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La cólera del Rey o cómo se entera del embarazo de Telma
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La cólera del Rey o cómo se entera del embarazo de Telma

Si esto fuera un relato infantil, la historia podría comenzar como lo hacen todos los cuentos. Había una vez un monarca que vivía tranquilo en su

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La cólera del Rey o cómo se entera del embarazo de Telma

Si esto fuera un relato infantil, la historia podría comenzar como lo hacen todos los cuentos. Había una vez un monarca que vivía tranquilo en su palacio. Nadie perturbaba su intimidad hasta que llegaron elementos ajenos a su círculo más privado que decidieron contarlo todo. O mejor dicho, reseñar determinadas situaciones personales hasta ese momento inéditas. Y fue entonces cuando se desató la ira real.

En el cuento, seguramente el enfurecido monarca enviaría a las mazmorras de por vida a los voceros que habían traicionado la confianza. Extrapolando la ficción a nuestra realidad, más que ira fue un reproche expresado por el propio rey ante algunas de las informaciones aparecidas últimamente en la prensa. Esas protestas tuvieron como punto de partida una recepción oficial y fueron variadas y diversas. Unas tenían que ver con cuestiones domésticas, como las referidas al cómo, qué y quiénes cenaron la noche del 24 de diciembre, y otras entraban más en las relaciones interpersonales de los miembros de su familia.

En el primer apartado, el rey aclaró que no tomaron sopa. En cuanto a las habilidades para interactuar entre seres del mismo clan, que son al fin y al cabo la definición de afectos familiares, tuvo a la Princesa de Asturias como punto de referencia. Resulta que estaba comentando estos aspectos con dos periodistas (Mariángel Alcázar y Mariñas) elegidos entre el resto de informadores presentes -muchos de ellos con mando en plaza y poder directivo- cuando se acercó la mamá de Leonor preguntando de qué hablaban. El rey, tras el desahogo verbal, decidió relajarse y tomarse los comentarios a chunga. Dirigiéndose a su nuera le dijo: “¿Ya vienes a ejercer de periodista?”. A continuación comentó “que no podemos hablar… que ya sabes que dicen estos que no nos tratamos”.

En cuanto la princesa despejó el área, el anfitrión continuó con su parlamento informal que tanto agradecen los periodistas. Siempre consuela que, ante la opacidad informativa que rodea el mundo Borbon&Ortiz, donde parece que no cabe nada que suponga intrascendencia, el rey regale titulares. Contó que ese día llevaba calzoncillos de color amarillo y rojo, que por su cumpleaños le habían regalado lo de siempre, “chorradas”, y acabó retomando el cabreo inicial con un “Estoy hasta los c…”. Y eso que aún nadie le había hablado del nuevo libro de Jaime Peñafiel, Retrato de un matrimonio .

Y tampoco imaginaba que muchos de los altos cargos y políticos invitados a la cena de su cumpleaños iban a convertirse en paparazzi contando con puntos y comas lo visto y no visto, lo intuido y lo constatado… para que luego su majestad cargue contra los mensajeros.

Dicho esto, puede ser que algo de razón tuviera el monarca acerca de la falta de consistencia de algunas informaciones que son más leyenda urbana que realidad. Otras en cambio, tienen el punto de partida en comentarios directos que, dependiendo de quien los cuente o quien los reciba, se convierten en dardos envenenados. Por ejemplo, los que tienen que ver con las relaciones interpersonales: que las infantas se llevan de maravilla es público y notorio mientras que la relación con la cuñada Letizia no es para tirar cohetes porque aparentemente no comparten nada. Nunca se les ha fotografiado juntas de tiendas, ni en tardes de cine, ni esquiando, ni navegando, ni en el circo… Cuando lo han hecho, como ocurre en el club de Campo o Puerta de Hierro, no hay constancia gráfica.

La separación de la Infanta Elena habría sido un buen momento para demostrar ese afecto que algunos aseguran se tienen las cuñadas. Pero salvo la tarde/noche que Elena celebraba su cumpleaños y la princesa acudió a su casa, el apoyo incondicional no se ve por ningún lado. Respecto a la Infanta Cristina, no hay ni una sola imagen en la que la Princesa Letizia haya acudido con Leonor a Barcelona en los cumpleaños de los primos Urdangarín, donde nunca faltan Victoria y Froilán. A la inversa, tres cuartos de lo mismo.

Respecto a la relación con los suegros, como siempre dos versiones. Unos aseguran que con la reina es muy buena. Los que comparten cotidianeidad, (que no intimidad) confirman que el inmenso amor de doña Sofía a su hijo querido diluye cualquier desencuentro con la princesa. Un dato, a la reina le gustaría disfrutar mucho más de sus nietas. Y demasiadas veces parece que en vez de compartir el mismo recinto de la Zarzuela, las niñas vivan en Laponia. La prudencia de la abuela real hace que sólo acuda a la Casa de Asturias previa llamada telefónica y por supuesto cuando la invitan.

En cuanto a su majestad, como regalo de cumpleaños no discreparé de sus manifestaciones el día que contó a Mariñas y Alcázar que estaba hasta los c…. Sólo un apunte que otro día puede ser que amplíe. Escenario, comedor de palacio. Los reyes, los príncipes y un par de familiares directos comparten almuerzo navideño. En un momento dado, el rey comenta de una forma distendida a su nuera que como no les había dicho nada del embarazo de su hermana Telma del que se habían enterado por la prensa. Efectivamente yo no estaba allí, pero supongo que la respuesta de la princesa dejaría a los comensales regios tan pasmados como me quedé al enterarme del sucedido. Más o menos vino a decir que su hermana era muy especial y que le había hecho prometer que mantendría el secreto. Que no se lo contaría a nadie. Ni tan siquiera a Felipe… que como el resto de la familia se supone conoció la feliz noticia por los medios de comunicación.

Si esto fuera un relato infantil, la historia podría comenzar como lo hacen todos los cuentos. Había una vez un monarca que vivía tranquilo en su palacio. Nadie perturbaba su intimidad hasta que llegaron elementos ajenos a su círculo más privado que decidieron contarlo todo. O mejor dicho, reseñar determinadas situaciones personales hasta ese momento inéditas. Y fue entonces cuando se desató la ira real.

Rey Don Juan Carlos