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Tribulaciones hospitalarias de un 'gourmet'
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Tribulaciones hospitalarias de un 'gourmet'

A medida que van cumpliéndose años y las tormentas van dejando efecto en las cuadernas de cada cual se vuelve uno con mayor asiduidad huésped no

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Tribulaciones hospitalarias de un 'gourmet'

A medida que van cumpliéndose años y las tormentas van dejando efecto en las cuadernas de cada cual se vuelve uno con mayor asiduidad huésped no ya de hoteles de cinco estrellas, sino de hospitales de -digamos- 'cinco jeringuillas'.

La vida hospitalaria, vista desde el punto de vista del paciente, cuando éste está en condiciones de hacerlo, no es ni buena ni mala; es, sencillamente. Todo el personal está empeñado en que uno se ponga bueno, que es de lo que se trata. Y el día tiene sus ratos mejores y peores.

En la vida extrahospitalaria, los de las comidas están, claro, entre los mejores. En la intrahospitalaria... no tanto, empezando por el hecho de que no está el horno para bollos, aunque un gourmet debe serlo, con la necesaria flexibilidad, allá donde esté. Sucede que en un hospital es muy difícil.

Ante todo, cae uno en las garras de unos doctores llamados 'dietistas' o 'nutricionistas' que hacen tabla rasa de todo, olvidando las veces que se nos ha dicho que más que enfermedades lo que hay es enfermos. Pues no; aquí se tira de tabla, y al que le toque que se aguante. Estarán ustedes de acuerdo en que una dieta baja en sal no es exactamente una dieta sin gota de sal; bueno, pues para estos expertos, son términos equivalentes.

Luego hay otras garras, peores aun que las anteriores: las de la empresa que suministra el 'catering' al centro hospitalario. Uno, que no ha nacido precisamente ayer, sabe muy bien que una empresa de 'catering' no es una ONG -tampoco lo son otras que así se denominan-, sino un negocio; lo que pasa es que, de las muchas formas lícitas de ganar dinero, se suele elegir la que más perjudica al afectado: bajar la calidad. ¿O... será una casualidad que los yogures lleguen a los pacientes a sólo un par de días de su fecha de caducidad?

Pero lo peor, o al menos con lo que peores experiencias he tenido siempre, es el pescado. El pescado, blanco o azul, es una parte cada vez más importante de nuestros hábitos gastrosaludables: es bueno y necesario comer pescado varias veces a la semana. El problema es... vamos a pensar sólo en cómo nos llega. En cuanto uno destapa la bandeja, como haya pescado toda la habitación se impregna de un tufillo cualquier cosa menos apetitoso, procedente del conjunto salsa-pescado.

Y luego, salvo que el pescado aparezca como un apócrifo 'pastel de pescado' cuya mera contemplación desanima a cualquiera, lo peor de todo es que se sirve el pescado, a los pacientes... con espinas. Los hospitales están llenos de gente mayor, que puede ser hábil y ver lo suficientemente bien como para limpiar el pescado, pero que más bien no suele presentar esas características, amén de tener su capacidad de manejar los brazos limitada a fuerza de vías y demás. ¿Cómo se puede, de verdad, incluir en un almuerzo de hospital una trucha entera, llena de espinitas hasta en el carné de identidad?

Hay, hoy por hoy, en el mercado del pescado, preparaciones de lo más cómodas, perfectamente adecuadas a estos casos, a las comidas de los pacientes en los hospitales. Hablo, por ejemplo, de rebozados ya sin espinas y listos para pasar por una freidora; y que nadie piense que estoy pidiendo merluza del pincho o gollerías por el estilo. No. Me conformo con fletán, blanco o negro, en palitos, en filetes, en... como quieran, pero limpio. Y si lo de la freidora les parece graso, estos pescados funcionan de maravilla al horno y a la plancha.

Que sea, comer pescado, una alternativa atractiva para los pacientes, no como ahora, que es un tormento del que la mayoría pasa. Con soluciones como la apuntada incluso minimizamos problemas de temperatura, inevitables en un gran hospital: unos lomos de pescado limpios, rebozados y fritos están ricos recién hechos, tibios y hasta fríos, y no hay por qué taparlos con salsas dudosísimas.

Pero no: cuando toca pescado, viene en salsa y con espinas. Añadamos al problema del pescado el de las guarniciones habituales de carnes o pollo, que son verduras... de lata, y de una calidad por lo menos sospechosa; pero es que la cuerda se rompe siempre por la parte más débil, y en esta cadena el más débil es el paciente. Con toda claridad: gracias a unos y a otros, la comida es, generalmente, mala, y a veces muy mala.

Que estamos en los últimos años del primer decenio del siglo XXI, y que hay muy buenas cosas en el terreno de la comida preparada, del 'catering', de la alimentación... Mira que llevamos años proclamando que servir un pescado no plano con espinas es una grosería; eso, en el restaurante o en casa. Hacerlo en un hospital... renuncio a encontrar un calificativo que no sea ofensivo.

A medida que van cumpliéndose años y las tormentas van dejando efecto en las cuadernas de cada cual se vuelve uno con mayor asiduidad huésped no ya de hoteles de cinco estrellas, sino de hospitales de -digamos- 'cinco jeringuillas'.