Jorge VI, el rey tartamudo que logró superar su miedo a hablar en público
Imaginen no saber pronunciar la 'erre' y llamarse Ruth, Rocío o Román. Agreguen a este cóctel padecer una gran timidez y finalmente añadan ser monarca...
Imaginen no saber pronunciar la erre y llamarse Ruth, Rocío o Román. Agreguen a este cóctel padecer una gran timidez. Y ahora sumen ser un personaje público que, como tal, debe hablar delante de cientos o miles de personas. El resultado no puede ser más que un sufrimiento y pánico escénico. Bien, pues esto es lo que le pasaba a Bertie, apodo por el que su familia llamaba al rey de Inglaterra Jorge VI, pero con la letra k. Una cuestión nada baladí si tenemos en cuenta que era rey y que esta palabra en inglés es 'king', motivo por el cual cuando quería referirse a sí mismo, entraba en bucle y era incapaz de continuar.
Estas dificultades que le provocaban un incómodo tartamudeo no podían ser permitidas en un rey. Un monarca que llegó al tono tras la escandalosa abdicación de su hermano, Eduardo VIII, el duque de Windsor, para casarse con su amante, la dos veces divorciada Wallis Simpson. Bertie no estaba destinado a ser rey, quizás por eso nunca se tomó en serio en palacio corregirle su tartamudeo. Pero una vez llegó al trono, la cosa cambió; y bastante. Había que hacer algo y había que hacerlo con urgencia.
Este domingo es el Día Europeo de la Logopedia y precisamente este tratamiento fue al que la esposa del rey, la reina Isabel (la futura y querida reina madre), acudió en un acto de arrojo y valentía por su parte. Pero veamos en qué año estamos, en qué contexto histórico nos encontramos. Jorge VI subió al trono en 1936, un periodo que la historiografía denomina 'de entreguerras' y que fue ciertamente de lo más convulso. El austríaco nacionalizado alemán Adolf Hitler gobernaba como führer en Alemania y ya estaba pergeñando y llevando a cabo el plan más diabólico: el holocausto de millones de judíos, así como la invasión de diferentes países europeos, hechos que trajeron consigo la II Guerra Mundial.
Reino Unido y Alemania, enemigos íntimos desde la Gran Guerra, seguían siéndolo y los ingleses necesitaban un líder fuerte. Se hacía necesario que el rey lo fuera (pasarían años todavía hasta que Reino Unido tuviera el inmenso privilegio de tener como primer ministro al mejor político, casi con toda probabilidad, del Reino Unido: sir Winston Churchill). Y un gran líder, obviamente, no podía permitirse el lujo de tartamudear. En 1939 da comienzo la II Guerra Mundial con la invasión de Polonia por parte de Hitler y Reino Unido necesita un rey que inspire confianza, ánimos, que fortalezca al pueblo frente a la desesperación. Y para ello el rey debe hablar en público y sin pánico, sin terror. Tras la declaración de guerra por parte del Reino Unido a Alemania el 3 de septiembre de 1939, Jorge VI se dirigió al pueblo por medio de un discurso en el cual pidió que "se mantuvieran firmes ante los oscuros días venideros".
La reina consorte, Isabel, madre de la actual monarca inglesa, y haciendo gala de un carácter lleno de decisión, decidió buscar un profesional que ayudase a su marido a superar su problema y lo encontró en la figura de un logopeda, una profesión que empezaba en esa época a dar sus grandes pasos a pesar de que ya en el siglo XIX se habían descubierto indicios de que los problemas del habla tenían que ver con unas determinadas características cerebrales. A comienzos del siglo XX, Viena, Alemania y Dinamarca se habían posicionado ya como los primeros países con clínicas dedicadas al tratamiento del lenguaje con numerosas investigaciones. Estaba naciendo la logopedia actual.
