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Sissi emperatriz, una vida marcada por la depresión, la anorexia nerviosa y la tragedia
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HISTORIA

Sissi emperatriz, una vida marcada por la depresión, la anorexia nerviosa y la tragedia

Charlène de Mónaco parece una mujer que vive en una jaula de oro donde es incapaz de ser feliz. Ya ha habido princesas, reinas y emperatrices que sufrieron también similares estados de ánimo. Como Sissi emperatriz

Foto: Retrato de la emperatriz Sissi en 1864, de Franz Xaver Winterhalter. (Sissi Museum-Hofburg Wien)
Retrato de la emperatriz Sissi en 1864, de Franz Xaver Winterhalter. (Sissi Museum-Hofburg Wien)

Nacer en un lugar idílico, con un padre que te adora, con muchos hermanos, rodeada de naturaleza y llena de privilegios. Suena bien, ¿verdad? Pues así trascurrió la infancia de Isabel de Baviera, una niña que nació en la Nochebuena de 1837 en Múnich, fruto del matrimonio formado Maximiliano de Baviera, duque del mismo nombre, un ducado de una rama menor de la Casa de Wittelsbach, y de su esposa, Ludovica de Baviera, de mayor rango porque era princesa al ser la hija del rey Maximiliano I de Baviera.

Nuestra protagonista, más conocida como Sissi, ha pasado a la memoria colectiva con la imagen de una mujer feliz, con una vida llena de encantos, lujos e idílicos momentos. Nada que ver con la realidad. Lo cierto es que la trilogía protagonizada por Romy Schneider en 1956 ofreció una imagen edulcorada de la vida de una mujer que fue de todo menos feliz, al menos en su vida adulta. Su infancia sí fue alegre. Educada, como sus hermanos, ajena a la corte de Baviera, llena de libertad, montando todo el día a caballo en los idílicos paisajes que rodeaban su casa, el castillo de Possenhofen, a orillas del lago de Starnberg.

Su infancia y adolescencia transcurrieron sin grandes obligaciones y en un ambiente bastante alejado de la rigidez de la corte. Isabel no estaba preparada para asumir su destino y quizás por ello sus problemas empezaron nada más casarse y convertirse en la emperatriz de Austria. Un cargo que, sin duda, le vino demasiado grande. Pero es que tampoco estaba destinada a casarse con quien lo hizo.

placeholder Sissi emperatriz.
Sissi emperatriz.

En agosto de 1853, contando con 15 años, es decir, una edad perfecta para casarse (recuerden que hablamos del siglo XIX, no del XXI), acudió acompañando a su madre Ludovica y a su hermana Elena (apodada Nené) a conocer al emperador de Austria, Francisco José I, que además era su primo hermano, ya que las madres de ambos eran hermanos. La idea partió de la madre del propio emperador, Sofía de Baviera, quien consideró que la esposa ideal para su hijo sería la hija de su hermana, la tal Nené. Pero los destinos del amor, poco común en esta época, hicieron su trabajo y el emperador se fijó en Isabel, en Sissi. No era más guapa; al revés, su hermana era objetivamente más bonita y objetivamente más aburrida y estirada, cosa que al emperador pareció atraerle poco, lo que hizo que se fijara en la risueña y pizpireta Sissi.

Por mucho que ambas madres se empeñaran, el emperador lo tenía claro. Quería casarse con Sissi. Y así lo hizo para disgusto de ambas familias. Famosa es la frase que escribió Francisco José a su primo Alberto de Teschen: “Estoy enamorado como un cadete”.

Matrimonio e hijos

Doce meses después de aquel inesperado encuentro (inesperado por los resultados), los jóvenes se casaron. Él tenía 25 años; ella, 16. Fue un primaveral día de abril en la iglesia de los Agustinos de Viena, una joya arquitectónica construida en el siglo XIV y concebida inicialmente como parroquia de los Habsburgo. Si visitan Viena, no se la pierdan.

