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Las reinas también 'sufren' a las suegras: la historia de Adelaida de Saboya y su nuera Leonor de Aquitania
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HISTORIA

Las reinas también 'sufren' a las suegras: la historia de Adelaida de Saboya y su nuera Leonor de Aquitania

Recibió una esmeradísima educación que le serviría en su futuro como reina consorte y para defenderse de sus muchos enemigos; entre ellos, una de sus suegras

Foto: Leonor de Aquitania.
Leonor de Aquitania.

Al papa Francisco parece que le gusta meterse en conflictos que, en principio, poco o nada tiene que ver con la doctrina de la Iglesia. Pero el caso es que esta semana ha vuelto a hacer unas declaraciones que lo han situado de nuevo en el centro de la polémica. Ha recomendado a las suegras que se muerdan la lengua con respecto a sus nueras.

Suegras y nueras, una rivalidad clásica y de la que no se escapan tampoco las reinas. A lo largo de la historia ha habido muchos ejemplos de rivalidades entre suegras y nueras reinas, sobre todo si tenemos en cuenta que la nuera no solo tenía la posible dificultad de no caerle bien a la reina, sino que además tenía que cumplir con su único deber: dar un heredero varón a la corona. Vamos a hacer un repaso de uno de los casos notables en la historia: el de Leonor de Aquitania y su suegra, Adelaida de Saboya

Es, sin duda, uno de los personajes de la época medieval más interesantes. Por todo el poder que acumuló (fue reina consorte de Francia y de Inglaterra) y ser duquesa de Aquitania por derecho. Y, además, fue madre de importantes reyes. Mujer con un fuerte carácter, no se dejó doblegar por nadie en una época, el siglo XIII, donde la mujer pintaba poco salvo ser el vehículo para traspasar las herencias en las dinastías. Leonor era miembro de la casa de Poitiers, duquesa de Aquitania y Guyena y condesa de Gascuña. Todos ellos, títulos por derecho propio. Y por matrimonio llagaría a ser reina consorte: primero, de Francia (1137-1152) y después, de Inglaterra (1154-1189).

placeholder Leonor de Aquitania, retrato de Frederick Sandys.
Leonor de Aquitania, retrato de Frederick Sandys.

Leonor era la mayor de los hijos del matrimonio de Guillermo X, duque de Aquitania, y de Leonor de Châtelleraut. No era nada corriente en esa época, pero a ella le tocó en suerte un progenitor bastante interesado en tener una hija con estudios, formada, con criterio. Y vaya si lo logró, ya que recibió una esmeradísima educación que le serviría en su futuro como reina consorte y para defenderse de sus muchos enemigos; entre ellos, una de sus suegras. Leonor estudió aritmética, astronomía, historia, música, literatura, sabía tocar el arpa, hablaba perfectamente latín y todo ello sin descuidar una cuidada preparación en el arte de montar a caballo (imprescindible en esa época, lógicamente) y también, por supuesto, sin descuidar su aprendizaje como dama que era, esto es, la administración de un hogar.

A pesar de ser la mayor, no era la heredera del ducado, pero la muerte prematura de su hermano hizo que las cosas cambiasen y heredó el ducado que se extendía desde el Loira hasta los Pirineos. Para que el lector se haga una idea de la herencia, el ducado del que era poseedora era infinitamente más grande, rico y poderoso que lo que el mismísimo rey de Francia poseía.

Con semejante herencia, sobra decir que era un gran partido. De vivir en esta época hubiera salido en las listas de las solteras de oro y, sin duda, ocuparía el primer lugar. Podríamos igualarla a la actual duquesa de Medinacelli. Con esta importancia no se iba a casar con cualquiera, y menos en una época en la que se daba prioridad a unir patrimonios y establecer alianzas. Así, el 4 de julio de 1137 se casó en la catedral de Brudeos, una joya del gótico francés digna de ser visitada. El elegido: Luis, futuro Luis VII de Francia, futuro rey. Justo un año después de la boda murió el suegro de Leonor, subiendo al trono su marido como rey y ella como reina consorte.

