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Los duros comienzos de Fabiola de Bélgica como reina y la 'injusticia' española
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QUINTO ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Los duros comienzos de Fabiola de Bélgica como reina y la 'injusticia' española

Hace casi seis décadas, la reina Fabiola y su marido, el rey Balduino, crearon una nueva 'guía de estilo' que se convirtió en modelo que imitaron el resto de las monarquías

Foto: La reina Fabiola, en la boda de Felipe y Letizia. (Getty)
La reina Fabiola, en la boda de Felipe y Letizia. (Getty)

Fabiola de Mora y Aragón fue plenamente consciente de haber iniciado una nueva vida repleta de dificultades solo unos días después de su 'oui' -'sí, quiero'- a Balduino, aquel 15 de diciembre de 1960 en la catedral belga de San Miguel y Santa Gúdula. Fabiola, convertida en la reina de los belgas, quizá no esperaba, como tampoco Balduino, que los problemas surgieran tan de inmediato y con tanta virulencia. Y la madrileña reina de los belgas no pudo leer ni estudiar en manual alguno -porque tampoco existen- cómo debía comportarse una reina.

Fabiola estrenó su reinado con unas feroces protestas en las calles de Bélgica motivadas por la sempiterna división nacionalista entre flamencos y valones. Además, esta violencia se acrecentó en forma de oposición al Gobierno, a la propia arquitectura del Estado y a la monarquía. El desequilibrio económico que por entonces sufría el país después de la descolonización del Congo, que suprimió de un plumazo el ingreso de millones de francos, fue corregido por el Gobierno de Eyskens, que aprobó la ley de austeridad, exigiendo un importante esfuerzo a los ciudadanos, así como fuertes medidas de contención del gasto. Y no se adivinaba el verdadero alcance de todo.

placeholder Boda de Balduino y Fabiola de Bélgica. (Cordon Press)
Boda de Balduino y Fabiola de Bélgica. (Cordon Press)

Balduino, con el respaldo permanente de su esposa, evitó el más mínimo gesto de debilidad. No amparó en ningún momento las exigencias de los promotores de las revueltas, tampoco sus métodos. Y comenzaron a fracasar las estrategias callejeras. La nueva normativa presupuestaria se mantuvo en pie, si bien se moderó en su aplicación. A finales de enero, pasadas cinco semanas de la boda de Balduino y Fabiola, de nuevo reinó la tranquilidad en las calles. La tranquilidad… ¡Y la lluvia!, que se convirtió en la siguiente protagonista del nuevo reto de las instituciones belgas.

Los campos, anegados, impedían el desarrollo de las tareas agrícolas tradicionales. Los cauces de los ríos superaban todos los límites. La alerta se generalizaba a medida que se tenían noticias de inundaciones en distintas localidades. Y en Jupille, una pequeña población próxima a Lieja, saltaron todas las alarmas. Gran parte de una enorme montaña de residuos de la central eléctrica de Bressons se desmoronó y arrolló todo cuanto encontró en su camino. Al menos dieciséis personas, entre ellos algunos niños, dejaron su vida ese día bajo el barro de Jupille.

Balduino y Fabiola decidieron, de inmediato, ir en ayuda de sus compatriotas, se abrazaron a ellos, compartieron su dolor, procuraron ofrecer unas palabras de alivio, lloraron ante sus desgracias. Fabiola pisó agua y barro junto a los afectados, muchos de ellos sin casa, y repartió consuelo, a todos, con más empeño aún que cuando en su adolescencia visitaba a personas necesitadas, tras la posguerra, en los barrios de la periferia de Madrid. Fue un gesto guiado sobre todo por el cariño y su propia responsabilidad de máxima representante, junto al Rey, del Estado; pero, además, fue un modelo para todas las monarquías del siglo XX -y lo continúa siendo en el XXI-, que en un futuro seguirían ese comportamiento y ejemplificarían la proximidad que deben tener todos los monarcas con sus compatriotas, especialmente en momentos de dificultad.

placeholder Balduino y Fabiola de Bélgica, en 1961, visitando a afectados por las inundaciones. (Cordon Press)
Balduino y Fabiola de Bélgica, en 1961, visitando a afectados por las inundaciones. (Cordon Press)

Así comenzó el reinado de la española reina de los belgas, Fabiola Fernanda María de las Victorias Antonia Adelaida de Mora y Aragón, como era su nombre completo. Nació en Madrid el 11 de junio de 1928 y murió el 5 de diciembre de 2014 en Bruselas, hoy hace cinco años. La española Fabiola vivió dos exilios: el primero en 1931, en Biarritz, y el segundo en el hotel Royal de Lausana, Suiza. Con once años, en 1939, regresó a España y comprobó cómo su casa familiar, el palacio de Zurbano -que actualmente pertenece al Ministerio de Fomento-, había sido el cuartel general de las mujeres revolucionarias que lideraba Dolores Ibárruri, la Pasionaria, cuya imagen aparecía en distintas fotografías colocadas en buena parte de las dependencias de su casa.

Hoy, Fabiola, que estudió enfermería como la reina Sofía, cumple a la perfección ese dicho que sentencia que nadie es profeta en su tierra, ya que ni una pequeña callejuela lleva su nombre en su Madrid natal. Entre el nombre de las miles de vías, paseos, avenidas, bulevares… del callejero de la capital de España, que en breve cumplirá el 185 aniversario, se puede encontrar el de piedras, animales… pero ninguna lleva el de Fabiola de Mora y Aragón -que goza de tanta admiración entre su pueblo belga de adopción como la que le otorgan la mayoría de los españoles a la reina Sofía-, que con sus virtudes y defectos es una de las mujeres españolas más relevantes del siglo XX. Por el contrario, el callejero de la Comunidad de Madrid sí que homenajea a la política comunista vizcaína que destacó como dirigente en la Segunda República y en la Guerra Civil con dos calles: calle de Dolores Ibárruri, en Alcobendas, y calle Pasionaria, en Pozuelo de Alarcón.

placeholder La reina Fabiola, junto a Felipe y Matilde de Bélgica, en 2006. (Getty)
La reina Fabiola, junto a Felipe y Matilde de Bélgica, en 2006. (Getty)

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Fabiola de Mora y Aragón fue plenamente consciente de haber iniciado una nueva vida repleta de dificultades solo unos días después de su 'oui' -'sí, quiero'- a Balduino, aquel 15 de diciembre de 1960 en la catedral belga de San Miguel y Santa Gúdula. Fabiola, convertida en la reina de los belgas, quizá no esperaba, como tampoco Balduino, que los problemas surgieran tan de inmediato y con tanta virulencia. Y la madrileña reina de los belgas no pudo leer ni estudiar en manual alguno -porque tampoco existen- cómo debía comportarse una reina.

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