Miguel Torres: “Todo lo que me ha enseñado el fútbol intento traducirlo en la educación de mi hijo”
A punto de estrenarse como concursante de MasterChef Celebrity, Miguel Torres se abre como nunca: sueños, fútbol, salud mental y paternidad en una conversación sin evasivas
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“De pequeño siempre observaba a mi madre mientras cocinaba y le ayudaba cuando me dejaba”, la escena no necesita más: una cocina, una madre, un niño que aprende mirando. Con veinte años, Miguel Torres se fue a vivir solo. Aprendió a cocinar sin más escuela que la lectura paciente de recetas, la rutina del mercado, el ensayo silencioso en la cocina y preparando platos para los suyos.
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Dentro de unas semanas participará en la décima edición de MasterChef Celebrity. “Lo que más espero del programa es que, a medida que me exponga a diferentes situaciones, la gente conozca mucho mejor cómo es Miguel. Es un programa perfecto para desnudar al participante y se demuestre plenamente cómo es”, dice Miguel al inicio de esta conversación, que, a medida que avanza, la transforma en un acto de transparencia.
Está demostrado que, a veces, los sueños se cumplen
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Miguel soñaba con ser futbolista profesional. Cada día, desde la ventana del colegio, observaba el skyline del estadio Santiago Bernabéu. “Lo recuerdo como si fuera ayer. Lo miraba como si se tratase de una nave alienígena pidiéndome que me fuese con ellos. Los sueños potencian el trabajo, la dedicación y el sacrificio en cualquier etapa de nuestra vida. Además, está demostrado que, a veces, los sueños se cumplen…”.
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Y así fue. La historia de Miguel es la de un deseo que avanza sin estridencias, encontrando su lugar con el tiempo. Con apenas siete años, ese sueño empezó a tomar forma cuando ingresó en la cantera del Real Madrid. “Cada entrenamiento en la antigua Ciudad Deportiva era una experiencia completamente nueva. Aun siendo muy pequeño, tenía muy claro que aquel era el lugar donde quería estar. Daba todo lo que me pedían los entrenadores, entregándome más allá de lo exigido”, recuerda Miguel, visiblemente emocionado al mencionar que aquel sueño no fue en soledad, sino acompañado por algunos amigos de infancia, que compartieron con él ese primer tramo del camino.
Me lo jugué todo a la carta del fútbol
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De los siete a los catorce años, la formación lo es todo en las academias de fútbol. Miguel lo vivió desde dentro. “A partir de ese momento, la pirámide de competitividad y exigencia adquiere mayor presencia, y empecé a entrenar con chicos que habían sido seleccionados entre los mejores de nuestra generación”.Y, por ello, sintió que formaba parte de un grupo de elegidos. “No iba a permitir que nadie me quitara ese puesto. Me lo jugué todo a la carta del fútbol y, en mi cabeza, no existía otra posibilidad que no fuese dedicarme a ello”, relata.
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Mientras otros niños jugaban en el parque, Miguel pasaba las horas en el campo. Fue una infancia diferente, pero no por ello menos valiosa. “El deporte es el mejor vehículo que puede tener un niño para crecer, porque anticipa situaciones que, de adulto, se repiten: trabajar en equipo, controlar la frustración, saber perder y ganar, esforzarse para alcanzar un objetivo, asumir horarios y normas de conducta… Todo ese aprendizaje puedo aplicarlo hoy en cualquier ámbito en el que me mueva”.
En la vida es complicado que ganemos más veces de las que perdemos
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Fue en 2007 cuando Miguel debutó en Primera División con el Real Madrid. A partir de ahí llegaron las victorias: dos Ligas, una Supercopa, pero no todo en el trayecto fue celebración. Hubo también momentos de vacío, partidos que se escapan, silencios en los vestuarios, derrotas que enseñan más que muchos triunfos. ¿Cómo se prepara uno para la derrota?
