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Isabel Bowes-Lyon: la querida reina madre de Inglaterra
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Madre de Isabel II

Isabel Bowes-Lyon: la querida reina madre de Inglaterra

Hace más de veinte años fallecía la reina madre a los 101 años de edad rodeada de su familia y con el inmenso cariño que siempre le profesaron los británicos, que no la olvidan

Foto: La reina madre, con su hija (futura Isabel II) en 1937. (Cordon Press)
La reina madre, con su hija (futura Isabel II) en 1937. (Cordon Press)

Risueña, prudente, con una fuerte determinación, entregada a su familia, cariñosa, con infinito sentido del humor y con una envidiable salud. Así fue Isabel Bowes-Lyon, para todos conocida como la reina madre desde que falleciera su esposo, el rey Jorge VI, y su primogénita, Isabel, ascendiera al trono como reina titular, pasando ella a tener ese título tan entrañable. Hace más de 20 años de su fallecimiento, 20 años desde que los ingleses la lloraron de manera sincera y profunda. Sin duda, ella fue el personaje más querido de los Windsor (por encima incluso de su hija) durante todo el siglo XX.

Un personaje que se recuerda más que nunca ahora que ha muerto su hija, Isabel II, que ha hecho que todos recordemos el protocolo London Bridge. Isabel nació en 1900 en el seno de una familia aristócrata, concretamente de la nobleza escocesa. Quizás de ahí el amor y afición de la reina Isabel II por Balmoral, el castillo situado en las Highlands y que siempre fue una suerte de hogar, mucho más confortable que el palacio de Buckingham.

placeholder Isabel Bowes-Lyon, en 1928. (Cordon Press)
Isabel Bowes-Lyon, en 1928. (Cordon Press)

Cuando Isabel contaba con tan solo cuatro años de edad, su padre, Claude George Bowes-Lyon, se convirtió en el 14ª conde de Strathmore y Kinghorne, lo que la situó en una posición más privilegiada, si cabe, de la que disfrutaba al nacer. La madre de Lady Elisabeth (ese era su título de soltera) era Cecilia Nina Cavendish-Bentinck.

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Para los amantes de la serie 'Downton Abbey', Lady Isabel era una suerte de Lady Mary, con una vida llena de privilegios, fastos, caza, viajes y grandes comodidades. Es más, igual que sucede en la primera temporada de la aclamada serie británica, en la casa de Lady Elisabeth, o para ser exactos, el hogar de sus padres, el castillo de Glamis y durante la I Guerra Mundial, se habilitó como hospital para curar a los heridos. Donde ella, la madre de la futura reina madre, tomó un papel de lo más activo.

Una vez cumplida la mayoría de edad de nuestra protagonista y correctamente presentada en sociedad, comenzaron a llegar los pretendientes y uno de ellos fue el que sería tras mucho esfuerzo su esposo. Y decimos mucho esfuerzo porque hasta en tres ocasiones lo rechazó por ser duque de York, es decir, el siguiente en la sucesión al trono tras el príncipe de Gales.

Isabel Bowes-Lyon

El carácter independiente de Isabel no casaba demasiado con la idea de tener que asumir unas tareas de representación como miembro de la familia real, por lo que se mostró reticente. Al fin y al cabo su vida ya estaba llena de privilegios y casarse con Bertie, así conocido entre la familia y su círculo, ampliaba sus privilegios, ciertamente, pero también sus obligaciones. Finalmente accedió y en 1923 se convirtió en su esposa y, por consiguiente, en duquesa consorte de York.

placeholder La reina madre, el día de su boda. (Cordon Press)
La reina madre, el día de su boda. (Cordon Press)

A los tres años de contraer matrimonio, en 1926, nació la primera de las dos hijas que el matrimonio tuvo, la princesa Isabel. Cuatro años más tarde, en 1930, lo haría la princesa y siempre díscola Margarita. Fueron años tranquilos para el matrimonio, que disfrutó de ese periodo de paz que tuvo Europa entre ambas guerras. Pero la felicidad duraría poco. En 1936, justo cuando en España estallaba la guerra civil, su cuñado, el rey Eduardo VIII, provocaba la mayor crisis de la monarquía inglesa del siglo XX al empeñarse en contraer matrimonio con una mujer divorciada dos veces, Wallis Simpson.

El primer ministro, Stanley Baldwin, le dejó bien clara la imposibilidad, tanto por razones políticas como religiosas, de que su matrimonio fuera compatible con seguir siendo monarca (hay que recordar aquí que en Inglaterra el monarca es, a su vez, cabeza de la Iglesia anglicana, por lo que ni puede divorciarse ni puede contraer matrimonio con una mujer divorciada). Eduardo VIII decidió entonces abdicar de la Corona británica para poder cumplir así su mayor anhelo, casarse con su amada.

placeholder Jorge VI, con su esposa y sus hijas el día de su coronación, en 1937. (Cordon Press)
Jorge VI, con su esposa y sus hijas el día de su coronación, en 1937. (Cordon Press)

Este hecho hizo que recayera sobre el duque de York el trono, cumpliéndose así una de las grandes pesadillas de la madre de la futura Isabel II. Se había resistido a contraer matrimonio por no ser duquesa de York y, por circunstancias ajenas a su voluntad, se convertía en reina consorte de Inglaterra y emperatriz consorte de la India, asumiendo así una vasta e inmensa tarea llena de obligaciones y compromisos con su país.

