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Ir de compras es una auténtica droga
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SALUD Y BELLEZA

Ir de compras es una auténtica droga

Mire su armario y piense: ¿Cuántas de las cosas que hay allí las ha comprado en un momento de bajón por el simple placer de darse

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Ir de compras es una auténtica droga

Mire su armario y piense: ¿Cuántas de las cosas que hay allí las ha comprado en un momento de bajón por el simple placer de darse un capricho e intentar superar un bache? Ir de compras es para muchas personas una auténtica terapia, pero hasta ahora los científicos no habían hallado ninguna explicación racional a la adicción que muchos sienten por la tarjeta de crédito convertida en pasaporte hacia la felicidad.

Un estudio que será publicado en el número de junio de la revista Psychological Science y que avanza el rotativo neoyorquino Wall Street Journal ha comprobado que nuestro bienestar emocional afecta a la hora de ir de compras hasta tal punto que puede llegar a influir en el precio que estamos dispuesto a pagar por las cosas.

Las compras son experiencias sinestésicas en las que entran en juego todos los sentidos. Pocos espacios hay tan abrumadores para la experiencia sensorial, por ejemplo, como un paseo por la zona de perfumería de cualquier gran almacén. Es imposible pensar que ese cúmulo de emociones no tengan su origen en el cerebro. Con el shopping se activan en él neurotransmisores encargados de regular el humor o el placer, como la serotonina o la dopamina.

El descubrimiento de algo nuevo (un bolso, un abrigo, unos pendientes) genera “momentos de euforia”, al igual que la sonrisa de un vendedor agradable o una elegante colocación de los productos en las estanterías, pero no hay que confundir la retail therapy con una adicción a las compras. Las mismas investigaciones que confirman la acción de los neurotransmisores en los momentos de shopping señalan que comprar en momentos de decaimiento anímico puede llevarnos a despilfarrar el dinero y acabar introduciéndonos en una espiral de deudas y depresión (me deprimo y compro algo para sentirme mejor, pero gasto demasiado dinero y me deprimo más, por lo que vuelvo a comprar y así sucesivamente).

Los shopaholics abundan cada día más, al igual que las personas que padecen otros tipos de socioadicciones como el trabajo, el sexo o a las nuevas tecnologías. Se calcula que entre un 1% y un 5% de los europeos ha convertido este trastorno en una patología, y son las mujeres de edad mediana (entre los 30 y los 50 años) las más proclives a padecerla, aunque cada vez se dan más casos en las generaciones jóvenes, que han nacido y crecido bombardeados constantemente por la publicidad. No hay que olvidar una cosa: la felicidad que reporta una compra es efímera y se pasa pronto pero la factura de la tarjeta de crédito no.

Mire su armario y piense: ¿Cuántas de las cosas que hay allí las ha comprado en un momento de bajón por el simple placer de darse un capricho e intentar superar un bache? Ir de compras es para muchas personas una auténtica terapia, pero hasta ahora los científicos no habían hallado ninguna explicación racional a la adicción que muchos sienten por la tarjeta de crédito convertida en pasaporte hacia la felicidad.