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“Te diría que perdiendo muchas veces. En la vida es complicado que ganemos más veces de las que perdemos. El otro día, en el colegio de mi hijo, una madre me dijo que estaba pensando en desapuntarle de una escuela de fútbol porque eran muy malos y nunca ganaban. Le respondí que le diera más tiempo, que le iba a venir bien aprender a perder y a seguir trabajando, unido a sus compañeros, para ganar algún día. Ahora los niños tienen poca paciencia, lo quieren todo al momento y no manejan la frustración. Ganar es el objetivo, pero no siempre es el resultado del trabajo. Trabajamos muy duro durante la semana para intentar ganar, y eso es lo que realmente nos forma”.
Todo lo que me ha enseñado el fútbol intento traducirlo en la educación de mi hijo
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“Soy lo que soy gracias a lo que viví, sin duda” , afirma mientras hace referencia a todo lo que el vestuario le ha enseñado y, hoy, forma parte de su día a día: “Aprender a relativizar los problemas que aparecen, a priorizar lo que realmente importa, a entender que no a todas las personas se las puede tratar de la misma forma, a respetar las normas… “. Ahora traduce todo eso en la educación de su hijo. Una tarea, dice, nada fácil para ningún padre.
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Tras su etapa en el Real Madrid, Miguel continuó su carrera deportiva en diferentes clubes: Getafe, Olympiacos y el Málaga. “Fueron etapas totalmente diferentes en mi carrera profesional y en mi vida personal.”, cuenta y recuerda que el momento de mayor éxito deportivo coincidió con su juventud ya que estuvo en la élite del deporte desde los veinte hasta los treinta y tres años. “Durante todo ese tiempo tuve que ir tomando muchas decisiones trascendentales para mi vida personal, prácticamente a ensayo y error, porque para eso nadie te prepara tan joven. Estoy muy orgulloso por haber pertenecido a las instituciones en las que estuve y por la carrera que tuve”.
La decisión más complicada que he tomado en mi vida es la de retirarme
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El mayor golpe, admite, llegó al final. Fue en julio de 2019 cuando, a través de una carta, anunció su retirada. “Sin duda la decisión más complicada que he tenido que tomar, pero a la vez feliz por dar ese paso hacia un lado, afrontar una jubilación —porque la realidad es que jamás volvería a ejercer mi profesión, y con 33 años se es muy joven—. Pero tenía muy claro que quería acabar arriba, no sufriendo cada día por tener que ir a entrenar y dedicándome a algo que ya no me llenaba. Le tengo mucho respeto a lo que fue mi profesión como para haberla maltratado en mi etapa final”.
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No le tuvo miedo al abismo de la retirada. De su mano empezaba otra etapa, esta vez formativa. “Hice durante un año un máster en Dirección, Metodología y Análisis en fútbol, y durante tres años los diferentes niveles de entrenador para adquirir la licencia UEFA PRO. Sentía la necesidad de tener el máximo conocimiento y herramientas posibles para seguir viendo el fútbol desde otro punto de vista”.
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Como deportista hay que cuidar el cuerpo en el gimnasio o con un nutricionista, pero fortalecer la mente con la ayuda de un psicólogo es igual de imprescindible
Mientras recorre su trayectoria, Miguel detiene el paso en un punto poco explorado durante años en el deporte de élite: la salud mental. “Siempre ha sido un tema bastante tabú en nuestras vidas”, admite. Recuerda cómo, siendo aún un niño en el Real Madrid, el club incorporó a un psicólogo al equipo: “Durante un tiempo lo veíamos como alguien que solo hablaba con los compañeros que tenían algún problema”. Pero el tiempo —y el recorrido— le hicieron entender otra cosa. “Del mismo modo que íbamos al gimnasio a fortalecer los músculos o al nutricionista para cuidar la alimentación y el rendimiento, también era imprescindible trabajar la mente”.
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Durante su última etapa en el Málaga, atravesó momentos complejos. El club ofreció apoyo psicológico al equipo, y Miguel fue uno de los pocos que supo valorarlo. “Me ayudó mucho en ese momento y, a día de hoy, seguimos en contacto”.
Lo que más me preocupaba cuando salió a la luz mi relación con Paula era que afectara en mi profesión
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Esta experiencia personal se enmarca en una realidad común para quienes viven bajo el foco público: la presión mediática constante. En el caso de Miguel, a la exigencia de la prensa deportiva se sumó la atención de la crónica social, cuando se hizo pública su relación con la actriz Paula Echevarría: “Lo único que me preocupaba al principio era que aquello pudiera afectar negativamente a mi profesión. Y, en parte, así fue”, reconoce. “Se dijeron muchas barbaridades que el aficionado terminó creyendo. Eso dañó la imagen que me había ganado en el campo, y que había construido con años de trabajo”.
