Las claves del "cese de convivencia" de la infanta Elena y Jaime Marichalar
La cuestión por parte de la Casa Real era saber cómo se debía manejar mediáticamente la separación de una infanta. Nunca se había dado el caso y era una situación nueva
Durante los últimos meses antes del anuncio oficial del "cese de la convivencia" de los duques de Lugo, este era un rumor que se movía en los círculos más cerrados del poder social y económico. En Zarzuela se sabía que esta información se encontraba en la agenda informativa de varios directores de medios y periodistas influyentes. La cuestión por parte de la Casa Real era saber cómo se debía manejar mediáticamente la separación de una infanta de España. Nunca se había dado el caso y, por lo tanto, era una situación nueva. No solo había que controlar la parte informativa sino las cuestiones legales.
El matrimonio de los reyes don Juan Carlos y doña Sofía se había finiquitado hacía mucho tiempo. Lo único que quedaba era un acuerdo institucional, pero era un asunto que controlaban en palacio. No así los desencuentros de los duques. Los íntimos de la infanta Elena como Carlos García Revenga, secretario y hombre fiel, más su hermana, Cristina, sabían que la situación era complicada. El tiempo no facilitaba las cosas. A Jaime de Marichalar, sin recuperarse totalmente del ictus, le había cambiado el carácter y eso afectó profundamente la relación conyugal. El duque era consciente de las presiones externas que podían suceder si por fin se hacía efectiva la separación.
En la familia directa había dos posturas y ambas encontradas. Por un lado, doña Sofía, que pedía a su hija que aguantara como había hecho ella. Por otro, el Rey, los duques de Palma, las primas queridas como María Zurita y las Borbón Dos Sicilias, que apoyaban cualquier decisión que tomara la infanta Elena, quien tampoco estaba muy segura de qué era lo mejor para la institución que representaba el apellido Borbón. El escándalo y el morbo estaban servidos. Durante varios meses analizaron los pros y los contras hasta que ya no pudo más.
El cambio de domicilio de vivir de alquiler a propietarios tampoco facilitó las cosas. El tríplex del barrio de Salamanca lo compró Marichalar después de casarse, con lo cual no formaba parte de las capitulaciones previas a la boda. El duque se implicó tanto en la decoración de la casa en colaboración con Jaime March, amigo de la pareja, que lo demás era secundario. Distribuyeron los regalos de boda que, por cierto, doña Elena no se llevó cuando se anunció el cese temporal de la pareja. Se fue con lo puesto. Tiempo después, cuando llegó el divorcio, esos objetos se dividieron en una liquidación que favoreció a doña Elena.
Marichalar no quiso más problemas que los justos y una vez que dejó de formar parte de la familia real tampoco hubo apoyo para él. Una situación muy parecida a la que vivió Isabel Sartorius cuando dejó de ser la novia del príncipe. Jaime lo sufrió tanto en el tema laboral como el afectivo. En el primer apartado desaparecieron la mayoría de los consejos de administración y en el referido al afectivo hubo mucha gente que dejó de tratarlo porque ya no era titular. Decían que “por si acaso” se enfadaban en Zarzuela.
Una semana antes del comunicado del cese temporal, que fue el 13 de noviembre del 2007, la infanta Elena ya se había marchado del domicilio conyugal con sus hijos. Una salida apresurada que tuvo como destino el palacio de la Zarzuela. Allí la esperaba doña Sofía, que ya era conocedora de que la vuelta atrás en el matrimonio de su hija era imposible. Según los íntimos lo había intentado todo, pero la realidad era otra. Tanto desencuentro y malos modos no eran buenos para los hijos, que eran testigos del mal rollo que había entre sus padres.
El 10 de noviembre la reina cancelaba el viaje oficial a la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado que aún se recuerda como la más mediática de todas ellas. La famosa frase de “¿Por qué no te callas?” de don Juan Carlos dirigida a Hugo Chávez tapó la verdadera realidad de la ausencia de la consorte real acompañando a su marido. La excusa era una “indisposición” que se volvió a repetir cuando doña Sofía no acompañó el 14 de noviembre al Rey en el viaje oficial a Malta. En aquellas semanas era madre y abuela antes que consorte real.
Diez años después ninguno de los dos tiene pareja estable. A la infanta Elena se le adjudicó su novio de juventud, Luis Astolfi, y a Marichalar nada que tuviera recorrido más allá de amigas sociales.
Durante los últimos meses antes del anuncio oficial del "cese de la convivencia" de los duques de Lugo, este era un rumor que se movía en los círculos más cerrados del poder social y económico. En Zarzuela se sabía que esta información se encontraba en la agenda informativa de varios directores de medios y periodistas influyentes. La cuestión por parte de la Casa Real era saber cómo se debía manejar mediáticamente la separación de una infanta de España. Nunca se había dado el caso y, por lo tanto, era una situación nueva. No solo había que controlar la parte informativa sino las cuestiones legales.