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La Alpujarra, siguiendo los contrastes de Brenan
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VIAJE

La Alpujarra, siguiendo los contrastes de Brenan

Montañas nevadas que enmarcan el paisaje, casas con reminiscencia bereber, inspiradas en las que pueblan la región marroquí del Atlas, y gentes que conocen tantas

Foto: La Alpujarra, siguiendo los contrastes de Brenan
La Alpujarra, siguiendo los contrastes de Brenan

Montañas nevadas que enmarcan el paisaje, casas con reminiscencia bereber, inspiradas en las que pueblan la región marroquí del Atlas, y gentes que conocen tantas tradiciones distintas que ya han desarrollado unas nuevas. Son sólo algunos de los secretos que encierra La Alpujarra (o las Alpujarras). Por sus parajes han pasado cartagineses, íberos, romanos y bizantinos que han ido dejando su poso en la historia de esta zona de la montaña granadina.

Algunos siglos después de que los íberos se asentasen en estas tierras, el 2 de enero del año 1492 los reyes católicos entraban en Granada tras años de lucha por hacerse con el reducto nazarí. Muhammad Abd Abdallah, al que la historia escrita por manos españolas ha denominado Boabdil, se veía obligado a dejar la ciudad en manos cristianas.

El último rey nazarita partía entonces desde la capital a su refugio en la localidad de Cobda, la actual Laujar de Andarax, que por aquellos tiempos era el centro del señorío de las Alpujarras. La leyenda (más que la historia) afirma que, de camino a Cobda, Boabdil echó la vista atrás y mientras sollozaba por la pérdida de su reino, escuchó de boca de su madre, la sultana Aixa, la frase tantas veces repetida “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”.

Así, olvidado por un pueblo que le consideraba culpable de las penurias que estaba sufriendo y expulsado de los límites de sus palacios, se retiró al paraje alpujarreño. Pero allí tampoco podría descansar. Poco tiempo después de instalarse, sería traicionado por su propio visir, quien vendió su patrimonio a sus espaldas. Engañado y humillado de nuevo, Boabdil abandonó la península ibérica para embarcarse con destino a la ciudad de Fez. Nunca más volvería a ver su amada Al-Ándalus (‘el paraíso’).

Poco tiempo después, los reyes católicos expulsarían también de Las Alpujarras a los compatriotas de Boabdil. Sólo quedaron unos pocos, dos familias, encargadas de enseñar a cultivar a los gallegos, asturianos y leoneses que repoblaron la región, antesala del pico Mulhacén. Puesto que la agricultura era la base de la supervivencia en esta zona en la que los cultivos se establecían en terrazas y tenían un sistema de irrigación muy complejo.

Con toda esta mezcolanza de culturas no es de extrañar que Las Apujarras y sus gentes tengan una personalidad propia; con rasgos de unos y de otros, pero igual a ninguno. Cuando el escritor británico Gerald Brenan vino a visitar España, quedó fascinado por el paisaje y, sobre todo, por el carácter de los alpujarreños, que no pudo menos que reflejar sus vivencias, instalado en el granadino pueblo de Yegen en su obra Al sur de Granada.

Brenan, maltés de nacimiento y británico de educación, fue siempre un enamorado de España y de Granada. Al autor le fascinaba el carácter español que tan bien conoció. Decía en sus obras que “la manera de ser natural del español es la de moverse, en un solo paso, de un extremo a otro”, algo que aprendió con la observación de sus vecinos del pueblo granadino.

El escritor estuvo en España hasta 1936, cuando estalló la guerra y tuvo que abandonar precipitadamente el país para volver a Inglaterra dejando a su amor alpujarreño, Juliana. Durante el tiempo que compartió con los habitantes de Yegen el escritor tomó nota del comportamiento de sus vecinos. Le interesaba el saber popular y esa característica tan española como es la picaresca. No le importaba el analfabetismo de ese pueblo al que describió como ‘bello y dinámico’, sino que opinaba que “sabían todo lo necesario para su prosperidad y felicidad y sólo habrían adquirido unas frases pedantescas de haber sabido más”, para el maltés con eso bastaba ya que “eran sensatos y civilizados y organizaban sus asuntos mejor que muchas comunidades más importantes”.

Esa sabiduría popular se mantiene hoy en estas tierras que gozan de tranquilidad, aire puro y numerosos manantiales. Quizá el más conocido de todos ellos sea el de Lanjarón. Esta localidad, que el escritor granadino Pedro Antonio de Alarcón comparó con ‘un sueño de poetas’, ha sido declarada recientemente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una de las de más longevidad de todo el planeta. El clima, la paz que envuelve la zona, el balneario de la localidad y, sobre todo, la dieta, pueden tener mucho que ver en que los habitantes de este pueblo sobrepasen en muchos casos el siglo de edad.

En Trévelez, la localidad situada a mayor altitud de España (1746 metros sobre el nivel del mar), el plato alpujarreño es casi tan famoso como su jamón serrano. Esta localidad es exponente, a parte de la calidad sus piernas porcinas, de la arquitectura y el desarrollo urbanístico de Las Alpujarras: Calles empinadas, que llegan hasta los doscientos metros de desnivel y casas de fachadas blancas y chimeneas con sombrero.

Y es que, en el fondo, la Alpujarra refleja el ese contraste del carácter del español que tanto gustaba a Brenan: Casas blancas para reflejar la luz del sol con el calor y chimeneas para las noches de invierno, situadas juntas y sin embargo, como varios metros de altura de diferencia. Un contraste que ya viene dado por la propia geografía, la Alpujarra es alta montaña a tan sólo 40 kilómetros del mar Mediterráneo.

Hoja de Ruta

Cómo llegar: Desde Granada, por la A-44 en dirección Motril hasta el Valle y allí el desvío por la E-902
Dónde dormir: Hotel castillo de Lanjarón (Lanjarón ) y Apartamentos rurales Almeriya (Yegen) .

Montañas nevadas que enmarcan el paisaje, casas con reminiscencia bereber, inspiradas en las que pueblan la región marroquí del Atlas, y gentes que conocen tantas tradiciones distintas que ya han desarrollado unas nuevas. Son sólo algunos de los secretos que encierra La Alpujarra (o las Alpujarras). Por sus parajes han pasado cartagineses, íberos, romanos y bizantinos que han ido dejando su poso en la historia de esta zona de la montaña granadina.