguja y el bastidor, que sujeta la tela, y se vende a un precio de 59 euros. Si te sientes Teseo en el laberinto, Ariadna con su hilo (léase vídeos a gogó y consejos por doquier; esta web es una comunidad de frikis del tejer) aparecerá. Te olvidarás de esa última app; no tiene rival como pasatiempo.

4. Petit point no es punto de cruz. Para ponerse manos a la obra con el primero necesitaremos un bastidor cuadrado, lo cual evita, nos chivan desde We…, que "la tela se arrugue y pierda su tirantez". Es el camino para lograr el ansiado acabado perfecto. Además, el petit point consiste en puntos dibujados en diagonal y muy pequeños para que “el dibujo final quede tupido”. En cambio, en el punto de cruz lo que se va trazando son muchas de estas (cruces). Y con lo uno y con lo otro y lo de más allá se pueden hacer virguerías.

5. Un garito textil. Si además de kits, tutoriales, manuales de instrucciones y consejos de madres, tías y abuelas cercanas, lo que necesitas es más amor (por la labor bien hecha), lo mejor es ir a una knitting party en toda regla o sumarte a la parroquia de un garito textil del estilo de Blackoveja, en la calle Sagasta número 7 de Madrid, apuntarte a un taller, que puede ser de punto, ganchillo, patchwork o costura, que es el que viene ahora. Todo ello rodeado de telas, ovillos y materiales varios para dar rienda suelta a la pasión, que será vicio, por las labores de toda la vida. Una confirmación en la fe en el DIY (háztelo tú mismo).

6. Tejedores zurdos y costureras disléxicas. En Blackoveja se definen así. Como adjetivo: "Oveja negra, persona o cosa diferente a la manada". Y como sustantivo: "Tienda y taller de crafts para manos laboriosas y mentes jóvenes". Más datos sobre el particular: aquí se cultiva el cuquismo (o bonitismo), tal cual, y se hace una llamada en especial a "tejedores zurdos y diestros, costureras disléxicas, zurcidores primorosos, bordadores impenitentes, adictas a Pinterest y ganchillistas de la pista". De hecho, el taller que prometíamos es de costura de nivel 'cero patatero', para aprender a coser recto, remallar y poner una cremallera con la máquina de coser. Lo básico. Cuándo: el próximo 8 de abril de 11 a 14 h. Precio: 55 euros.

7. Los miércoles del tricot. En Barcelona tampoco se para de recuperar y poner al día las técnicas del pasado, "aportando -dicen desde Duduá- una visión más contemporánea”. Y en estas están con los miércoles del tricot y otras actividades tramadas en la calle Diluvi 5 del barrio de Gràcia, caso del Festivalet, una feria independiente de artesanía y diseño, o los talleres nómadas, viajes en toda regla para aprender técnicas artesanales de otros países.

El próximo será a Marrakech del 24 al 28 de mayo. En cuanto a los talleres, hay de todo. El que viene a continuación va de cestería para forrar una botella, tal y como era costumbre a finales de los sesenta en Francia, una técnica que se emplea también, y está de moda, para hacer lámparas o sillas. Lo imparte Casa Atlántica. Cuándo: el viernes 7 de abril, de 16:30 a 20:30 h. Precio: 58 euros.

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Vamos a volver a los viejos lugares de antes y a las labores de la abuela que, después de todo, como ocurre con las cosas de comer, es lo que más nos gusta. Hay que reconocer que no hay nada como un buen jersey, poncho, bufanda o cárdigan hecho a mano y que el punto bobo o el de arroz tienen la virtud de encandilarnos, lo mismo que un buen batido de frutas o un zumo de naranja recién exprimido. Y quien dice punto, dice macramé, croché, costura o petit point. Se trata de coser (o similar) y cantar. Es encantador, bucólico, todo un señor revival y además terapéutico. No se puede pedir más.

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