Niño prodigio, con novio formal y muy ambicioso: el lado íntimo de Sam Altman
El despido de este gurú de la inteligencia artificial, su posterior fichaje por Microsoft y su vuelta a OpenAI están haciendo temblar los cimientos del mundo tecnológico
Dicen que es el nuevo Steve Jobs y aunque no sabemos si llega a la altura del legendario fundador de Apple, desde luego es uno de los mayores genios de la tecnología en la actualidad. El ejecutivo Sam Altman, uno de los fundadores de la empresa de inteligencia artificial OpenAI y cara más visible de la compañía desarrolladora del popular chatbot de IA ChatGPT, no ha dudado en el pasado en admitir que la inteligencia artificial acabará con numerosos puestos de trabajo, pero quizá no esperaba que el suyo fuera uno de los primeros en desaparecer.
Ni el superordenador más avanzado habría podido predecir el caos en el que se ha sumido Silicon Valley en los últimos días, después de que Altman fuera despedido de su puesto al frente de la empresa de IA más avanzada del mundo y posteriormente fuera fichado por otra más gigantesca aún: Microsoft. El último giro de guion ha llegado esta madrugada (hora española), cuando Altman ha vuelto a OpenAI 'cobrándose' los puestos de los ejecutivos que le echaron.
El pasado viernes, el empresario era destituido como director ejecutivo de OpenAI después de que la junta directiva dijera que no había sido "suficientemente sincero" con ellos. Los inversores y muchos empleados de OpenAI se enfurecieron por el despido de Altman, de 38 años, y el gigante del software Microsoft, con diferencia el mayor inversor de la empresa, anunció el domingo por la noche que lo había contratado para dirigir un nuevo proyecto relacionado con la IA.
Patrimonio personal de 500 millones
Después de que los fans de Altman dirigieran su ira contra el consejo que lo destituyó, más de 500 de los 700 empleados de OpenAI firmaron una carta abierta en la que amenazaban con abandonar sus puestos de trabajo a menos que el consejo dimitiera y restituyera a Altman como consejero delegado, y a Greg Brockman, que también fue expulsado, como presidente. Ahora, mientras 'The New York Times' afirma que el genio de la informática estaría negociando su regreso a la compañía, se subraya que a algunos de sus compañeros les preocupaba que Altman avanzara demasiado rápido en la comercialización de los avances de OpenAI.
Tremendamente ambicioso, como corresponde a un gurú de su categoría, Altman había admitido sin tapujos que estaba ansioso por superar a sus rivales en el desarrollo de la "inteligencia general artificial", un ordenador capaz de llevar a cabo cualquier tarea intelectual que pueda realizar un humano, lo que según algunos científicos supone un riesgo existencial para nuestra especie. Altman, cuyo patrimonio neto se estima en 500 millones de dólares, fundó OpenAI en 2015 con el objetivo de "hacer avanzar la inteligencia digital en beneficio de la humanidad".
Desde entonces son muchas las voces, incluida la del hombre más rico del mundo, Elon Musk, que han expresado su temor de que la tecnología pueda desencadenar un cataclismo global cuando máquinas superinteligentes sustituyan a los humanos e incluso acaben con ellos. Curiosamente Musk estuvo involucrado en OpenAI desde su creación, pero abandonó el proyecto después de un desencuentro con Altman en 2018. La compañía está valorada actualmente en casi 69.000 millones de libras.
Friki y adicto al trabajo
Mientras Silicon Valley se debate entre si la IA es ante todo una oportunidad comercial multimillonaria o una tecnología enormemente peligrosa que hay que controlar, ¿quién es realmente el hombre que está en el centro de la tormenta digital? Según recogen los perfiles sobre él, Altman es, en muchos sentidos, el clásico 'friki' de Silicon Valley: delgado, de aspecto juvenil, adicto al trabajo, muy brillante y seguro de sí mismo, que se muestra impaciente con quienes considera que no son tan inteligentes como él.
De niño, creció en San Luis (Misuri) y a los ocho años ya sabía programar y montar y desmontar un ordenador Mac. Altman estudió informática en la Universidad de Stanford durante dos años antes de que él y dos de sus compañeros abandonaran sus estudios para trabajar a tiempo completo en su aplicación móvil, Loopt, que compartía la ubicación de un usuario con sus amigos.
Espectro autista
Afirma que quiere salvar el planeta, y enumera como sus prioridades personales curar el cáncer, lograr la fusión nuclear y el desarrollo de los aviones supersónicos. También existe la creencia generalizada –aunque él lo ha negado– de que se encuentra en algún punto del espectro autista. Eso sí, el hombre al que se considera la cara pública de los esfuerzos por proteger a la humanidad de las máquinas admite que no tiene don de gentes.
"No tengo paciencia con las cosas que no me interesan: los partidos, la mayoría de la gente", dijo en 2016. También es lo que se conoce como un 'Doomsday prepper', los que quieren prepararse a toda costa para sobrevivir al día del Juicio Final. En este sentido admite que los ordenadores superinteligentes pueden ser una causa potencial del colapso de la civilización.
Obsesionado con el fin del mundo
"Tengo armas, oro, yoduro de potasio [utilizado para tratar lesiones por radiación], antibióticos, baterías, agua, máscaras de gas de las Fuerzas de Defensa de Israel y un gran terreno en Big Sur [California] al que puedo volar", declaró de manera sorprendente en una conferencia en 2016.
Altman les dijo a sus padres que era gay cuando tenía 16 años y más tarde anunció públicamente la noticia en su colegio privado después de que un grupo cristiano boicoteara una reunión sobre sexualidad. "Crecer siendo gay en el Medio Oeste en el año dos mil no fue lo más maravilloso", dijo a 'The New Yorker'. "Y encontrar salas de chat donde hablar de ello fue transformador. Los secretos son malos cuando tienes once o doce años". A principios de este año, Altman inició una relación sentimental con Oliver Mulherin, un ingeniero de software australiano. Viven en San Francisco.
A pesar de que se esté preparando para el Juicio Final, Altman es un optimista de la IA y predice que "resolverá algunos de nuestros problemas más acuciantes, aumentará realmente el nivel de vida y también descubrirá usos mucho mejores para la voluntad y la creatividad humanas". Muchos en Silicon Valley creen que es la persona indicada para lograrlo, pero también creían lo mismo de otro Sam, el gurú de las criptomonedas Sam Bankman-Fried, que ahora se enfrenta a una cuantiosa pena de cárcel tras ser declarado culpable de fraude a gran escala.
Dicen que es el nuevo Steve Jobs y aunque no sabemos si llega a la altura del legendario fundador de Apple, desde luego es uno de los mayores genios de la tecnología en la actualidad. El ejecutivo Sam Altman, uno de los fundadores de la empresa de inteligencia artificial OpenAI y cara más visible de la compañía desarrolladora del popular chatbot de IA ChatGPT, no ha dudado en el pasado en admitir que la inteligencia artificial acabará con numerosos puestos de trabajo, pero quizá no esperaba que el suyo fuera uno de los primeros en desaparecer.
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