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Macarena Olona escribe una carta de amor a su padre adicto
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ADELANTO EDITORIAL

Macarena Olona escribe una carta de amor a su padre adicto

La abogada del Estado publica hoy 'Soy Macarena', donde habla mucho de política pero también de su juventud, cuando se "asomó al precipicio", marcada por las adicciones y el abandono de su padre

Foto: Macarena Olona, durante una entrevista. (EFE/Fermín Cabanillas)
Macarena Olona, durante una entrevista. (EFE/Fermín Cabanillas)

Dice Macarena Olona, que ha sido pantera en ese zoo que es la política y ahora lidera Caminando Juntos, que esta le ha permitido "cumplir con ese sueño" que para ella era escribir un libro. Antes que el Derecho o Vox, la joven Macarena quería estudiar Filología y escribir. Hasta que un tío suyo le dijo aquello de que primero hay que llenar la nevera. "Aquí me tienen sacándome la espinita de la niña que quiso ser escritora. Aquí me tienen escribiendo un libro", dice con orgullo en 'Soy Macarena. Mi vida, mis ideas, mi camino', de La Esfera, que hoy sale a la calle en medio de mucho revuelo por lo que dice de su salida de la formación política. Hay mucho de eso, sí, pero el libro también es un ejercicio de empatía brutal con su padre, una forma de perdonarle y rendirle homenaje un año después de su muerte.

Pablo Olona Cabasés, que era adicto a la cocaína y al alcohol y abandonó a su familia cuando Macarena tenía 13 años, es uno de los grandes misterios que siempre han rodeado la vida de Olona, entre medias verdades y bulos informativos. Ahora, Macarena ajusta cuentas con todo eso y realiza el doble salto mortal de la honestidad, sin saltarse nada.

Ese abandono, tal y como escribe la exparlamentaria, marcó su primera adolescencia y a punto estuvo de llevarla a ella también a asomarse al precipicio. "El despertar de mi pubertad coincidió con la falta de mi padre. Un día me levanté y ya no estaba. Sus cosas, su olor, su voz, sus pasos, todo se había evaporado. Marchó como se marchan las cosas que más duelen: yéndose en apariencia, quedándose en ti. Fue duro comprender que era lo mejor, que su ausencia de alguna manera representaba un acto de amor y dignidad. Él se despidió porque quería ahorrarnos un sufrimiento extra. No soportaba pensar que su enfermedad nos salpicase, que sus errores nos alcanzasen. No se quitó de en medio, nos puso en el centro y decidió que lo mejor era alejarse, ponernos a salvo de él. Al igual que imagino que a él le costó tomar esa decisión, a mí me cuesta escribir esto", desgrana.

En realidad, la autobiografía de Olona se convierte por momentos en una carta de amor al padre y en un intento de comprensión: "Mi padre fue un hombre extraordinario, de esos que entran en una habitación y la llenan por completo. Hijo de pagesos de Aitona, un precioso pueblo agricultor de Lérida, tenía 'aristocracia de espíritu', que no de cuna. Guardo como un tesoro cada instante que disfruté con él en sus momentos de lucidez, pero, y quienes conozcan esta realidad me entenderán, cuando una adicción entra en un hogar, lo revienta todo por dentro. Empezando por la persona que padece una enfermedad. Que vive dominado por sus demonios, a pesar de luchar contra ellos con todas sus fuerzas. Tanto nos amó a mi madre y a sus hijas que se apartó de lo que más quería para evitar arrastrarnos al infierno que le consumía. Mi primera gran lección de vida. Dolorosa e involuntaria".

placeholder Macarena Olona, con compañeros de Caminando Juntos, en Alicante. (EFE)
Macarena Olona, con compañeros de Caminando Juntos, en Alicante. (EFE)

La joven Macarena achaca a eso y a su personalidad "de contrastes" esa primera juventud que la esperaba "con la puerta abierta y el coche arrancado". No lo dice claramente, pero se huele el exceso en varios pasajes sobre aquella época: "Me entregué sin límites ni mesura a ese abanico de posibilidades que rodea a los primeros compases de la libertad". "Fue una época de fiesta y de descontrol; puse el piloto automático y viví con precocidad los días y las noches a flor de piel [...]. Los rayos del sol doraban mi cara los domingos por la mañana en el parking del after. Intensos fines de semana en una Alicante 'bakala' que se contoneaba al ritmo de los platos de Chimo Bayo".

