Irini Fournier Vardinoyannis: conferenciante en la ONU, vida en Georgetown y una historia de emprendimiento
Este viernes Nicolás de Grecia se casará con Chrysi Vardinogianni y Vanitatis aprovecha para presentar en exclusiva a su sobrina, Irini Fournier, en la que afirma ser su entrevista más completa hasta la fecha
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Durante la última semana, el teléfono de Irini Fournier no ha parado de sonar. Igual que lo ha hecho en los medios de comunicación su segundo apellido, Vandinoyannis, ya que su tía, Chrysi Vardinogianni, se casará con Nicolás de Grecia este viernes.
Atiende nuestra llamada pensando que le vamos a preguntar simplemente qué tal su semana o si podemos vernos. “Sabes que lo último que haría es hablar de temas ajenos a mí”, afirma al otro lado del teléfono cuando le transmitimos nuestro interés por realizar esta entrevista. “Pero podemos vernos y hablamos de otras cosas”, continúa. Tardamos escasos minutos en salir de casa para dirigirnos a la suya.
Conozco a Irini desde los once años y aún recuerdo la primera vez que la vi. Fue en unas Navidades en casa de su tía. Ella cogió una guitarra y se puso a cantar. Después comenzó a hablarme de cosas que a nuestra edad eran totalmente desconocidas. Al llegar a casa no paré de hacer un montón de preguntas. Tenía la curiosidad y la necesidad de saber lo que Irini había provocado en mí acerca de temas que aún ni en el colegio se hablaban.
Su primer proyecto y su vida en Georgetown
Seis años después de aquel día, Irini estaba subiéndose a un escenario de IFEMA para hablar en la COP25 (Conferencia Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). “Aquella conferencia iba a ser en Chile, pero se traspasó a Madrid por un terremoto. No tenían personas para dar el discurso en Madrid, por eso los organizadores vinieron a nuestro colegio”.
“En clase hacíamos simulaciones de conferencias de la ONU, por ello tenía mucho interés en ver cómo era esa conferencia ecológica”.
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“Mi primer proyecto lo creé durante la pandemia, se llamaba G-Tech”
Tras aquella experiencia, Irini se quedó con la pregunta no paró de repetirse: ¿Cómo vamos a invertir en algo que nos hace perder tanto dinero y que afectará negativamente en la economía ?
“Me di cuenta que el sector público tenía el discurso pero no las soluciones, y que la gente que realmente participaba en el cambio eran los que creaban sus propias empresas. Entonces empecé a pensar que podía hacer para promover esta idea. Y así empezó G-Tech”.
Un proyecto que se creó durante la pandemia para digitalizar startups sostenibles, restaurantes sostenibles… y encontrar nuevas formas de rentabilizarlos.
Cuando tomó la decisión de coger un avión rumbo a Estados Unidos para estudiar en la prestigiosa Universidad de Georgetown tuvo que dejar G-Tech atrás porque todos los proyectos emprendidos se encontraban en España.
“Todo lo que estaba haciendo se lo referí a amigos que tenían empresas de marketing digital. Me fui a Washington con la idea de disfrutar de la vida universitaria y estudiar. Aunque, sin quererlo, cuando llevaba escasas semanas allí volvió a nacer en mí la necesidad de emprender”.
De la cultura del networking a su podcast
Irini comenzó a ir a fiestas pensando que allí haría lo que todos conocemos como networking, pero su curiosidad no se saciaba con las conversaciones que entablaba en los encuentros universitarios nocturnos. Descubrió que, en las universidades americanas, la cultura del networking estaba en las bibliotecas, que tenían varias plantas y alguna destinada a encuentros de estudiantes que se relacionaban entre sí. “En la última planta de la biblioteca de Georgetown había una sala de producción con dos habitaciones insonorizadas y podías alquilar micrófonos y cámaras”.
Una tarde, la compañera de cuarto de Irini le contó que acababa de hacerse editora del periódico de la Universidad y que nadie quería hacer un formato de podcast. Todo el mundo prefería seguir el modelo tradicional de escritura.
