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'Gilda', la película que moldeó a Rita Hayworth, escandalizó a España y gustó a Franco
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75 ANIVERSARIO

'Gilda', la película que moldeó a Rita Hayworth, escandalizó a España y gustó a Franco

La película se estrenó en marzo de 1946. Pocos meses más tarde, ya era un escándalo en España y cambiaba, para siempre, la percepción que el público tenía de la protagonista

Foto: Foto publicitaria de 'Gilda'. (Cordon Press)
Foto publicitaria de 'Gilda'. (Cordon Press)

"Soy una mujer fatal, como fatal es mi sino". El 14 de marzo de 1946, los afortunados que acudieron a la première neoyorquina de 'Gilda' escucharon por primera vez a Rita Hayworth escupir esa frase lapidaria. Ellos fueron los primeros en deleitarse con la fotografía expresionista de Rudolph Maté, la célebre bofetada de Glenn Ford o el guante que la 'femme fatale' encarnada por Rita Hayworth se quita mientras canta 'Put the blame on Mame'. Aunque la que doblaba a la actriz, tanto en esa canción como en 'Amado mío', era la cantante Anita Ellis, en el imaginario colectivo esa voz aterciopelada siempre perteneció a la sensual Rita.

Pocos de los espectadores que la vieron ese día de marzo, extasiados ante el sex appeal de la actriz y la ambiguedad moral de la cinta, imaginaron que la película causaría estragos en España. La historia de 'Gilda' está tan unida a la de la posguerra española que casi sería un pecado separarlas. Pero esa fue solo una vertiente, un fleco más de una catedral del cine negro que cumple 75 años.

Cuando se gestó 'Gilda', Rita Hayworth ya era la joya de la corona de Columbia. Así lo consideraba Harry Cohn, magnate del estudio que ya le había dado varias oportunidades a su estrella en películas como 'Las modelos' o 'Esta noche y todas las noches'. La roja cabellera de Rita, su capacidad para la danza y su matrimonio con Orson Welles la convirtieron en una gran estrella. La actriz llevaba más de un año cuidando de su hija recién nacida cuando se puso al frente de 'Gilda'. Por aquella época, su matrimonio con Welles andaba en horas bajas y ni el mismísimo Cohn pudo impedir los rumores sobre un romance con Glenn Ford, con el que ya había compartido pantalla en otras ocasiones. Pero parece que, esta vez, la prensa fantaseó más de la cuenta.

Rita Hayworth tenía poco de Gilda, la víctima de los delirios de dos hombres (y de un amor homosexual, según las interpretaciones más recientes de la película), el dueño de un casino en Buenos Aires y su antiguo amante. Amante del hogar y en permanente búsqueda del amor verdadero, la actriz siempre tuvo una relación de amor-odio con su personaje más célebre. “Todos los hombres que conozco se acuestan con Gilda pero se levantan conmigo”, dijo cuando la película ya era un icono del que no podía desprenderse.

placeholder Rita Hayworth y Glenn Ford, en el rodaje de 'Gilda'. (CP)
Rita Hayworth y Glenn Ford, en el rodaje de 'Gilda'. (CP)

Popularidad y éxito no le faltaron nunca a la película, con las dosis suficientes de erotismo soterrado y dobles sentidos como para unirse a ese grupo de joyas noir conformado por 'Perdición', 'Laura' o 'Que el cielo la juzgue'. Durante el rodaje, nada se había dejado al azar. El vestido de lamé negro (y el célebre guante) del personaje, obra del modisto francés Jean Louis, crearon escuela. Su diseño sin tirantes incluía una especie de arnés en su interior que impedía que se moviese un centímetro de la anatomía de Hayworth por mucho que ella bailase. Su melena, movida con esa sensualidad que caracterizó a muchos de los personajes de la actriz, también se cuidó al detalle. Los diarios del rodaje aseguran que a Rita le lavaban y le rizaban el pelo una hora antes de rodar para que estuviese perfecto ante la cámara. Cada mínimo mechón fuera de su sitio significaba rodar otra toma más.