Aquello duró poco, "los meses de euforia y desenfreno acabaron de la misma manera que empezaron, con una sonora bofetada, con un golpe certero a mi orgullo", escribe. Repitió 3º de BUP y una profesora le hizo darse cuenta, "la palabra niñata se había inventado" para definirla. "Me puso ante el espejo de mi comportamiento, y allí me di cuenta de que estaba tirando todo por la borda. Se me rompió el escudo de la arrogancia y se me vino a la cabeza la imagen de mi madre: pensé en ella, en todo lo que estaba haciendo para sacarnos adelante. Sola. Ella surfeaba adversidades y yo le estaba llevando tsunamis a casa. Me invadió una profunda vergüenza; sentí por vez primera que le estaba fallando a alguien que jamás me fallaría".

De aquella época se lleva la escuela de la calle, que no es poca cosa. La acera. "No me arrepiento ni de uno solo de los días de after y excesos. El desenfreno adolescente de ese tiempo cimentó la persona que soy hoy, alicató las paredes de mi espíritu. La conversión te da la oportunidad de conocer todas las esquinas de la mesa, las dos orillas por las que fluye el caudal de la existencia. Aprendí mucho en la calle, me curtí en esa otra sabiduría del bordillo y la litrona, la que te da el vivir sentada en el maletero de un coche el cambio de escena entre la luna y el sol [...]. Sin saberlo, hice un curso acelerado de sociología".

La madre (también el libro es una carta de amor a ella) consiguió hacerles salir del hoyo económico en el que les había dejado la marcha del padre. "Ella, casada a los dieciocho años, que se había dedicado desde entonces en cuerpo, alma y corazón a formar y cuidar de su familia, de la noche a la mañana se encontró con dos niñas pequeñas a las que tenía que sacar adelante. Sola. Y se reinventó. Tirando hacia delante cuando el alma pesaba como una losa. Nos dio la estabilidad que necesitábamos y empezamos a vivir. Ella. Nuestra particular heroína sin capa".

Con el tiempo, su madre se volvió a casar con una de las mayores fortunas de Alicante, Perfecto Palacio. Un empresario hecho a sí mismo con el que Macarena Olona tuvo siempre una gran complicidad. "Un hombre al que primero conocí como padrastro, pero al que pronto llamé padre y que pronto me llamó hija. Yo no llevaba su sangre, pero él supo templar la mía. Él no me dio la vida, pero me enseñó a caminarla y me la hizo más fácil. Me comprendió desde el principio, supo ver más allá de la mujer en potencia que era".

La llamada

"Estaba en el pleno del Congreso un martes de marzo cuando me llamó un número de teléfono larguísimo que no conocía. Pasé, no lo cogí. Pero cinco minutos antes de empezar la votación, en torno a las 20 horas de la tarde, recibí un mensaje de una buena amiga panameña, que había sido esposa de mi padre, y que hoy es como mi hermana, Neslin Arce. Me decía que lamentaba mucho tener que comunicarme su fallecimiento. Llevaba mucho tiempo sin saber nada de ella, también de mi papá. Estuve tres minutos mirando la pantalla fijamente, en silencio, sin reaccionar [...]. Se murió sin haberle podido dar un último abrazo, faltándonos muchas conversaciones, sin habernos podido despedir en condiciones, sin haberle podido ver bien, recuperado de su adicción", escribe Olona.

placeholder Portada del libro 'Soy Macarena', de La Esfera.
Portada del libro 'Soy Macarena', de La Esfera.

Su padre, que había residido a ratos en Panamá, la que siempre consideró su segunda tierra, "se fue a morir allí, donde siempre había sido tan feliz". Tras mucho papeleo, consiguió enterrarle en Aitona (Lérida), con sus antepasados. "Una de las maneras que tuve de reconciliarme con mi padre fue su entierro en Lérida. Volví a encontrarme con mi familia paterna, a la que hacía más de veinte años que no veía, y conocí a amigos suyos. Me gustó escuchar sus palabras sobre él, las anécdotas, las huellas bonitas que yo desconocía. Fue un día muy emotivo", concede.

Aunque si hay moraleja en el libro es esta: el homenaje a la madre. "Ella me enseñó lo que significa luchar a contracorriente. Quise ser ella. Mi madre fue un manantial de humanidad en el que siempre procuro reflejarme".

Dice Macarena Olona, que ha sido pantera en ese zoo que es la política y ahora lidera Caminando Juntos, que esta le ha permitido "cumplir con ese sueño" que para ella era escribir un libro. Antes que el Derecho o Vox, la joven Macarena quería estudiar Filología y escribir. Hasta que un tío suyo le dijo aquello de que primero hay que llenar la nevera. "Aquí me tienen sacándome la espinita de la niña que quiso ser escritora. Aquí me tienen escribiendo un libro", dice con orgullo en 'Soy Macarena. Mi vida, mis ideas, mi camino', de La Esfera, que hoy sale a la calle en medio de mucho revuelo por lo que dice de su salida de la formación política. Hay mucho de eso, sí, pero el libro también es un ejercicio de empatía brutal con su padre, una forma de perdonarle y rendirle homenaje un año después de su muerte.

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