Los mejores bosques (en España) para perderse
Olvidémonos de una vez por todas de Caperucita, si es que podemos, y juguemos a perdernos en el bosque, como La Maga y Horacio en París.
Olvidémonos de una vez por todas de Caperucita, si es que podemos sacarlo de nuestro imaginario más profundo, y juguemos a perdernos en el bosque, como La Maga y Horacio se perdían en aquel París de Cortázar. Los bosques tienen, además, el poder de animar nuestra imaginación, más allá de Wenceslao Fernández Flórez. Entre musgos, líquenes, setas y cascadas es más fácil creer en hadas y duendes. Si es que hay hasta agujeros en los árboles en los que los gnomos podrían vivir... Y no, no es el de Oma el único bosque animado, por más que Agustín Ibarrola hiciera todo lo posible por convertir esta selva en un lugar encantado. Esta ruta va por los bosques: es para viajeros con vocación de ardillas, solo que a pie. Ahora que además se puede anidar en los árboles.
EL BOSQUE ANIMADO DE OMA, EN KORTEZUBI (VIZCAYA)
El de Oma es un buen bosque para perderse, el más artístico: una Bienal de Venecia o Art Basel en plena naturaleza. Agustín Ibarrola lo pintó en 1984, a la manera de aquellos ancestrales artistas del Paleolítico que emborronaban las paredes -aquí cientos de pinos-, inaugurando esa corriente creativa que es el land art (la intervención del paisaje). Te adentrarás en un bosque, pero también en un sugerente juego de perspectivas. No será lo mismo coger un camino que otro, ni mirar en una u otra dirección. Conclusión: nadie recorre el mismo Oma. Lo tienes en las laderas del valle de Oma, en Kortezubi, en las cercanías de la cueva de Santimamiñe, en la Reserva Natural de Urdaibai.
Quédate a dormir en: el agroturismo Kasabarri, en Bermeo.
EL BOSQUE DE LAURISILVA DE GARAJONAY, EN LA GOMERA
Si querías un bosque mágico, sin intrusión artística y con el valor añadido de ser un ecosistema de la Era Terciaria que desapareció del continente en el Cuaternario por cambio climático -para los amantes de los datos-, ese es Garajonay, en La Palmita (La Gomera). Realmente cruzar su umbral es caer en la cuenta de otro mundo, habitado por gigantes con hojas de color verde oscuro, lisas y perennes. Y gran parte de la culpa la tiene la laurisilva, ese 'bosques de laureles' (literal) formado por unas 20 especies arbóreas, o muy abundantes o muy escasas. Pero los laureles no son los únicos colonizadores. Te cruzarás con otros anfitriones, como las hayas, los sauces, los cedros y los brezos -viejos conocidos-, y otros no tanto, caso del barbusano o el mocán. Comparten piso con más de 700 especies vegetales, de las que la mitad son líquenes, y más de 1.000 especies de hongos. Un Parque Nacional de quitar el sentido (o mejor, dártelo).
Quédate a dormir en: alguna de las casas rurales Las Nuevitas, en el barrio de Nuevitas, en el municipio de Hermigua.
SELVA DE IRATI: “El BOSQUE DE BOSQUES” EN NAVARRA
A estas alturas del año, la selva de Irati está cubierta de nieve, así que podrás ver este tupido bosque de hayas, también con pastizales y abetos, blanquísimo y además practicar esquí de fondo, hacer rutas con raquetas (en los pies) o simplemente andar y andar. Esta mancha verde de 17.000 hectáreas prácticamente virgen presume de ser el segundo hayedo-abetal más extenso y mejor conservado de Europa, después del de la alemana Selva Negra. Hay también arces, olmos, tilos, avellanos y robles solitarios. Está en el Pirineo oriental navarro y no podía ser más bucólico: con el río Irati y el remansado embalse de Irabia (donde arranca la senda de Contrasario), aguándole la fiesta. Juega a identificar a los petirrojos, pinzones o reyezuelos: ¡esos pájaros! Se puede acceder desde Orbaizeta, por el lado occidental, y desde Ochagavía, por el oriental. Y si te estás preguntando por los trasgos y las brujas, no faltarán, sobre todo cuando hay niebla. Ni el espíritu de doña Juana de Labrit, personaje histórico, ni el señor del bosque, Basajaun, más ágil incluso que los ciervos.