Con resignación pero gran profesionalidad aceptó su destino. Sin embargo, lo peor estaba todavía por llegar. El día 1 de septiembre de 1939, el canciller del III Reich, Adolf Hitler, invadió Polonia, el primero de los 11 países que terminaría atacando, dando comienzo así la II Guerra Mundial, en la que Inglaterra fue uno de los principales enemigos de Alemania. La guerra duró hasta el año 1945, firmándose el 2 de septiembre el armisticio tras la rendición de Japón.

Reina en guerra

Durante los bombardeos que sufrió Londres, la reina Isabel (la futura reina madre) se ganó el cariño y respeto del pueblo británico al permanecer en la capital. Cierto es que a sus hijas las envió al castillo de Windsor, en las afueras de la ciudad, aunque no es menos cierto que una monarquía debe velar siempre por la integridad de sus herederos. Famosas son las imágenes de ambos reyes caminando por los escombros tras los bombardeos.

placeholder Los reyes, tras un bombardeo en Londres en 1940. (Cordon Press)
Los reyes, tras un bombardeo en Londres en 1940. (Cordon Press)

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, llegaron momentos también duros donde había que reconstruir Europa. Se puso entonces en marcha el Plan Marshall. Su nombre oficial fue el European Recovery Program (ERP), aunque recibió el sobrenombre del entonces secretario de Estado, George Marshall, quien había sido un reputado general durante la contienda.

El plan, que contó con el absoluto respaldo de los dos grandes partidos norteamericanos, el republicano y el demócrata, y cuyo representante, Harry Truman, era el presidente del país en ese momento, fue un ambicioso proyecto por el cual Estados Unidos ofreció ayudas económicas por valor de 20.000 millones de dólares de la época para la reconstrucción de los países devastados por la guerra, entre ellos. Por cierto, también la Alemania Occidental. Se pretendía con ello, además de reactivar el comercio, evitar la propagación del comunismo.

placeholder La reina Isabel y el rey Jorge, con su primogénita. (Cordon Press)
La reina Isabel y el rey Jorge, con su primogénita. (Cordon Press)

Europa comenzó una larga y lenta recuperación, y los reyes Jorge VI e Isabel vivieron unos años de relativa paz, calma y prosperidad. En 1947, Isabel, la primogénita, contraía matrimonio con Felipe Mountbatten, que recibió, tras su matrimonio, el título de duque de Edimburgo. Un año más tarde, la joven princesa Isabel daba a luz a su primer hijo, un varón llamado Carlos, con lo que quedaba así garantizada la continuidad dinástica. Se le otorgó el título de príncipe de Gales, que ha llevado hasta hoy, ya que su madre, la reina Isabel II, ha sido también muy longeva.

Pero la alegría duraría poco. El 6 de febrero de 1952 moría el rey Jorge con tan solo 56 años, aquejado de un cáncer de pulmón provocado por su afición al tabaco. Enseguida se puso en marcha el protocolo de sucesión y ese mismo día la princesa Isabel fue nombrada reina y la hasta entonces reina consorte recibió el título de su majestad la reina Isabel, reina madre. Siempre fue conocida por esto último, reina madre. Tenía 52 años y se había quedado viuda y desconsolada, puesto que siempre habían sido un matrimonio muy unido en el que ella ejerció como fiel compañera y consejera de su esposo. Es más, demostró su gran determinación cuando buscó un logopeda para intentar paliar la tartamudez de su marido, el rey.

placeholder La coronación de Isabel II. (Cordon Press)
La coronación de Isabel II. (Cordon Press)

El resto de su vida se dedicó a ser de una gran ayuda para su hija en las tareas como reina madre, ejerciendo tanta actividad o incluso más que en su época como reina consorte. Durante la larga gira de varios meses que su hija la reina Isabel II realizó por la Mancomunidad de Naciones, actuó incluso como consejera de Estado, además de supervisar la educación y el cuidado de sus dos nietos, Carlos y Ana -los príncipes Andrés y Eduardo aún no habían nacido-.

Su buen hacer, así como su carácter tranquilo, llena de buen humor y siempre sonriente, su sencillez, amor por los animales, el campo y alejada de pomposidad alguna la convirtieron en la favorita del pueblo británico, que no dudó en salir en masa a la celebración de su noventa cumpleaños en 1990. El día 30 de marzo de 2002 a las tres de la tarde y mientras dormía con su hija Isabel a su lado, falleció. Tenía 101 años. Tuvo un funeral de Estado en toda regla y los ingleses salieron a la calle a despedir a la que había sido su querida reina primero y reina madre después.

Ahora, más que nunca, se recuerda que a pesar de los años el pueblo británico sigue idolatrando a quien fue una de sus reinas más amadas y respetadas.

Risueña, prudente, con una fuerte determinación, entregada a su familia, cariñosa, con infinito sentido del humor y con una envidiable salud. Así fue Isabel Bowes-Lyon, para todos conocida como la reina madre desde que falleciera su esposo, el rey Jorge VI, y su primogénita, Isabel, ascendiera al trono como reina titular, pasando ella a tener ese título tan entrañable. Hace más de 20 años de su fallecimiento, 20 años desde que los ingleses la lloraron de manera sincera y profunda. Sin duda, ella fue el personaje más querido de los Windsor (por encima incluso de su hija) durante todo el siglo XX.

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