“Me dí cuenta que los estudiantes que entrevistaba en mi podcast, una vez se graduaban creaban sus propias empresas y además tenían éxito”
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“Entonces pensé en las historias que me habían contado los estudiantes que iba conociendo en la biblioteca. Era sencillo: tenía que trasladar aquellas conversaciones a la parte de abajo y grabarlas”.
Lo hizo realidad y creó Vértigo, un podcast donde empezó a sentar a estudiantes que, más allá de la carrera, tenían una pasión a la que se dedicaban individualmente todos los días.
“Me di cuenta que el ochenta por ciento de esos estudiantes que entrevisté, a medida que se graduaban, iban creando sus propias empresas y encima les funcionaban bien”. Empecé a investigar si había alumnos emprendedores, es decir, fundadores de alguna empresa propia en la universidad tanto en máster como en las carreras.
Su red de contactos y la curiosidad por conocer otras culturas
“En Georgetown, a las prácticas de tercer año les dan mucha importancia. Entré en Amazon Web Services y, a causa de G-Tech y lo que había hecho con Vértigo, me pusieron en un grupo en el que el objetivo era investigar el ecosistema de los inversores ángel”.
“Un inversor ángel es una sola persona que tiene el capital suficiente para invertir en algo por sí mismo” explica.
Irini se hizo una lista de más de doscientos inversores en toda Europa y empezó a seguirles en Likedin y establecer una gran red de contactos. “Allí me di cuenta que lo que realmente disfrutaba era la investigación y las cosas que hacía por mi misma; el formato de gran empresa no me gustaba”.
Al terminar las prácticas, Irini observó que los fundadores se iban con su equipo al Sudeste Asiático a hacer crecer sus empresas porque el coste de vida allí era mucho más bajo. La curiosidad la movió hasta el punto de posponer un trimestre su siguiente año formativo en Georgetown y viajar a Indonesia con dos compañeros jóvenes que había conocido en sus prácticas.
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De Indonesia a Vietnam, Hong Kong y Dubai
“No paramos de hablar de la importancia de la mentalidad asiática y yo no conocía Asia”. De Madrid partió a Indonesia. “Mis padres no entendían nada”, recuerda entre risas. Irini llegó con sus micrófonos y con ganas de entrevistar y retomar lo que había hecho con Vértigo, pero se encontró con una dificultad: no conocía realmente a nadie. Buscó coworkings cercanos y comenzó a pasearse por ellos. Se dio cuenta de que muchos de los que estaban allí hablaban en francés, idioma que ella maneja a la perfección.
Un día, cogió su teléfono y simuló que estaba manteniendo una conversación. Lo hizo en francés porque sabía que la entenderían.
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“De repente los que estaban alrededor empezaron a observarme. Al colgar, bueno al hacer que colgaba, claro -bromea- se acercaron a preguntarme si era francesa. Allí había muchos emprendedores de Francia que venían a Asia a empezar sus negocios”. A partir de ese día, empezó a conocer a emprendedores allí y acto seguido, a sentarlos frente a los micrófonos de Vértigo.
Al preguntarle sobre alguna anécdota del viaje más allá del trabajo, Irini se transporta a una playa de Bali, a donde fue con unos amigos para ser testigo de cómo el sol se ponía detrás del mar. “Allí pedí el deseo de cantar: desde niña ha sido una pasión y lo echaba de menos” cuenta.
Días después un compañero suyo de clase con el que compartía la pasión por la música le llama para invitarla a Vietnam. “Yo le dije que tenía que hacer por lo menos cuatro entrevistas en los diez días que iba a estar allí y que quería conocer gente interesante”.
Cuando llega, su amigo le dice que tiene organizados encuentros con emprendedores para que haga sus entrevistas y que el resto del tiempo van a tocar música en festivales. “Me dijo tú cantas, yo toco la guitarra. Tengo un amigo francés que toca la batería y un bajista. Cantamos en muchos sitios entre ellos Ho Chi Mi, fue increíble”, relata sobre aquella experiencia.
