Qué tendrá el pirenaico y navarro Ochagavía que lo hace tan especial
Pues tiene un casco histórico impresionante atravesado por un río con puente medieval, casas blasonadas, los Pirineos guardándole las espaldas y la mágica selva de Irati
Este es de esos pueblos que a uno le gusta descubrir, aunque sea por segunda vez. Decíamos que Frigiliana, nuestro Miconos particular, había quedado en tercer lugar en la lista de las siete maravillas rurales de 2016 que elaboran los usuarios de Toprural, que al final somos todos, y a Ochagavía, que se esconde astutamente en el valle pirenaico de Salazar junto a ese bosque mágico y tan animado como el de Fernández Florez que se llama Irati, lo hallamos en el séptimo. Te decimos qué tiene Otsagabia (en euskera) que lo hace tan especial. Y repetimos: tan especial.
1. Un pueblo de montaña sí, pero… Es noble y señorial como el que más, de casas blasonadas y edificios con mucho brío a la orillita del río Anduña, que le da aún más sex appeal –permítasenos el exceso–, con un soberbio puente medieval de los que hay que cruzar y entre montañas. Ochagavía es un pueblo monumental en los Pirineos, concretamente el navarro, de esos que te abren las alas para después invitarte a encender la chimenea, ponerte un vinito y leer (por ejemplo).
2. Es como estar dentro de una postal. Como cuando se va camino del Mulhacén y se ve Capileira a lo lejos blanqueando como hace la cal con las paredes el paisaje, Ochagavía da cuerpo al Pirineo navarro, tan bien puesta y tan bellamente ataviada: calles empedradas, su caserío a los dos lados de la ribera, tejados empinados de teja plana a dos o cuatro aguas, portalones, crucero del XVI, iglesia de piedra con robusta y enhiesta torre… Y además se baila (antiquísimas danzas), en especial cuando llegan las fiestas del 8 de septiembre. Desenfundarás la cámara fotográfica (o el móvil) sí o sí.
3. Su localización en el mapa. Ochagavía está a 764 metros de altitud en el extremo más septentrional del valle pirenaico de Salazar, al noroeste de Navarra. Esto significa que está rodeado de altas cumbres y de frondosos bosques, sobre todo de hayas. Como ya hemos dicho, con río. O ríos: el Zatoya y el Anduña, que forman aquí el Salazar. Y casi ya en Francia.
4. Por sus tesoros. Más allá del patrimonio natural, está el arquitectónico, encabezado por la iglesia de San Juan Evangelista (con retablo renacentista y otras riquezas) y por el santuario de Nuestra Señora de Muskilda, ermita románica del XII situada a cuatro kilómetros del pueblo en el monte del mismo nombre y a más de 1.000 metros. Porque Ochagavía es una villa histórica, que fue la capital del valle; hoy lo es Ezcároz. Ahí están los palacios medievales de Iriarte, Urrutia y Donamaría y las casas blasonadas de los siglos XVIII y XIX.
5. La magia de Irati. Un bosque animado al que se llega siguiendo el cauce del río Zatoya y tras recorrer 24 kilómetros desde Ochagavía. Nada más internarte en esta espesura te darás cuenta de que esto es otro mundo. Es uno de los hayedos mejor conservados de Europa. Y junto a las hayas, los abetos. De esos bosques en los que a uno le gusta perderse, poblados de hadas y de trasgos, y verdes a rabiar.
Es enorme (17.000 hectáreas), pero solo una parte está protegida (238), las correspondientes a las reservas de Lizardoia, Mendilatz y Tristuibartea. Te parecerá un paraíso de fábula, salpicado de arroyos y cascadas; embellecido aún más por el embalse de Irabia, donde se miran al espejo las hayas, y cruzado por tentadores senderos, uno de los cuales se llama 'de los sentidos'. Sin duda, la selva mágica: aquí te encontrarás con Basajaun, el señor del bosque, el Yeti vasco; este es su reino. Lo mejor es verla en otoño.
6. Para conquistar un dos mil. El más occidental del Pirineo. Desde este valle salacenco se puede alcanzar la cima del pico de Ori, de 2.021 metros, la montaña que es santo y seña del lugar, sin que para ello haya que ser un Oiarzabal: en tan solo una hora desde el aparcamiento situado en lo alto de Larrau. Ni que decir tiene que las vistas de la selva de Irati y alrededores desde estas alturas son de quitar el hipo. En días claros se puede ver el Moncayo, el mar Cantábrico, el Midi d’Ossau (casi ya un tres mil, 2.885 metros) y hasta Pau, la capital del departamento de los Pirineos Atlánticos, en la región de Aquitania. Y con imaginación a Ori, la diosa de los genios de la Naturaleza, o al ya citado Basajaun.
7. Y puestos a andar… También se pueden hacer otras rutas de senderismo, como son la del barranco de Otsate, Ogachavía-Udi-Jaurrieta-Ezcároz o la que lleva a Isaba. Patear los otros pueblos del valle de Salazar, Esparza y Ezcároz, o los vecinos valles de Roncal, el del queso, y Aezkoa. O acercarse, para rizar el rizo, a las gargantas profundas de Kakueta (un desfiladero de 4,5 kilómetros) y el cañón de Holtzarte, en la vecina Francia.
8. Se puede esquiar. Además, en el corazón de Irati, en las pistas de esquí de fondo de Abodi-Salazar. Hay cuatro recorridos con una longitud total de casi 30 kilómetros, a los que se accede desde la antigua aduana de Pikatua, en la carretera de Larrau, a 13,5 kilómetros de Ochagavía.
9. Las cosas del comer. Hablamos de migas (de pan seco), de ciervo, jabalí y hasta paloma, de cordero lechal y de trucha a la navarra, de los perretxicos (setas) en primavera y hongos en otoño, y de cuajada, queso de Roncal o pacharán para terminar. Kixkia es una asador con todas las de la ley, donde se sirve chuletón a la brasa y donde el sumiller Mikel Ciberio te pone a mano los mejores caldos.
10. El paraíso del turismo rural. En Ochagavía y alrededores hay casas y hoteles rurales para aburrir, aunque sean justamente para lo contrario, alzadas según la arquitectura tradicional. Está el hotel rural Besaro, que es una casa pirenaica recién remodelada (desde 83 euros); la casa rural Mantxoalorra (un fin de semana para cuatro, 120 euros) o Txalastaso, una vivienda típica de estilo pireinaico, pero con home cinema y otros lujos de hoy (desde 30 euros por persona y noche, para ocho).
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Este es de esos pueblos que a uno le gusta descubrir, aunque sea por segunda vez. Decíamos que Frigiliana, nuestro Miconos particular, había quedado en tercer lugar en la lista de las siete maravillas rurales de 2016 que elaboran los usuarios de Toprural, que al final somos todos, y a Ochagavía, que se esconde astutamente en el valle pirenaico de Salazar junto a ese bosque mágico y tan animado como el de Fernández Florez que se llama Irati, lo hallamos en el séptimo. Te decimos qué tiene Otsagabia (en euskera) que lo hace tan especial. Y repetimos: tan especial.