Es interesante señalar aquí el inmenso papel que jugó la esposa del rey en mejorar sus muchas inseguridades. Las personas tartamudas sufren por ello y, a pesar de que nuestro protagonista era ni más ni menos que el hijo del rey y más tarde el propio rey, no se escapó de burlas. Su infancia estuvo llena de inseguridades. No solo padecía tartamudeo, sino que además nació zurdo, algo que en aquella época era inadmisible. Y más siendo miembro de la familia real. Por supuesto, le obligaron a ser diestro. Pero además sufría de piernas arqueadas, lo que 'obligó' a soportar día y noche unas férulas de metal para corregirlas. Si a todo esto le añadimos el poco afecto que recibía de unos padres que apenas pasaban tiempo con ellos porque esas eran las costumbres de la época entre la nobleza y realeza, podemos casi asegurar que Bertie creció lleno de inseguridades, complejos y, por qué no decirlo, traumas infantiles que bien pudieron llegar a su etapa adulta.
Su mujer, que se resistió bastante a convertirse en su esposa, una vez dijo "sí" puso su empeño en apoyarlo y lo logró con creces. A su lado, firme, como una roca. La figura de la que fuera la entrañable reina madre no es tan conocida como la de otros miembros de la realeza británica, pero bien merecería ser más investigada. Hay un detalle que se sabe de ella y es que, en contra de lo que hacían las mujeres de su clase social en su época, Elisabeth Bowes-Lyon amamantó a sus dos hijas, las princesas Isabel y Margarita, algo totalmente inusual, ya que se usaba a las nodrizas para tal fin y que revela varios aspectos de su forma de ser. En primer lugar, una firme determinación frente a lo que de ella se esperaba; y en segundo término, una tierna y muy mamífera decisión de estar con sus hijas y crear alrededor de ellas un espacio seguro y que solo una madre puede ofrecer. A modo de curiosidad, la reina Isabel II se sabe que también amamantó a sus cuatro hijos. No lo hizo así su hermana Margarita, quien encontró en tan bello acto algo “desagradable”.
Sea como fuera, la figura de la esposa de Jorge VI fue clave para él. Juntos y con sus dos hijas formaron una piña familiar fuerte que, desgraciadamente, se rompió con la muerte del rey de manera tan temprana. Sin embargo, y eso es algo público y notorio, la relación de la viuda con sus dos hijas y a relación de las dos hermanas siempre fue fuerte y robusta, quizás porque Elisabeth Bowes-Lyon se tomó muy en serio su papel de esposa y madre (y después de abuela y bisabuela), más que de reina consorte.Los métodos utilizados por el logopeda elegido, Lionel Logue, lograron el milagro después de largas sesiones. Jorge VI nunca dejó de ser tartamudo, pero al menos logró dar sus discursos de una manera normal, sin trabarse. Su logopeda trabajó mucho la confianza en él, además de modernas técnicas que lograran que no se trabase al hablar.
Jorge VI falleció pronto, con 56 años, como consecuencia de un cáncer de pulmón. Su reinado de 15 años no fue muy extenso, pero sí muy importante por acontecimientos claves: por un lado, la mencionada II Guerra Mundial, la independencia de la India y Pakistán, en el año 1947, junto a la formación de la república de Irlanda en 1949. Bertie e Isabel tuvieron dos hijas, Isabel y Margarita. A la muerte de Jorge VI, la reina Isabel se convirtió en reina y este año ha cumplido el 70º aniversario ejerciendo como tal.
Fue un rey querido por su pueblo especialmente porque durante los bombardeos de Londres permanecieron en la capital, dando así ejemplo a los ciudadanos. Con ese gesto, ambos lograron el respeto y de cariño de la gente, que perduraron hasta 2002, año en el que murió la reina madre. Llevaba 70 años viuda.
Gema Lendoiro es periodista y doctoranda en Historia Moderna por la Universidad de Navarra.
Imaginen no saber pronunciar la erre y llamarse Ruth, Rocío o Román. Agreguen a este cóctel padecer una gran timidez. Y ahora sumen ser un personaje público que, como tal, debe hablar delante de cientos o miles de personas. El resultado no puede ser más que un sufrimiento y pánico escénico. Bien, pues esto es lo que le pasaba a Bertie, apodo por el que su familia llamaba al rey de Inglaterra Jorge VI, pero con la letra k. Una cuestión nada baladí si tenemos en cuenta que era rey y que esta palabra en inglés es 'king', motivo por el cual cuando quería referirse a sí mismo, entraba en bucle y era incapaz de continuar.