Felipe VI y Letizia se preparan para recibir al sultán de Omán: los secretos de cómo se organiza una visita de Estado en España
Esta próxima semana, don Felipe y doña Letizia recibirán al sultán de Omán en una cita histórica que marcará el regreso de las visitas de Estado tras dos años de pausa
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Las visitas de Estado son, sin lugar a dudas, las más altas expresiones del protocolo diplomático. Conllevan pompa, boato y mucha etiqueta. Y no es para menos: son visitas entre jefes de Estado en las que se despliega todo el ceremonial disponible. El recibimiento con honores militares, la cena de gala en el Palacio Real, los encuentros con las principales autoridades del país y las actividades culturales y económicas componen un engranaje perfectamente medido.
Esta próxima semana, don Felipe y doña Letizia quienes ejerzan de anfitriones del sultán de Omán, Haitham bin Tariq, que llegará a Madrid acompañado de una amplia delegación. Será la primera vez que el jefe del Estado omaní pise suelo español desde su proclamación en 2020, y la expectación es máxima, sobre todo porque han pasado ya dos años desde que España recibió su última visita de Estado, un lapso de tiempo nada habitual, pues en el pasado solían ser más asiduas.
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Las visitas de Estado están coordinadas por el Ministerio de Asuntos Exteriores, a través de su Dirección General de Protocolo, Cancillería y Órdenes, aunque Casa Real, Moncloa y otras instituciones también intervienen en la organización.
Desde que don Felipe accedió al trono, se ha gestado una pequeña revolución tanto estética como simbólica en el protocolo de las visitas de Estado. Consciente de la importancia de la imagen y la solemnidad en estos encuentros, el Rey decidió en 2017 trasladar el escenario de las ceremonias de bienvenida, que tradicionalmente tenían lugar en el Palacio de El Pardo, al Palacio Real de Madrid.
El recibimiento cuenta con un desfile de la Guardia de Honor, a caballo, llamada la Escuadra de Gastadores. También suelen desfilar el Escuadrón de Escolta Real, la Sección de Motos y la Batería Real. Tras un breve encuentro con los Reyes, los invitados cumplen con una agenda independiente y no se encuentran de nuevo hasta la cena de gala, que empieza a las 20:30 horas. Primero se reúnen los mandatarios en una sala y después se pasa al Salón del Trono para un largo besamanos, antes de que cada uno ocupe su puesto en el comedor de gala.
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Desde el reinado de Felipe V, durante el ágape, se apuesta por un repertorio musical más moderno, donde se interpretan adaptaciones de piezas de Pablo Alborán y otros cantantes contemporáneos. El menú lo suele diseñar un reconocido chef y llega a Palacio en modo de catering. Entre los nombres de famosos cocineros que han presentado sus platos se encuentran Paco Roncero o María José San Román Pérez.
Todo en la mesa está dispuesto al milímetro por los trabajadores de Patrimonio Nacional. Un ejemplo es la distancia exacta que tienen que tener los cubiertos, Para ello, el equipo encargado despliega un cordel que cruza de un extremo al otro la amplia mesa. Luego, colocan una tablilla y sitúan la copa de vino justo en el centro; a su derecha, la copa para el vino blanco, y a la izquierda, la del agua. Con esta referencia, se posiciona la tablilla, se pasa la cuerda por detrás y se coloca finalmente la copa de cava.
El Pardo, el hotel de los Jefes de Estado
Es el Ministerio de Asuntos Exteriores el encargado de hacer pública la visita de Estado. Los invitados suelen llegar a España un día antes. En la mayoría de visitas, tras ser recibidos por el embajador correspondiente, son trasladados al Palacio de El Pardo, donde se hospedan durante su estancia en nuestro país. El lugar, así como el Palacio Real, permanece cerrado al público esos días.
Desde principios de abril de 2021, es la hotelera Meliá Hotels International la que da el servicio de restauración y gestión de habitaciones a la residencia oficial para jefes de Estado extranjeros, tras el concurso público convocado por el Ministerio de Exteriores. Así pues serán trabajadores de los hoteles Gran Meliá Fénix y Gran Meliá Palacio de los Duques los que reciban al sultán de Omán.
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Estas visitas, que se concretan tras una invitación formal del Rey, siempre en coordinación con el Gobierno, pueden tardar años en materializarse. Los Reyes, por ejemplo, viajaron a Andorra en visita de Estado en 2021 tras haber recibido la invitación oficial en 2017. Cada año se limitan a unas pocas, en función de intereses estratégicos y disponibilidad institucional.
Una vez que la visita queda confirmada, comienza un minucioso trabajo de coordinación entre los distintos equipos de protocolo, seguridad y comunicación. Todo se negocia: desde los discursos hasta el orden exacto de los saludos. El país invitado también colabora activamente, proponiendo elementos culturales propios o gestos simbólicos que quieran incluir en su agenda. A veces incluso sorprenden con actuaciones o espectáculos en la recepción de despedida, que suele tener lugar en El Pardo el último día.
En definitiva, las visitas de Estado representan una oportunidad para fortalecer vínculos históricos, impulsar acuerdos y proyectar la imagen de España. En cada detalle, desde el saludo protocolario hasta el último acorde musical, se refleja el compromiso con la diplomacia y la excelencia que define a la monarquía española en el siglo XXI.
Las visitas de Estado son, sin lugar a dudas, las más altas expresiones del protocolo diplomático. Conllevan pompa, boato y mucha etiqueta. Y no es para menos: son visitas entre jefes de Estado en las que se despliega todo el ceremonial disponible. El recibimiento con honores militares, la cena de gala en el Palacio Real, los encuentros con las principales autoridades del país y las actividades culturales y económicas componen un engranaje perfectamente medido.