Una vez pasados los fastos de la boda, comenzó la vida en palacio, en un corte rígida donde Isabel no encajó nada desde el minuto uno. Además de no adaptarse a una estricta etiqueta, formas de hablar, de vestir, Sissi tenía sobre sus hombros y cuello la mirada de su tía y a la vez suegra, quien enseguida confirmó que la elección de su hijo no había sido la adecuada. Recuerde el lector que no estamos hablando de ahora, con una mentalidad totalmente diferente. Lo que primaba no eran los matrimonios por amor, sino los que funcionaran; esto es, que dieran pocos problemas y muchos hijos, a ser posible varones para poder perpetuar la dinastía. Suena muy machista, pero la historia no es una disciplina moralizante, es la narración de lo que sucedió en un determinado tiempo y a mediados de XIX las mujeres no estaban empoderadas precisamente.

Hablando de empoderamiento y de libertad, si Sissi fue terriblemente desgraciada fue precisamente por esto, por ir por libre, por no acatar las normas. Aun así, y a pesar de todo, cumplió con su labor de esposa y dio cuatro hijos a la corona imperial: Sofía Federica de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria, Gisela de de Habsburgo-Lorena, Rodolfo de Habsburgo-Lorena y María Valeria de Habsburgo-Lorena.

En 1857, Sissi viajó a Hungría con su esposo y se quiso llevar con ella a sus dos hijas, Sofía y Gisela, ambas de corta edad (todavía no habían nacido los otros dos). La fatalidad empezó a cebarse en ese viaje sobre la joven emperatriz y unas fiebres altísimas acompañadas de diarrea aquejaron a las pequeñas princesas. Sofía, con dos añitos, falleció, probablemente deshidratada, y Sissi se sumió en una comprensible y grave desesperación. A partir de ahí, la tristeza la acompañaría el resto de su vida. Como en esa época la psiquiatría estaba en pañales, lejos de ayudar a esa atribulada madre, se la castigó de forma cruel separándola de su otra hija y alegando que, como estaba triste, no podría cuidar de ella. Es curioso observar cómo a lo largo de la historia hasta las reinas han sido sometidas a la voluntad de quienes estaban por encima de ellas, generalmente esposos o iglesia, aunque en este caso el calvario de Sissi tuvo nombre de mujer: su suegra Ludovica, la que tuvo la 'gloriosa' idea de separarla de su hija Gisela.

Los esposos dieron un año más tarde de la fatídica muerte de Sofía la bienvenida al deseado nuevo hijo, que además era varón, Rodolfo de Habsburgo-Lorena. Siendo este un acontecimiento feliz y dichoso, pero sobre todo necesario, no propició un acercamiento en la pareja, sino todo lo contrario, un enfriamiento entre ellos. Se quedaba Sissi sin su máximo apoyo. Pronto dejaron de permitirle a la pobre Sissi encargarse de la crianza de Rodolfo, esta vez alegando que era el heredero y necesitaba una formación específica que su madre no podía darle a partir de cierta edad.

Conforme se fue haciendo una mujer, su belleza se fue transformando y se llegó a convertir en una influencer de la época (ya había prensa escrita). Era bellísima, medía 1,72 y pesaba 50 kilos; es decir, estaba terriblemente flaca y de hecho esto fue siempre para ella una obsesión. Expertos en salud mental han señalado varias veces que es bastante posible que sufriese anorexia. Lo que sí es seguro es que caminaba hasta la extenuación cada día, hacía ejercicio en un gimnasio que se hizo hacer en palacio y su alimentación muchos días consistía en ingerir tan solo el jugo que le sacaba a la carne.

placeholder Fotografía de la coronación, por Emil Rabending.
Fotografía de la coronación, por Emil Rabending.

Rebelde, culta, libre, muy avanzada para el siglo XIX. Una Lady Di en la corte de los Windsor y con la crítica constante de su suegra, marido y corte en general. Normal que no fuese muy feliz. Rodeada de damas de la corte de la más rancia aristocracia y extremadamente conservadoras, Sissi se sentía tan asfixiada que llegó a desarrollar síntomas como cefaleas, náuseas y depresión nerviosa. Probablemente tenía una gran depresión provocada, primero, por un duelo no superado de la muerte de su hija; y segundo, porque se sentía en una jaula de oro.

