Jenni Hermoso, el 'carrerón' de una niña de barrio que Rubiales no puede (ni debe) tapar

Jenni Hermoso llegó a la pasada final del Mundial de fútbol femenino como una de las grandes estrellas del esperado partido entre la selección española y la inglesa.

Considerada como una de las mejores jugadoras del mundo, su presencia en el Mundial era casi obligada.

Pero su larga trayectoria profesional, su destreza con el balón y la victoria en el Mundial quedaron empañadas por un hecho puntual que nada tuvo que ver con el deporte: un polémico beso que Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, dio a la jugadora en la boca durante la celebración por el triunfo logrado ante las inglesas.

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Álvaro Rey

Rubiales y su beso han ocupado casi más titulares que los que han protagonizado las jugadoras. Sin embargo, una actuación como la de Rubiales no puede ni debe ensombrecer todo lo que una jugadora como Jennifer Hermoso ha logrado en su carrera deportiva.

Nacida en 1990 en Madrid, Jennifer comenzó jugando al fútbol sala en el colegio y al fútbol 7 con niños. Sus abuelos vivían cerca del parque de Comillas y el entrenador del equipo de la zona quiso que Hermoso realizara una prueba con 12 años. Allí fue fichada y jugó hasta los 19. El Atlético es el club donde la futbolista formó su base y done se crio.

Su propio abuelo había sido portero en ese club y con su nieta jugó mucho al fútbol cuando esta era pequeña. Cuando Jenni comenzó a jugar de manera más profesional, fue su padre el que apoyó a su hija llevándola a todos los entrenamientos. Lloviera, nevara o hiciera sol.

Por todo esto, Jennifer Hermoso siente pasión, además de por los tatuajes que adornan todo su cuerpo, por su familia, a la que asegura deberle todo para que ella haya llegado hasta donde ha llegado.

También su abuela está muy presente en la cabeza de esta jugadora. Fallecida en 2017, a ella le dedica desde entonces cada gol que marca.

Distanciarse de ellos por los constantes viajes que ha realizado debido a su profesión ha sido de las cosas más difíciles para Jennifer, un sacrificio más que ha tenido que hacer para lograr ser una de las mejores jugadoras.

Su constancia y su trabajo le permitieron a esta zurda desarrollar un notable olfato para el gol frente a la portería y una calidad técnica incuestionable.

Tras su paso por el Atlético de Madrid dio el salto al Rayo Vallecano, con el que logró ganar su primera Liga.

Con 17 años recibió la primera llamada de la selección española, una noticia que le hizo llorar de alegría con la misma euforia que vimos en la celebración del Mundial.

De 2013 a 2017 vivió su primera etapa como jugadora del Barcelona, donde es la mayor goleadora de la historia del club.

Después fichó por el PSG femenino de Francia para luego volver a casa, al Atlético de Madrid, con el que logró un título liguero y donde terminó siendo pichichi. También pasó por el Tyresö de Suecia y en 2019 volvió a cambiar el rojiblanco por el blaugrana para vivir su segunda etapa en Barcelona.

Para entonces ya era calificada por algunas de sus compañeras de profesión como "la delantera más temible de Europa".

Acabó 2021 en lo más alto de su carrera, con un triplete histórico con el Barça, más goles que ninguna otra jugadora y el premio del Balón de Plata.

Jennifer Hermoso posee 4 ligas, ganadas con el Rayo, Barça y Atlético, dos Copas de la Reina, logradas con el conjunto culé, y una Copa de Francia en las filas del París Saint-Germain y ha logrado un hito en la historia del fútbol femenino español. A sus 30 años fue la primera futbolista en la historia de España en ser nominada por la FIFA a mejor jugadora del mundo.

Segunda en el Balón de Oro tras Alexia Putellas, fue nombrada Mejor Goleadora del Mundo en 2021 por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS).

Actual delantera de Pachuca Femenil, en 2022 Jorge Vilda volvió a contar con ella para enfundarse en los colores de su Selección tras una lesión en la rodilla que también la privó de disputar la Eurocopa.

El pasado 20 de agosto lloró, lloró mucho cuando la selección española ganó el Mundial. Sus lágrimas eran el reflejo de la satisfacción por ver que tanto trabajo y sacrifico habían dado sus frutos. Un trabajo tan enorme como el sol que Rubiales no podrá tapar nunca con su dedo (o su boca).