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Martes. 02:30 A.M. Entrada al Hotel Mediodía. Pillado. El detective privado-criminólogo de la Agencia Gran Vía David Blanco ha terminado su trabajo. Ya tiene en su

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Martes. 02:30 A.M. Entrada al Hotel Mediodía. Pillado. El detective privado-criminólogo de la Agencia Gran Vía David Blanco ha terminado su trabajo. Ya tiene en su poder las fotografías que delatan al marido de una de sus clientas entrando por la recepción acompañado de una mujer.

 

Lleva una década siguiendo a hombres y mujeres infieles; un trabajo muy grato económicamente, pero en el que se descubren historias complicadas de explicar. “Las dobles vidas o las relaciones con amantes con las que han tenido hijos no son infrecuentes”.

 

Cuenta que la crisis le ha hecho perder alguna de las investigaciones ‘por capricho’ pero no le faltan encargos que cubrir. “El cliente actual es mucho más práctico, y lo que antes se hacía sistemáticamente de forma preventiva ahora se hace para constatar sospechas generalmente fundadas”, afirma.

 

 

El dinero no es un obstáculo cuando se trata de resolver asuntos sentimentales. “Nuestra agencia ha registrado uno de los más altos porcentajes de investigaciones por infidelidad de pareja en 2008”, cuenta.

 

Otro detective consultado por El Confidencial -prefiere no desvelar su nombre- cuenta que “cuando surge una sospecha imposible de corroborar por uno mismo, se saca el dinero de donde sea. Si la relación oculta es larga, se pilla al infiel más fácilmente. Puede bastar un sólo día, pero si lo que mantiene son relaciones esporádicas y existe la necesidad urgente de cazarle, puede haber hasta tres personas siguiéndole 12 o 14 horas al día. Nosotros cobramos unos 800 euros por día laborable y 1.100 por cada festivo. El caso más costoso que conozco le salió por cuatro millones de pesetas a la mujer que solicitó nuestros servicios”, confiesa. Por su parte, Blanco afirma que en su agencia “hay asuntos que se han solucionado por 500 euros mientras que otros han superado los 5.000”.

 

 

El grueso de la clientela de los detectives privados es de clase social y económica media-alta, de ambos sexos, y con una edad que ronda entre los 35 y los 55 años. “Suele ser gente ocupada y productiva, sin tiempo suficiente para emplearlo en indagaciones personales y normalmente con intereses que proteger”.

 

Aunque la infidelidad conyugal ya no es causa legal de la disolución del matrimonio, siempre es fuente de beneficio para temas como la custodia de los hijos. “En el caso de litigios no existe un perfil de cliente, ya que son los abogados los que recomiendan nuestros servicios sin distinción de clase, al ser una herramienta eficaz y rentable para conseguir pruebas definitivas para aportar en procesos judiciales”. Además, es la causa perfecta para poner fin a una relación o para confirmar o desmentir las sospechas y poder dormir tranquilos.

 

Con sentido común, experiencia, pericia y destreza en el manejo tecnológico, al detective no le cuesta conseguir resultados. Después de haber ‘solucionado’ cientos de casos, la conclusión a la que ha llegado Blanco es que “la infidelidad es símbolo de debilidad por no poder enfrentarse a los problemas conyugales de frente, y a veces de frustración por tener que buscar estímulos en la negligencia. La actual crisis no influye directamente en la infidelidad, sino que aquel que es infiel vive en una continua crisis”.

 

Si está pensando en contratar uno, basta que sepa que lo menos recomendable es amenazar a la pareja con que lo va a hacer. El infiel se fijará más en quien puede verle y, de sospechar, habría que cambiar de investigador. Más tiempo y más dinero invertido en un negocio que no se prevé que eche el cierre.

Martes. 02:30 A.M. Entrada al Hotel Mediodía. Pillado. El detective privado-criminólogo de la Agencia Gran Vía David Blanco ha terminado su trabajo. Ya tiene en su poder las fotografías que delatan al marido de una de sus clientas entrando por la recepción acompañado de una mujer.