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Jóvenes, ricos y vividores: los 'lobos del Ibex'
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la vida de los brokers que se hicieron de oro

Jóvenes, ricos y vividores: los 'lobos del Ibex'

Son muchos los jóvenes españoles que, gracias a grandes ‘pelotazos’ en el índice bursátil, disfrutan de vidas de vértigo, desenfreno y poder a raudales

Foto: Enrique Bañuelos (EFE)
Enrique Bañuelos (EFE)

“España es el país del mundo donde más rápido se puede hacer uno rico”. Lo dijo Carlos Solchaga y seguro que lo comparten muchos de los jóvenes emprendedores que, corbata al cuello y café en mano, pululan por los alrededores del Palacio de la Bolsa de Madrid.El Lobo de Wall Street de Martin Scorsese ha puesto de nuevo en el mapa a los corredores de bolsa que triunfaron jóvenes gracias a grandes ‘pelotazos’ en el índice bursátil que para sí quisieran el resto de los mortales. En España también hay lobos que disfrutan de vidas de vértigo en las que el dinero multiplica las posibilidades. Sin embargo, los nuestros aúllan ante el Ibex 35. Son razonablemente jóvenes, triunfadores, van impecablemente vestidos y escudriñan con su mirada los bancos y las sociedades de valores hasta el punto de haberse convertido, algunos de ellos, en auténticos ‘apóstoles del pelotazo’.

Nombres hay muchos, pero el que podía ser un sosías hispano del Leonardo DiCaprio de la película, ese es Enric Bañuelos, que a los 16 años ya había fundado su propia empresa a pesar de haber nacido en una familia humilde que nada tenía que ver con el mundo empresarial. La muestra más grande de su fanfarronería, producto de sus inversiones de dudosa legalidad, fue una paella gigante que mandó elaborar en pleno Central Park para presentarse a los neoyorkinos. De hecho, una de las frases que le adjudican es igual de pomposa, “Déjenme desnudo en Central Park y saldré en una limusina”, aseguran que ha llegado a decir. Igual de pomposo es el palacete que se compró en pleno Paseo de la Castellana, el del marqués de Salamanca. El edificio del siglo XIX de estilo italiano, lleno de árboles centenarios y con fuentes construidas con mármol de Carrarra acabó en sus manos. Para entonces ya era obscenamente rico y no tenía ningún afán de disimularlo.

Su grupo inmobiliario nació en el ámbito mediterráneo al urbanizar 17.400.000 m2 y con aproximadamente 50.000 viviendas, muchas de ellas construidas a pie de playa, orientadas a clases medias como segunda vivienda. A ese grupo se unieron otras de sus empresas en 2006, conformando Astroc, una empresa cuyo nombre es una variante de Castro, el apellido de la que considera la mujer más importante de su vida: su madre. La posibilidad de promover la urbanización de suelo sin necesidad de ser propietario del mismo fue la que le hizo de oro. Poco después de conformar Astroc, vendía la acción a 6,4 euros con algunas de sus mejores armas; por ejemplo, la misma sonrisa de niño bueno que había exhibido a los 18 años ante un banco para conseguir una subvención que le permitía comercializar miel. Como si de otro DiCaprio, el de la película Atrápame si puedes, se tratase, pasados los años encandiló incluso a Amancio Ortega, que a punto estuvo de comprarle un 10% de Astroc y al final solo se quedó con un 5%. El encanto personal nunca fue tan rentable.

Sin embargo, como toda burbuja, la suya también se acabó desinflando en 2007, cuando la empresa se desplomó. Tras el descalabro, vinieron los disgustos para sus accionistas. En la junta general, uno de ellos, Felipe Izquierda, aseguró que su dinero “se había esfumado” por culpa de Bañuelos. Izquierda había comprado, en mayo de 2006, 350 títulos de Astroc a 71 euros cada uno. Cuando quiso darse cuenta, en junio, valían 9,5 y Bañuelos se había ido a Brasil, donde intentó repetir la misma jugada comprando inmobiliarias, lo apodaban el ‘Donald Trump español’ y no tenía problema en exhibir aviones privados. A mediados de 2012, con 45, volvía a España para aliarse con La Caixa y la Generalitat de Cataluña y construir un macro complejo de ocio. Aunque su bolsillo está lleno, su sueño parece haberse esfumado, ya que ese proyecto no se ha materializado y hoy por hoy, dedica más tiempo a su mujer, inspectora de Hacienda, y a sus dos hijas. Pidió expresamente a algunos medios de comunicación que nunca apareciese el nombre de éstas por problemas de seguridad.

