24 horas en Amán, la sorprendente y carismática capital de Jordania
Es la tradicional puerta de entrada y salida de todo gran viaje a ese magnífico país repleto de lugares míticos que no pueden faltar en el pasaporte de cualquier viajero, de Petra a Wadi Rum
Nos estamos convirtiendo en especialistas en aprovechar al máximo nuestros viajes, a sacarle todo el jugo a visitas exprés a lugares mágicos. Y eso hemos vuelto a hacer en un reciente viaje a Amán, la capital de Jordania, tradicional puerta de entrada y salida de todo gran viaje a ese magnífico país repleto de lugares míticos que no pueden faltar en el pasaporte de cualquier viajero -Petra, Jerash, Wadi Rum, el Mar Muerto...- Precisamente por eso, por el peso legendario de esos enclaves mágicos, se incurre a veces en no prestar la atención que merece esta ciudad de treinta colinas. Nosotros no vamos a cometer ese error: pisemos el acelerador para descubrir, en solo 24 horas, las maravillas de Amán, la bulliciosa y tranquilaal tiempocapital de ese oasis de paz que es Jordania.
Durante la mañana: siente el pulso de la ciudad
A la Filadelfia de los griegos y los romanos se tiene que entregar el viajero con ganas de caminar: edificada sobre treinta colinas -siete eran las originales-, el callejero de Amán es un indescifrable e intrincado sube-y-baja de calles, carreteras y pasos elevados en los que, en cuanto el muecín llama a la oración poco antes del amanecer, la actividad es frenética. Tal vez Jordania sea un país joven, pero su capital puede presumir de edad: Amán tuvo su origen en el Neolítico, y hoy es una ciudad moderna, tranquila, segura, que rompe algún lugar común que otro -por supuesto que no todas las ciudades árabes son iguales- y donde los viajeros pueden pasear despreocupados con total tranquilidad, sin ser tentados por vendedores, taxistas...
Amán es una delicia para ser paseada tranquilamente, en definitiva (¡aunque abunden las cuestas!) La mejor manera de digerir esos casi 8.500 años de antigüedad y sentir la ciudad como un local más es hacerlo paseando por el centro, a lo largo de la avenida Al Hashimi, donde se arremolinan las calles más animadas: las del mercado. No hay en Amán un zoco al estilo árabe como sí lo conocemos en otras ciudades, pero eso no quiere decir que no haya una inabarcable colección de tiendas de todo tipo -especias, regalos, reposterías, quincallerías, librerías, boutiques de ropa, de electrónica...- en las que regatear es, simplemente, un placer.
Volverse a casa con un kilo de canela en rama por un puñado de euros es lo menos que podemos hacer.La parte más bulliciosa e interesante de la avenida es la que se extiende entre la mezquita de Al-Husseini, una de las más grandes del país, construida en el el primer tercio del siglo pasado, y el Teatro Romano, al que iremos ahora. Para comer, abundan los pequeños restaurantes donde dar cuenta de un sawherma (carne, tomate, cebolla y salsa, envuelto en pan de pita): exquisita streetfood. El mejor de la ciudad -ellos presumen de cocinar los mejores de todo Oriente Medio- es el famoso Shawerma Reem, en la Segunda Plaza (sí, esa es la dirección), al lado del Intercontinental Hotel. Las colas para hacerse con un shawerma -que cuesta unos 60 céntimos de euro al cambio- llegan a detener el tráfico: no sorprende que cada día se sirvan más de 5.000 de estos bocadillos...
Durante la tarde: el Amán de los romanos
Por la tarde, hay que volver al centro, al punto de partida de la ciudad tal y como la conocemos hoy, al corazón de la Filadelfia romana que nos ha dejado como mayor legado el Teatro Romano (en la avenida Al Hashimi), que fue construido entre los años 138 y 161 antes de Cristo sobre el antiguo Foro y donde hasta 6.000 romanos disfrutaban de los espectáculos de esta Filadelfia que era una de las décapolis, las diez ciudades romanas más importantes de Oriente Medio.
A las espaldas del Teatro se levanta la colina más importante de la ciudad -una de las siete originales-, en cuya cima se encuentra la Ciudadela, el punto más estratégico de la ciudad (las vistas son impresionantes: se divisa Amán al completo) y donde esperan las ruinas del templo de Hércules, del Palacio Omeya, de una Iglesia Bizantina y el Museo Arquelógico de Jordania, una modesta construcción donde se exhibe un recorrido por la historia del país a través de diferentes restos arqueológicos. Ver cómo cae el sol sobre Amán desde la Ciudadela es una sensación inolvidable.
Durante la noche: el Amán más hedonista
Por la noche, es en Rainbow Street donde hay que dejarse ver. Restaurantes, cafeterías y coffee shops donde fumar una pipa flanquean las aceras de la calle más animada de la ciudad, donde la beatiful people local comparte mesa y shishas con expats y viajeros de todo el mundo. Hay docenas de locales entre los que elegir pero, para jugar sobre seguro, nada como el Sufra (Al Rainbow Street, 26), un coqueto restaurante en una casa con patio de estilo europeo de mediados del siglo pasado frecuentado por lo mejor del país -y eso incluye a sus reyes-, con unas vistas estupendas de la ciudad y que probablemente sea, además, el mejor restaurante de cocina tradicional de todo el país.
En el Sufra, por un precio medio de 25 € por comensal, degustaremos -en cantidades dignas de cualquier boda- de lo más exquisito de la gastronomía jordana tradicional: desde uno de los mejores hummus que probablemente vaya a probar en su vida a mansaf (un guiso de arroz, cordero y la salsa de yogur jameed) o la muttabal (una crema de berenjenas deliciosa). Para rematar la jornada con una copa (en los hoteles se vende y sirve alcohol, y es fácil encontrarse con licorerías en las calles de Amán), nada mejor que hacerlo desde las alturas: el Landmark Hotel (Al Hussein Bin Ali Street) tiene dos de los mejores clubes de la ciudad, el Ghoroub -en la 13º planta del hotel, con una terraza simplemente espectacular, y que es el bar más grande de la ciudad- y el Zone Bar, más sofisticado, pero igualmente recomendable para reposar con un trago este intenso recorrido de un día por Amán.
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Nos estamos convirtiendo en especialistas en aprovechar al máximo nuestros viajes, a sacarle todo el jugo a visitas exprés a lugares mágicos. Y eso hemos vuelto a hacer en un reciente viaje a Amán, la capital de Jordania, tradicional puerta de entrada y salida de todo gran viaje a ese magnífico país repleto de lugares míticos que no pueden faltar en el pasaporte de cualquier viajero -Petra, Jerash, Wadi Rum, el Mar Muerto...- Precisamente por eso, por el peso legendario de esos enclaves mágicos, se incurre a veces en no prestar la atención que merece esta ciudad de treinta colinas. Nosotros no vamos a cometer ese error: pisemos el acelerador para descubrir, en solo 24 horas, las maravillas de Amán, la bulliciosa y tranquilaal tiempocapital de ese oasis de paz que es Jordania.
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