Reyes de Hungría

En 1867 se creó la monarquía dual entre Austria y Hungría. Andrassy se convirtió en el primer ministro húngaro y en recompensa coronó a Francisco José y a Isabel como rey y reina respectivamente de Hungría en junio. Se regaló a la pareja real una residencia en las afueras de Budapest, en Gödöllő. En un ambiente alejado de la rígida corte, Isabel se quedó, contra todo pronóstico, embarazada. Fue de su hija María Valeria, a la que sí dejaron cuidar. Con ella sí salieron todos sus instintos maternales hasta el punto de llegar a agobiar a la niña.

La tragedia de Mayerling

Parecía que Sissi vivía un poco de paz en su vida, pero poco le duraría. En 1889, la vida de la emperatriz sufrió un terrible revés, una tragedia de nuevo: la muerte de su hijo Rodolfo que, a sus 30 años, se suicidaba en una cabaña con su amante María Vetsera. Oficialmente se dijo que fue un suicidio, pero hay hipótesis que afirman que fueron asesinatos, dado que él tenía cortes en la cara y ella mostraba signos de haber recibido una gran paliza. Todavía hoy sigue siendo un misterio. Lo que no fue ningún secreto es que a partir de ahí y hasta su muerte, Sissi se sumió en la mayores de las depresiones. De hecho, con lo que a ella le había gustado la moda, se vistió para siempre de negro y se negó a ser retratada para siempre. No existen retratos de ella a partir de ese momento.

Sissi había perdido a su amado hijo y el emperador, además de a su hijo, al heredero del imperio austrohúngaro. Sissi, inmersa en su tristeza, no pareció mostrar ni la mínima preocupación por el problema que se avecinaba.

Última etapa de su vida

Se retiró de la corte y de la vida pública con el permiso de su marido, con el que curiosamente comenzó a tener una relación epistolar que derivó en algo parecido a un amor platónico. Se dedicó a viajar, se compró incluso un barco al que llamó Miramar y se dedicó a navegar por el Mediterráneo parando muchas veces en Cap Martin, en la Riviera Francesa. También fue mucho a Corfú, donde mandó construir un palacio. Conoció Portugal, España, Marruecos, Argeia, malta, Grecia, Turquía…

Así pasaban los días, las noches, las semanas y los meses. Es de suponer que con suma tristeza, aunque cada vez más atenuada. Se entretenía leyendo, aprendiendo griego…y, por supuesto, viajando. Y fue precisamente en uno de esos viajes donde encontró lo que quizás estaba buscando de manera inconsciente, su propia muerte, el fin de tanto dolor a una vida en el fondo profundamente desgraciada.

El día 10 de septiembre de 1898, estando de paseo por el lago Leman de Ginebra con la condesa Irma Sztaray, un anarquista italiano, Luigi Lucheni, fingió tropezarse con ella y le clavó un estilete en el corazón. Tan fina era la hoja que ni ella misma se dio cuenta hasta que al subir al barco se sintió mareada y se desvaneció. Enseguida la desembarcaron al ver que brotaba sangre de su pecho para llevarla de urgencia de vuelta al hotel, pero nada se pudo hacer por su vida e Isabel de Baviera falleció de manera tranquila.

Sissi no era la destinataria original de dicho apuñalamiento. Lo era el pretendiente al trono de la casa de Orleáns que, en el último momento, no acudió a la ciudad. Al leer el anarquista en la prensa que la emperatriz estaba en la ciudad, decidió ir a por ella y matarla. Isabel de Baviera está enterrada en la iglesia de los Capuchinos, en Viena, al lado de su esposo y de su amadísimo hijo Rodolfo. Ni siquiera en muerte pudo ser libre, ya que su deseo era, y así lo hizo constar en su testamento, ser enterrada en la isla de Corfú.

Gema Lendoiro es periodista y doctoranda en Historia Moderna por la Universidad de Navarra.

Nacer en un lugar idílico, con un padre que te adora, con muchos hermanos, rodeada de naturaleza y llena de privilegios. Suena bien, ¿verdad? Pues así trascurrió la infancia de Isabel de Baviera, una niña que nació en la Nochebuena de 1837 en Múnich, fruto del matrimonio formado Maximiliano de Baviera, duque del mismo nombre, un ducado de una rama menor de la Casa de Wittelsbach, y de su esposa, Ludovica de Baviera, de mayor rango porque era princesa al ser la hija del rey Maximiliano I de Baviera.

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