Jenaro García, de Gowex

Bañuelos aparte, no todos estos ‘cachorros’ del beneficio bursátil han dejado cadáveres por el camino. Por ejemplo, Jenaro García, fundador y presidente del Grupo Gowex, dedicado a ofrecer conectividad wifi a las ciudades. Todo empezó como el sueño de un jovencito que le propuso a su mujer vender la casa que ambos compartían para financiar su proyecto. Fue su suegra la que acabó convenciendo a la hija de que debían emprender el proyecto, por aquel entonces algo utópico: el de un Internet libre de cables y al alcance de cualquiera. El consejo de suegra acabó probando que detrás de un gran hombre, se encuentra una gran mujer. Con los años, ese sueño ha acabado cotizando como la espuma y, actualmente, la empresa vale unos 1.000 millones de euros. A sus 45 años, Jenaro García ha construido un imperio, ya que su empresa lidera el sector de las llamadas ‘ciudades wifi’, puntos de las urbes donde la conectividad es gratuita. Su carácter emprendedor venía de lejos. Con apenas 19 años ya importaba coches desde Alemania al tiempo que estudiaba Derecho. A eso había dedicado su primera empresa. Después, y gracias a su suegra y a la complicidad de su mujer, acabó llenándose los bolsillos de forma meteórica.

El fundador de Tuenti, Zaryn Dentzel (EFE)Otro que podría ocupar la lista es Zaryn Dentzel. El creador y presidente ejecutivo de Tuenti, que ahora tiene 30 años, se hizo de oro gracias a la red social, que parece estar planeando su cotización en bolsa. Con tan solo quince años se enamoró de España durante un intercambio en secundaria y, totalmente interesado en lo español, siguió manteniendo el contacto con sus amigos españoles con los que, años más tarde y dado el interés que mantenían en las redes sociales, les impulsó a crear Tuenti. En agosto de 2011, Telefónica se hacía con la red social y pagaba a sus creadores la friolera de 70 millones de euros. A pesar de su enorme fortuna, es poco amigo de la ostentación. Por Madrid prefiere pasear en vespa y tanto su novia como él viven en un piso de alquiler cerca del Museo Reina Sofía. Además, él mismo define a sus padres como “anticapitalistas” y cree firmemente que no son muy entusiastas con lo que ha logrado.

Mario Losantos, es otro joven ‘cachorro’ que, además, tuvo su campo de actuación en Wall Street, llevando hasta allí el nombre de España gracias a la inmobiliaria heredada de su padre, Riofisa. Su golpe de efecto fue venderla por 750 millones de euros, el precio por vender gran parte de su inversión en Estados Unidos. A mediados de 2008 había decidido colocar en Wall Street parte de las plusvalías obtenidas por la venta del 50% de Riofisa a Colonial para evitar penalizaciones fiscales. La decisión le hizo de oro ya que, sin haber cumplido los 35 años, se convirtió en el hombre más rico de La Rioja al multiplicar por cinco los beneficios de la empresa de su padre, fallecido de un cáncer en 1999.

Después de ganar semejante fortuna, Losantos no necesitó estafar a nadie ni continuar con su carrera bursátil sino que, profundamente religioso, amante de la poesía, el arte y la vida familiar, se retiró a Londres, donde es conocida su faceta de compra de edificios emblemáticos que, después, se dedica a restaurar. “Mario se vio obligado a vender aunque no quería, pero también es cierto que vendió en el mejor momento”, comentaba un allegado hace unos años a El Confidencial. Con cerca de 1.200 millones de euros en el bolsillo, Mario Losantos puso tierra de por medio con respecto a los grandes negocios. “Es una persona extraordinaria, muy preocupado por los temas morales y que destacaba en los discursos, igual que su padre”, añaden los que le han conocido bien. Él supo librarse de la quema y del terror de la crisis. Además, es la prueba de que, a veces, los lobos del Ibex no son tan fieros como los pintan.

“España es el país del mundo donde más rápido se puede hacer uno rico”. Lo dijo Carlos Solchaga y seguro que lo comparten muchos de los jóvenes emprendedores que, corbata al cuello y café en mano, pululan por los alrededores del Palacio de la Bolsa de Madrid.El Lobo de Wall Street de Martin Scorsese ha puesto de nuevo en el mapa a los corredores de bolsa que triunfaron jóvenes gracias a grandes ‘pelotazos’ en el índice bursátil que para sí quisieran el resto de los mortales. En España también hay lobos que disfrutan de vidas de vértigo en las que el dinero multiplica las posibilidades. Sin embargo, los nuestros aúllan ante el Ibex 35. Son razonablemente jóvenes, triunfadores, van impecablemente vestidos y escudriñan con su mirada los bancos y las sociedades de valores hasta el punto de haberse convertido, algunos de ellos, en auténticos ‘apóstoles del pelotazo’.

Wall Street Amancio Ortega