Leonor tardó ocho años en dar a luz a su primer bebé, una niña que sería la futura condesa de Champaña. Leonor enseguida tuvo enfrente a su suegra, Adelaida de Saboya, que no aprobaba la forma de ser sumamente emancipada de su nuera. Pero no solo eso. Claramente, Leonor desplazó en importancia en la corte a su madre política en cuanto consiguió el favor de su esposo, lo que provocó en la 'reina madre' grandes celos.

Pero, por suerte para nuestra protagonista y por desgracia para su suegra, Leonor contaba con el incondicional apoyo de su esposo, que estaba perdidamente enamorado de ella. No solamente tenía de enemiga a su suegra (que era poderosa), sino que también tenía una gran crítica de Bernardo de Claraval. Es importante hacer aquí un inciso y explicar al lector que este monje no fue uno cualquiera. Pertenecía a la orden del Císter, siendo el titular de la abadía de Claraval, por aquel entonces de máxima importancia. De él podemos destacar que fue vital a la hora de la expansión de la Orden del Císter por toda Europa, que llegó a ocupar el primer plano en la influencia religiosa. Fue el apasionado defensor de la Segunda Cruzada. Era, por tanto, un hombre poderoso e influyente que no soportaba el carácter liberal de Leonor, una mujer libre, ciertamente, y en parte por el amor recibido de su padre primero y de su esposo después; y, sobre todo, por su brillante formación.

placeholder Leonor de Aquitania.
Leonor de Aquitania.

Leonor y su esposo marcharon a la Segunda Cruzada guiados por los consejos de Bernardo de Claraval. ¿Una mujer en las Cruzadas? Ciertamente no era ni lo normal ni mucho menos lo habitua. Pero es que no lo hizo en calidad de reina consorte, sino en su papel de duquesa de Aquitania; esto es, la mayor feudataria de Francia, es decir, la señora feudal con mayor poder.

En Antioquía comenzaron los problemas de Leonor con su esposo porque dieron comienzo los rumores que la relacionaron sentimentalmente con su tío Raimundo de Poitiers. La relación estaba realmente dañada, aunque tendrían una nueva hija, Adelaida, futura condesa de Blois. De poco sirvió y el 21 de marzo de 1152, alegando que eran parientes cercanos, obtuvieron la anulación de su matrimonio. Leonor dejaba de ser la reina consorte de Francia, pero seguía siendo todo un partidazo y, lo más importante, seguía siendo joven, ergo fértil, luego útil para ser casada nuevamente.

Y, efectivamente, así fue. El 18 de mayor de 1152 se casaba en la catedral de San Andrés de Burdeos con el futuro Enrique II de Inglaterra. Como puede apreciar el lector, a Leonor le servían pretendientes que como mínimo fueran príncipes herederos. Este matrimonio aumentó de manera considerable el poder de ella, ya que su esposo, además de sus posesiones en Inglaterra y Gales, sumaba las francesas al ser el dueño de Anjou, Maine y Normandía. Fue gracias a este matrimonio que se creó el Imperio angevino, que consistía básicamente en que los reyes de Inglaterra, a pesar de rendir vasallaje al rey de Francia, poseían ocho veces más territorio que el propio monarca.

Este matrimonio fue de lo más fecundo y tuvieron ocho hijos, entre ellos los famosos Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra.

Gema Lendoiro es periodista y doctoranda en Historia Moderna por la Universidad de Navarra.

Al papa Francisco parece que le gusta meterse en conflictos que, en principio, poco o nada tiene que ver con la doctrina de la Iglesia. Pero el caso es que esta semana ha vuelto a hacer unas declaraciones que lo han situado de nuevo en el centro de la polémica. Ha recomendado a las suegras que se muerdan la lengua con respecto a sus nueras.

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