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Las firmas de lujo se apuntan a las ¿súper? rebajas
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Las firmas de lujo se apuntan a las ¿súper? rebajas

Vía Condotti es una calle larga, larguísima, que el turista observa interminable cuando se asoma a la plaza de España desde la escalinata que sube hasta

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Las firmas de lujo se apuntan a las ¿súper? rebajas

Vía Condotti es una calle larga, larguísima, que el turista observa interminable cuando se asoma a la plaza de España desde la escalinata que sube hasta la iglesia de la Trinidad. Esta vía la construyeron los romanos, siempre tan prácticos (SPQR), para poder alcanzar la colina del Pincio, y hoy permite a los extranjeros escapar de la muchedumbre que abarrota los aledaños de la Barcaccia en los meses estivales. Pero en invierno, cuando llegan los saldi, los súper saldi habría que decir, es Condotti la que resulta intransitable: una maraña humana en busca de gangas. Y, desde luego, quien las persigue, las encuentra.

A media tarde, los primeros días de enero, la cola de curiosos que espera para entrar en Dolce & Gabanna da la vuelta a la esquina. Y un vigilante de seguridad impide el acceso, como si se tratara de un museo, o precisamente porque de eso se trata: sólo 10 clientes cada 15 minutos. Algo parecido sucede en Gucci y Louis Vuitton.

Allí, en Condotti, están todos: Armani, Hermès, Fendi, Prada, Ferragamo… Hasta Valentino, que al parecer un día acudió sin éxito a los tribunales para tratar de impedir la apertura de un McDonald´s cerca de la Plaza de España, quejándose del ruido y los olores repugnantes en las cercanías de la calle del glamour.

Por estas fechas, Europa se vuelve loca con las rebajas. Londres dio el pistoletazo de salida el pasado 26 de diciembre. Desde las 9 de la mañana, con puntualidad británica, los dependientes de los almacenes Harrods, el emblemático establecimiento de Knightsbridge, famoso por sus increíbles descuentos en artículos de lujo, hasta un 75%, estaban preparados para recibir la avalancha de curiosos.

En Sloane Square, Harvey Nichols, otro clásico, colgaba en su web el cartel de rebajas, un 60%. La City es hoy un hervidero de compradores: llenan Selfridges & Co, 400 Oxford Street, y Fortnum & Mason ,181 Piccadilly, y los tradicionales comercios de Regent Street. Y aún hay sitio para los más jóvenes, que abarrotan Oxford Street, o lo que es los mismo, Top Shop, HyM, Gap y cualquiera de las franquicias de moda con pica en la capital.

En París, la Cámara de Comercio es la primera en promocionar las ventas. Hay rutas de compras y asistentes entrenados para responder a las preguntas de los miles de turistas que son tentados por las rebajas de la ciudad eterna. Ya se sabe, los viajes shopping están a la última. Y todavía hay tiempo para programarlos. Los descuentos siguen hasta mediados de febrero.

En Madrid, las rebajas de lujo suscitan mucha menos expectación. Son las siete de la tarde del día 5 de enero.  El silencio inunda la tienda que Valentino, o mejor dicho, su marca, tiene en la milla de oro, la emblemática calle de Ortega y Gasset. Hace rato que ninguna dama atraviesa el umbral y la joven y bella dependienta permanece recluida en las dependencias privadas del establecimiento. El comprador llama a la puerta y surge la noticia: todos los artículos tienen una rebaja del 50%. Sólo dos bolsos mantienen su precio oficial, cosas del márketing. Lo demás, a mitad de precio. Zapatos, vestidos y complementos. Hay botas maravillosas para piernas de dos metros y glamurosos bolsos shopping, adornados con capullos de raso, absolutamente valentinos. Ya se sabe, lujo eterno.

Sólo una pareja compra a esas horas de la tarde en Bang & Olufsen. Las parejas que van llegando preguntan por las rebajas. Confuso, un atento comercial les recuerdas que Bang & Olufsen nunca baja los precios. Al contrario, todos los años los sube, aproximadamente un 3%. Curiosa estrategia para tiempos de crisis. Algo parecido sucede en Hermès. Elegantísimo local y delicadas vajillas, que, sin embargo, no conocen comprador. Un par de dependientes, algo azorados, confirman lo esperado: Hermés, artesanía y lujo por excelencia, no hace descuentos.

Los monogram de Louis Vuitton, sin embargo, resisten cualquier crisis. La tienda de Ortega y Gasset está llena. Con rebajas, o sin ellas. “No, nunca colgamos el cartel de sales”, anuncia una dependienta cuando un caballero de mediana edad le pregunta el importe de un sobrio maletín de piel, 2.800 euros. Son casi las nueve de la noche y el establecimiento sigue lleno.

Jimmy Choo rebaja un 30% los restos de sus últimas colecciones de bolsos y zapatos, Armani hace descuentos del 30% en piel y del 40% en ropa, y Loewe liquida con un 30% una parte de su colección masculina y con un 40% algunos bolsos de señora, “por ahora”, murmura cómplice un amable dependiente de la tienda que la firma tiene junto a la plaza de Colón. En Dolce y Gabanna las sales son del 30% en todos los artículos, excepto la piel, que llega al 40%. Es una pena que el Miss Sicily, el icono de D&G, a partir de 1.700 euros, no tenga ni un 5% de descuento.

Es un placer visitar Loro Piana y acariciar sus tejidos. No en vano es la marca preferida de los caballeros. Y su cashmere es único. Toda la ropa, excepto los trajes de chaqueta confeccionados a medida, anuncian una liquidación del 30%. Y hay estupendas gabardinas, tanto para ella como para él, todas con el sello de la casa. Un bolsillo interior rematado con hilos de titanio, recomendación del cardiólogo del señor Loro Piana. “No debería guardar el móvil cerca del corazón”, le dijo un día. “Qué puedo hacer, todas mis prendas masculinas llevan un pequeño bolsillo en el lado izquierdo…” El resultado, esos hilos de titanio que hoy cuentan con el aval de la Sociedad Italiana de Cardiología, para reducir el impacto de las microondas.

Más suculentos son los descuentos de Gucci y Chanel. Los italianos han habilitado una planta en su corner de Serrano para mostrar la larga lista de artículos marcados con el 50%, y Chanel vende a mitad de precio una exquista colección de trajes de chaqueta, cóctel y noche, prendas todas de temporadas anteriores. Pero no importa, en la maison Coco el lujo es imperecedero. Como el 2.55, un icono que, desgraciadamente, no tienen ni un duro de rebaja.  

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Vía Condotti es una calle larga, larguísima, que el turista observa interminable cuando se asoma a la plaza de España desde la escalinata que sube hasta la iglesia de la Trinidad. Esta vía la construyeron los romanos, siempre tan prácticos (SPQR), para poder alcanzar la colina del Pincio, y hoy permite a los extranjeros escapar de la muchedumbre que abarrota los aledaños de la Barcaccia en los meses estivales. Pero en invierno, cuando llegan los saldi, los súper saldi habría que decir, es Condotti la que resulta intransitable: una maraña humana en busca de gangas. Y, desde luego, quien las persigue, las encuentra.

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