HA FALLECIDO A LOS 98 AÑOS
Muere Betty, la madre de Isabel Preysler: una vida entre la tragedia y el 'glamour'
Desde la muerte de su marido Carlos en 1992, Betty Arrastia vivió a caballo entre Madrid y Manila hasta que la edad le impidió viajar tan a menudo
Beba, como la llamaban cariñosamente sus nietos, vivía volcada en su fe -su hermana Mercedes es embajadora de Filipinas en la Santa Sede- y en su familia.
Carlos Preysler y Beatriz Arrastia Reinares formaban un matrimonio idílico de la alta sociedad filipina. Él era gerente de las Líneas Aéreas Filipinas y delegado del Banco Español de Crédito en Manila. Beatriz, procedente de un linaje riojano establecido en Filipinas con extensas plantaciones de arroz y azúcar, se dedicaba a negocios inmobiliarios, aunque su ocupación fundamental eran los seis hijos que tuvo el matrimonio: Victoria, Enrique, Isabel, Carlos y los mellizos Joaquín y Beatriz.
Haciendo honor a sus antepasados riojanos, solía pasar los veranos en la pequeña localidad riojana de Cihuri, la zona de donde salió su abuelo Fernando Reinares para luchar en la guerra de Filipinas en 1899. La familia conserva allí un imponente caserón donde la matriarca de los Preysler recibía a sus nietos y biznietos y jugaba con ellos a “maratones de cartas”. Son ellos precisamente, sus nietos, los que la sacaron del anonimato y la llevaron a la televisión.
Arrastia tuvo que ver cómo en los últimos años desaparecían dos de sus hijos. Un tercero lo había perdido en los años 70. Y hace cuatro años, quien fue un hijo para ella, Miguel Boyer.
Una vida marcada por la tragedia
El primer luto lo llevó por su hijo Enrique, fallecido a los 25 años. Ricky, como era conocido en familia, fue hallado muerto en un hotel de Hong Kong al inhalar monóxido de carbono accidentalmente por la mala combustión de una estufa. Aquello fue muy doloroso para toda la familia, porque se trataba del miembro más carismático del clan. Isabel Preysler le puso Enrique a su segundo hijo en honor a su hermano.
Son contadas las ocasiones que Isabel ha hablado de Ricky, sin embargo. Lo hizo en Vanitatis, en 2014, cuando algunas informaciones señalaron que había fallecido víctima de las drogas. "Jamás bebió alcohol. De hecho, sus amigos le conocían como Tomato, porque era esta su bebida favorita. Y, por supuesto, jamás consumió drogas. Me llevaba estupendamente con él, por eso sé que no se drogaba. Y me llevo maravillosamente bien con su hija Joanna, a la que llamo casi a diario, aunque algunos aseguren lo contrario".
Los siguientes padecimientos de Betty vendrían a cuenta de Carlos. "Algunos desalmados vendían drogas a las puertas de los colegios", ha dicho la propia Isabel sobre cómo empezó su hermano en el mundo de las drogas siendo apenas un adolescente. Cuando este contaba con 16 años, Betty y su marido se enteraron de que Carlos era un adicto, "pero ya era demasiado tarde". Carlos Preysler llevó una vida muy diferente de la de su hermana Isabel. Estuvo en una cárcel de Manila cinco años por un delito de estafa y murió también prematuramente en abril de 2013. Su madre no pudo despedirse de él. Le descubrieron un tumor en el hígado para el que le dieron tres meses de vida. Murió apenas cinco días después.
“Mi hermano murió en su casa, rodeado de los suyos, de su mujer e hijas, que le querían a pesar del daño que les había hecho. Estaba enganchado a las drogas. Hay una generación perdida en aquel país por esta cuestión. Yo por suerte me libré, porque me casé a los 20 años y me fui. Mi hermano Carlos, sin embargo, que era menor, cayó. Mis padres se percataron cuando tenía 16 años de que estaba metido hasta las cejas. No llevaba mucho tiempo en ese mundo, pero ya era demasiado tarde", relató Preysler sobre el periplo de su hermano Carlos.
Betty se empeñó en ir a verlo cuando le diagnosticaron el cáncer. "Mientras organizábamos un posible viaje con una de mis tías, que es embajadora en Roma, nos llegó la triste noticia de su fallecimiento. Fue un fallo de diagnóstico; los tres meses de vida que le dieron en un primer momento se quedaron reducidos a cinco días". La madre no pudo despedirse de él.
Alertados por el peligro que podían suponer las drogas para sus hijos, Betty y su esposo decidieron enviar a España a Isabel y a su hermana Beatriz. La pequeña de los Preysler Arrastia hizo también parte de su vida en España. Se casó con el jugador de polo Luis Castillejo, con el que tuvo dos hijos, y se convirtió en el hombro imprescindible para su hermana Isabel. Por eso cuando le fue diagnosticado un cáncer de pulmón, toda la familia hizo piña en torno a ella.