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Rocío Rivera: "Canto flamenco, antes me llamaba Roberto... ¿y qué?"
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la primera transexual cantante de flamenco

Rocío Rivera: "Canto flamenco, antes me llamaba Roberto... ¿y qué?"

Tenía 15 años y asociaba cambio de sexo a prostitución. Hoy es la primera mujer transexual cantante de flamenco reconocida. Así es la vida de Rocío Rivera

Foto: Rocio Rivera, flamante con su bata de cola
Rocio Rivera, flamante con su bata de cola

"Tenía 15 años y asociaba la transexualidad a prostitución, a gente loca que se disfrazaba para tener sexo. No tenía referentes en mi entorno y más que miedo, eran dudas. Soy de Aranjuez, mi familia siempre me ha tenido muy protegida porque desde niño me veían diferente. Iba a comprar y cada vez me gustaba más la ropa con brillos, las prendas de mujer. Había todo un proceso dentro de mí, que ha culminado en quien soy ahora: Rocío Rivera. Igual, si has visto la película 'La chica danesa', me puedes entender mejor". Y aquí está. Maquillada, con unas uñas infinitas, un sencillo vestido verdeaguamarina, hombros al aire y el maquillaje justo para un festival de curvas de 180 centímetros.

La persona que está frente a mí tiene 33 años y acaba de venir de ensayar su espectáculo en La Latina con la Compañía de Rafael Amargo. Mira el móvil de reojo, de vez en cuando, porque a las cinco abre su salón de peluquería en Aranjuez y no se le puede echar el tiempo encima. Rocío Rivera, la que soñaba con ser Isabel Pantoja cuando era biológicamente niño, se ha convertido en la primera cantante de flamenco transexual. "¿No has visto mis actuaciones en el programa de Irma Soriano en la tele de Castilla-La Mancha? Pues míralos, hija", espeta con gracia aspirando la 'h'.

Rocio Rivera

Un proceso de cambio en los platós de TV

Rocío explica que su vida es pública y me insta a meter su nombre en Google. "Hasta retransmitieron mi operación de cambio de sexo en Barcelona con el doctor Iván Mañero. Buscaban una chica normal en el programa de Ana Rosa Quintana. Y se lo piensa: "Quiero decir que buscaban una chica que no fuera prostituta". Ella tiene muy presente eso porque fue el primer miedo de sus padres cuando a los 18 años les contó que creía que podría ser gay. "Desde pequeña me vieron jugar con muñecas, no les soprendió".

Relata que con cuatro años la llevaron a un psicólogo, que les propuso "que se introdujera en el mundo de hombres y, como no me gustaba el fútbol, me metieron a montar a caballo", cuenta sin dejar de hablar de su madre, de su padre, de su hermano. Del apoyo que ha tenido siempre en casa, a pesar de las lágrimas. De los recelos con su hermano, que no entendía por qué se protegía más a uno que a otro. "Me llegó a odiar por eso. Conmigo eran laxos, me tenían en una urna y con él era todo rectitud", dice.

La lucha por el DNI

Rocio pasó por muchos procesos. Uno fue el del abandono físico al no sentir cariño por su cuerpo. Llegó a someterse a una operación de reducción de estómago. Quien lo cuenta está hoy con un refresco 'light' enfrente. Su madre la instó a estudiar e hizo un curso de maquillaje y peluquería y entró a formar parte del equipo artístico de Rizzos en Madrid. "A Madrid llegué como hombre gay, pero me daba cuenta de que no era ese mi lugar. No me gustaban otros gais, sino los hombres heterosexuales. Empecé a maquilarme a escondidas en casa y me sentía bien. Algo me bullía por dentro. Pasé del juego a la realidad". Hace una pausa. Mira el segundo móvil. Seguimos en hora.

"Tomé la segunda decisión: de ser un chico gay que trabaja en una peluquería a ser mujer. Tenía miedo porque trabajaba de cara al público. La lista de espera en la seguridad social era infinita, yo ya era mayor de edad (tenía 23 años). Me empecé a hacer el láser a escondidas. Un día mi madre me dijo: "Me tienes que decir algo". Y se lo conté. Ella me recalcó que no habría vuelta atrás. Y buscamos un especialista, al doctor Iván Mañero, el mejor para esto. No podía esperar los dos años de la Seguridad Social. El proceso lo asumí con alegría pero viví situaciones comprometidas, como que llamaran a Roberto Rivera en el médico y todo el mundo viera que se levantaba una mujer. O al pagar en un comercio. O enseñar un carné de identidad a un taxista", relata. Las risas silenciosas, las miradas por el retrovisor... "Y lo peor: enamorarte y no poder llegar a más por no estar operada. Todo duele y se supera, pero es innecesario". Y aquí denuncia que el DNI no se agilice cuando alguien está en proceso de cambio. "Es humillante", explica.

"Mi novio me esperó hasta que fui mujer"

Rocío salío del armario dos veces en busca de su identidad. Primero dijo que era gay, pero acabó encontrando su camino cuando consiguió ser mujer. En el final del proceso la acompañó su novio, que la esperó hasta que hubo terminado el proceso de cambio. "Perdí la virginidad con él", cuenta sin tapujos. Ahora explica que está sin pareja, que encontrar a alguien que la quiera "sin tapujos" es complejo.

"Nunca he tenido que ocultarme. Hasta cuando me cambié de sexo di una rueda de prensa en Aranjuez", se ríe. Es ya la hora. Tiene el coche aparcado cerca y en media hora está levantando la persiana del salón de peluquería Rocío Rivera. Rocío nunca se ha ocultado. Siendo Roberto tampoco lo hizo. Su madre estará en la primera fila cuando estrene su espectáculo en La Latina el 7 de julio con la compañía de Rafael Amargo.

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"Tenía 15 años y asociaba la transexualidad a prostitución, a gente loca que se disfrazaba para tener sexo. No tenía referentes en mi entorno y más que miedo, eran dudas. Soy de Aranjuez, mi familia siempre me ha tenido muy protegida porque desde niño me veían diferente. Iba a comprar y cada vez me gustaba más la ropa con brillos, las prendas de mujer. Había todo un proceso dentro de mí, que ha culminado en quien soy ahora: Rocío Rivera. Igual, si has visto la película 'La chica danesa', me puedes entender mejor". Y aquí está. Maquillada, con unas uñas infinitas, un sencillo vestido verdeaguamarina, hombros al aire y el maquillaje justo para un festival de curvas de 180 centímetros.

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