Quédate a dormir en: el hotel rural Eseverry, en Jaurrieta (Navarra).
EL PARQUE NATURAL DE SOMIEDO, EN ASTURIAS: NO SOLO OSOS
A Somiedo se va pensando en los osos pardos más que en los bosques y los árboles en sí; hay que reconocerlo. Ni siquiera en los lagos que llenan de paz este Parque Natural que se derrama por cinco valles, entre ellos el de Pola de Somiedo, con sus cinco ríos. Hay tantas cumbres como depresiones y montones de finas estampas que grabar. Desde las cabanas de teito de escoba, refugio de vaqueiros, hasta las reses en busca de los mejores pastos, que aquí lo tienen más que fácil. Pero habíamos venido aquí a hablar de bosques: una cuarta parte de sus 29.122 hectáreas está ocupada por ellos, sobre todo caducifolios. Hay muchas hayas, pero también robles, abedules y encinas. Las zonas más boscosas son las del valle de Saliencia, Pigüeña y la ladera del Coto. Te meterás en el corazón de la Cordillera Cantábrica.
Quédate a dormir en: el hotel Flórez-Estrada, un palacio del siglo XIII en medio de Somiedo. Para que descubras que el lujo también es natural.
LOS ANCARES-COUREL, LA RESERVA VERDE DE GALICIA (EN LUGO)
Este es el hogar del urogallo, ese ave galliforme que sigue pareciendo mitológico aún cuando se sabe que es real. Convive en este reino con los lobos, los corzos y lo jabalíes, a los que podrás cruzarte si te animas a llevar tus pasos por algunas de las rutas que discurren entre robles, castaños, hayas, abedules y hasta las mediterráneas encinas (¡en pleno Atlántico!). Sus bosques son paraísos en verde, pobladísimos. Hay para elegir: Aciñeiral de Cruzul, el Souto de Agüeira, la Devesa de Rogueira, el de Cabana Vella y la Fraga de Marronda, donde están las hayas más occidentales del sur de Europa. Es difícil encontrarse con un oso, pero no es imposible. Aquí la naturaleza es muy generosa. Aparte, no te pierdas las pallozas, construcciones prerromanas.
Quédate a dormir en: casa rural Aira de Ancares, en el municipio de Cervantes, en plena Reserva de la Biosfera de Los Ancares.
HAYEDO DE TEJERA NEGRA, EN GUADALAJARA
Llegamos, por fin, al último hayedo del sur de Europa, el de Tejera Negra, esculpido por un microclima al que contribuyen los ríos Lillas y Zarzas, nacidos en el glaciar La Buitrera. Verás un bosque de hayas también de cuento, acompañadas por pinos, tejos, acebos, melojos y abedules, y te rodeará, por fin, el silencio. Es tierra de los apreciados boletos, del corzo, el zorro y el jabalí, y mirando al cielo, del águila real. Este Parque Natural, situado en Cantalojas (Guadalajara), se puede recorrer trazando dos rutas circulares: la Senda de Carretas y la Senda del Robledal, a pie o en bicicleta. El invierno es crudo, eso sí, en este extremo del macizo de Ayllón: tan duro como bello. No te dejes la cámara, ni en este bosque ni en ninguno, sobre todo la de tu memoria.
Quédate a dormir en: la casa rural y spa privado El Huerto del Abuelo, en Almiruete (Guadalajara). Todo un plan rural para descubrir el interior.
Olvidémonos de una vez por todas de Caperucita, si es que podemos sacarlo de nuestro imaginario más profundo, y juguemos a perdernos en el bosque, como La Maga y Horacio se perdían en aquel París de Cortázar. Los bosques tienen, además, el poder de animar nuestra imaginación, más allá de Wenceslao Fernández Flórez. Entre musgos, líquenes, setas y cascadas es más fácil creer en hadas y duendes. Si es que hay hasta agujeros en los árboles en los que los gnomos podrían vivir... Y no, no es el de Oma el único bosque animado, por más que Agustín Ibarrola hiciera todo lo posible por convertir esta selva en un lugar encantado. Esta ruta va por los bosques: es para viajeros con vocación de ardillas, solo que a pie. Ahora que además se puede anidar en los árboles.
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