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Más allá de eso, no sintió que existiera otra forma de presión. “Sabía perfectamente quién era Paula, lo que representaba. Y, al final, nos veían haciendo lo que hace cualquier pareja: pasear por la calle, ir a comer, al cine, al supermercado…”. Hoy, tras siete años de relación estable y un hijo en común, lo menciona con humor: “Agradezco que ahora el foco esté puesto en otros perfiles” dice entre risas.
Mi sueño era ser padre de un niño
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Es por eso que habla sin reservas de su paternidad. Porque, más allá de sus sueños profesionales, uno de los más profundos anhelos de Miguel siempre fue ser padre, y además, de un niño. Ese sueño se hizo realidad con el nacimiento de su pequeño Miki, hace ya cuatro años. “Me hubiese gustado que naciese cuando yo aún estaba en activo, para que pudiera conocer de primera mano a qué se dedicó su padre con tanta pasión desde niño. Pero no fue así. La vida, sin embargo, me brindó la oportunidad de serlo cuando tenía más tiempo para organizar mi vida. Y ahora, todo mi tiempo libre se lo entrego a mi familia, y sobre todo a mi pequeño. Ser padre es el acto más profundo de humildad, porque desde ese instante, tu vida deja de pertenecerte. La paternidad conlleva muchas responsabilidades, pero también momentos de una belleza indescriptible”.
Mi reto es que Paula se enganche a la cocina y poder hacer platos juntos
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Ahora, Miguel se aventura en un nuevo camino ligado a una pasión que afirma es, después del fútbol, lo que más le atrae: la gastronomía. No desde una afición superficial, sino como una presencia cotidiana. Cuando le preguntamos si es cocinillas, responde con una sonrisa: “No es que me guste cocinar solo… es que en casa esa tarea queda vacante cuando yo no estoy. Paula nunca ha sentido pasión por la cocina, y a mí me encanta. Mi reto es que Paula se enganche, que podamos cocinar juntos alguna vez. Cocinar es, en cierto modo, una forma de expresar quién eres”.
Mi hijo ya empieza a distinguir entre lo saludable y lo que no lo es
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Y es su hijo quien, con apenas cuatro años, ya le marca algunos caminos en la cocina. “Miki me pide muchas cosas, pero lo que más me gusta es que empieza a distinguir entre lo saludable y lo que no lo es. Con él siempre busco ese equilibrio. Además, tiene una pequeña estructura donde se sube para cocinar conmigo. Paula, en cambio, es menos exigente, siempre muy agradecida. Pero hay algunos platos que se han convertido en símbolos de nuestra relación, y suelen repetirse”, concluye Miguel, quien sin duda revela su esencia en la cercanía y la sencillez.
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Tuvo momentos de triunfo sobre el césped y otros en los que la presión lo empujó al límite. Comprendió que la mente también se entrena y que, al igual que los músculos o la alimentación, el trabajo psicológico era una parte más del camino. Supo detenerse, pedir ayuda y seguir.
Después de colgar las botas, eligió otro tipo de reinvención. Más allá del fútbol, cumplió el que, quizá, ha sido su mayor deseo: ser padre. Y es desde ese lugar —más sereno, más consciente— desde donde hoy construye su vida. Así, hemos conocido a un Miguel Torres que no esquiva ninguna pregunta, que mira hacia atrás sin disfraz y hacia adelante sin miedo. Un Miguel al que seguiremos descubriendo con el estreno de la décima edición de MasterChef Celebrity.
“De pequeño siempre observaba a mi madre mientras cocinaba y le ayudaba cuando me dejaba”, la escena no necesita más: una cocina, una madre, un niño que aprende mirando. Con veinte años, Miguel Torres se fue a vivir solo. Aprendió a cocinar sin más escuela que la lectura paciente de recetas, la rutina del mercado, el ensayo silencioso en la cocina y preparando platos para los suyos.