“Antes de volver a Madrid, fui a Dubai porque al haber estado en la COP25, me invitaron a la COP28 de la ONU que se celebraba allí. Busqué en LinkedIn fundadores en Dubai y Abu Dabi y me di cuenta que tras mi trabajo en Amazon tenía personas en común y comencé a ponerme en contacto con ellos. Así seguí haciendo entrevistas y empecé a seguir este proceso a cada sitio nuevo al que viajaba".
Vértigo, de un podcast a un proyecto de conexiones
Volvió a Georgetown con más veinticinco entrevistas hechas y empezó a ver que la gente estaba hablando de Vértigo. También comenzó a recibir mensajes en LinkedIn de algunos inversores que había agregado durante su etapa en Amazon preguntándole por esos perfiles de emprendedores que entrevistaba. Finalmente, Vértigo se ha transformado en un proyecto que hace de intermediario entre inversores ángel, venture capital ( capital de riesgo) y startups.
Kenia, el lugar que le impulsó
Irini sigue contándome historias y anécdotas sobre todos aquellos emprendedores que entrevistó, lo hace agazapada en el sofá de su casa. “El viaje que me impulsó realmente fue cuando invitaron a mi familia a Kenia”.
Durante una semana, su familia asistiría a conferencias organizadas por del Banco Africano de Desarrollo en Nairobi. Irini no dudó en apuntarse y organizar paralelamente una agenda con fundadores y emprendedores de allí. “Una cosa es tener oportunidades y otra muy distinta es aprovecharlas al máximo”.
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“Allí me relacioné con más de cuarenta fundadores en Kenia. Entrevisté a muchos y además, me comenzaron a contar sus ideas. Grupos de inversión franceses estaban empezando a invertir en África, tanto en inteligencia artificial como en proyectos de desarrollo de infraestructuras, y yo acababa de estar con muchos de ellos en Indonesia. Empecé a ponerles en contacto, al final es lo que hago en Vértigo. Resultó ser una operación exitosa”.
Su infancia y su futuro
Desde que era una niña, a Irina siempre le gustó cantar. De hecho, con siete años sacó un single que fue número uno en Nickelodeon Kids Grecia que se llamaba 'I see music'. El lanzamiento de su canción hizo que sus compañeros le hicieran bullying, por lo que le cogió miedo a cantar.
Ahora, ha vuelto a conectar con su infancia retomando aquel talento: “A través de la música me expreso y me siento segura. Nunca supe cual era mi lugar; me sentía griega porque pasaba mis veranos allí pero luego venía a España y no conectaba con la cultura. Tampoco quiero caer en el discurso victimista, pero los niños a ciertas edades son muy crueles y yo tenía unas inquietudes y personalidad que eran carne de cañón para que se metieran conmigo ”.
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“Pero mira ahora donde estoy, donde estamos. Tú entrevistándome y yo contándote como nunca todo lo que he hecho. En eso estamos ¿no? En encontrar nuestro camino sin miedo y sin importar los prejuicios o el ruido exterior” me dice Irini, en el final de nuestra larga conversación.
Irini ha perdido el vértigo al qué dirán, ha viajado por el mundo, ha conocido grandes historias de superación y emprendimiento y ha vuelto a convertirse en su propia banda sonora a través de una voz angelical que se apagaba intermitentemente por ese miedo. Esta es ella, Irini Fournier Vardinnoyanis. Y aunque destaca por su discreción ha aprovechado esta ocasión para hablar sobre la sostenibilidad, el emprendimiento, el vértigo… Y seguro, dará mucho que hablar.
Durante la última semana, el teléfono de Irini Fournier no ha parado de sonar. Igual que lo ha hecho en los medios de comunicación su segundo apellido, Vandinoyannis, ya que su tía, Chrysi Vardinogianni, se casará con Nicolás de Grecia este viernes.