El detallismo en los diálogos, siempre ambiguos, la fotografía de claroscuros o el poderío sexual de sus protagonistas, elevaron la película a la categoría de mito. Sin embargo, algunos críticos de cine no tuvieron piedad con ella. El 'Daily News' llamó a 'Gilda' "basura de lujo", aunque otros la consideraron un clásico instantáneo. Al público, que acababa de vivir una Segunda Guerra Mundial y tenía una visión tan oscura del mundo como la de la propia película, poco le importó lo que dijera el plumillas de turno. Los espectadores acudieron en masa a verla.

placeholder Hayworth y Ford, junto al director de fotografía, Rudolph Maté, y al director, Chales Vidor. (CP)
Hayworth y Ford, junto al director de fotografía, Rudolph Maté, y al director, Chales Vidor. (CP)

La medida del éxito la dan detalles como el de la bomba que fue lanzada con una imagen de la película pegada al dorso. El proyectil se lanzó durante las pruebas nucleares de la Operación Crossroads que se llevaron a cabo en el atolón Bikini de las islas Marshall. Aquello supuso una gran publicidad para la cinta que, sin embargo, no gustó nada a Rita Hayworth. Utilizada por el estudio, como otras tantas estrellas de su época, Harry Cohn le impidió explicar a la prensa que aquel lanzamiento nuclear no tenía nada que ver con ella o el equipo de la cinta.

Pero si hubo un país en el que 'Gilda' dejó una huella indeleble, ese fue España. Los españolitos de aquella posguerra gris y ultracatólica esperaban con fervor el estreno de la película que había escandalizado a medio mundo. Una rumorología absurda aseguraba que el striptease de Gilda no se limitaba a un guante, sino que se podía ver al personaje exhibiendo un desnudo completo.

placeholder Fotografía publicitaria de 'Gilda'. (Cordon Press)
Fotografía publicitaria de 'Gilda'. (Cordon Press)

La expectación era tal que se llegaron a vender, de forma clandestina, estampas de mujeres sin ropa con la cabeza de Rita Hayworth pegada encima. A gran parte del nacionalcatolicismo no le hizo ninguna gracia la llegada de la película, que sorteó la censura de milagro. Según cuenta Miguel Losada en su biografía 'Nunca hubo una mujer como Rita', el obispo de Canarias tachó a 'Gilda' de "gravemente peligrosa" y muchos profesores de religión de Sevilla vigilaron las puertas de los cines con atención. Si a alguno de sus alumnos se le ocurría ir a verla, estaba automáticamente suspenso en la asignatura.

A Franco, sin embargo, pareció gustarle. De hecho, él tuvo mucho que ver en que 'Gilda' no obtuviese el veto de la censura. Se cuenta que, tras una proyección privada en El Pardo, el dictador se mostró encantado. También tuvo muy en cuenta los orígenes sevillanos de Rita Hayworth, 'pura sangre española' en su opinión. La fama de la cinta en nuestro país fue tal que también acabó dando nombre a un pintxo donostiarra que aún hace las delicias de los comensales en pleno siglo XXI.

Vista hoy, la sumisión de Gilda a los dos hombres que la controlan, su condición de símbolo de perdición, de fémina "perversa y peligrosa" (así se la llamó en una publicación española) no pasaría el examen de lo políticamente correcto. Sin embargo, la película también muestra a una mujer que quiere ser libre, que desea ser algo más que un objeto decorativo. Y eso hace de este fetiche de la historia del cine algo más que una simple pieza de museo. Como dijo en su momento Bertrand Tavernier, el personaje de Gilda "brilla inconsciente como una magnífica flor creciendo en medio de la podredumbre". Una bella flor que no se marchita pese a los tres cuartos de siglo que han pasado por encima de ella.

"Soy una mujer fatal, como fatal es mi sino". El 14 de marzo de 1946, los afortunados que acudieron a la première neoyorquina de 'Gilda' escucharon por primera vez a Rita Hayworth escupir esa frase lapidaria. Ellos fueron los primeros en deleitarse con la fotografía expresionista de Rudolph Maté, la célebre bofetada de Glenn Ford o el guante que la 'femme fatale' encarnada por Rita Hayworth se quita mientras canta 'Put the blame on Mame'. Aunque la que doblaba a la actriz, tanto en esa canción como en 'Amado mío', era la cantante Anita Ellis, en el imaginario colectivo esa voz aterciopelada siempre perteneció a la sensual Rita.

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