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Viajamos por los restaurantes más interesantes de Cantabria
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Viajamos por los restaurantes más interesantes de Cantabria

Además de los cinco restaurantes con estrella Michelin, allí conviven restaurantes de buena cocina tradicional con otros de nuevo cuño con propuestas interesantes

Foto: Foto: Turismo de Cantabria
Foto: Turismo de Cantabria

Desde la Ría de Tina Mayor en Occidente, a la frontera con Vizcaya y los montes que la separan de la meseta por el sur, marcan los límites físicos que condicionan su personal fisonomía. Hasta no hace mucho más de cuarenta años, Cantabria vivía casi exclusivamente de la ganadería, el campo y el mar; hasta que un turismo que todo lo invade ha ido permeando, cubriendo y transformando la faz de sus tierras verdes y su costa solitaria, para cubrirla de urbanizaciones y chalets que sin duda han dinamizado la gastronomía.

Decíamos hace unos días que Cantabria no goza del mismo reconocimiento gastronómico que se les concede a sus vecinos de uno y otro lado: Asturianos y vascos. A pesar de ello, Cantabria ha evolucionado su cocina hasta lograr el reconocimiento de la Guía Michelin con cinco estrellas. Hasta hace no mucho tiempo el resto de la cocina de esta provincia se limitaba a restaurantes de cocina tradicional, de estupendos guisos y cocinas caseras, pero sin más adornos ni cuidados que les permitiera incluirse en una categoría de restauración superior. Últimamente han ido apareciendo restaurantes que con una sensibilidad mayor han conseguido ofrecer propuestas muy interesantes.

Si recorremos Cantabria a través de la autopista que la atraviesa desde Vizcaya, hasta salir por Asturias, encontramos los siguientes restaurantes cuya carta y concepto nos parecen muy atractivos

Los Brezos

Rubén Abascal, es un cocinero autodidacta, que forzado por la crisis tuvo que reconvertir una cocina de menú del día en platos de cocina de vanguardia con los que imita los grandes platos de los mejores cocineros de nuestro país. Trampantojos y platos efectistas, en un menú degustación a un precio imbatible de 26 euros. Una propuesta sorprendente en un entorno que no acompaña pero merece la pena.

La Bicicleta

En Hoznayo, en un local de decoración muy lograda, Eduardo y Cris, ofrecen una de las cocinas más conseguidas de Cantabria donde junto a platos de buena cocina casera como los huevos fritos con patatas, conviven con platos de estilo oriental como los makis o el solomillo thai a fish and chips; todos ellos inspiraciones de sus viajes y pescados del día al horno muy interesantes.

La Trainera

En Pedreña, las almejas y las navajas que pescan sus mujeres cuando baja la marea. La Trainera es un restaurante colgado directamente sobre la bahía, con las mejores vistas. Don José, apodado el botas, dueño del restaurante, conserva la misma decoración desde… siempre, incluyendo parafernalia del antiguo régimen y otros recuerdos curiosos alusivos a las traineras y otros deportes de la zona. El asador hace muy buenos bocartes (boquerones) rebozados, un bonito de lujo, tanto encebollado como con tomate. El arroz con almejas es extraordinario y los guisos de la tierra, tanto la marmita (bonito y patata) como el cocido montañés son reconfortantes y sabrosos. Los precios son acordes a la decoración, de hace años.

Casa Lucas

Un restaurante casi perdido en el Valle de Cabuerniga, escondido tras una curva. Un restaurante que lo tiene todo: un entorno de gran belleza, buena cocina y un servicio que se desvive por ser amable. Un comedor acogedor con chimenea para hacer más llevaderos los fríos días de invierno y una estupenda y recogida terraza para los días más templados. Uno de los mejores cocidos montañeses. Muy buenas las verduras y tomates de su propia huerta. Un taco de bonito hecho vuelta y vuelta, y un sorprendente cochinillo confitado o un solomillo de ciervo con setas y foie, como platazos para acabar la comida.

El Mirador de Trasvía

En un apeadero junto a Comillas y con unas espectaculares vistas sobre el Parque Natural de Oyambre, regentado por tres hermanas, hacen estupendos pescados y los tradicionales guisos de olla como el cocido montañes.

El Remedio

Junto a la ermita del pueblo de Ruiloba, una casa sencilla pero elegantemente decorada, ofrece buena cocina de autor a la sombra de la ermita, ocupa una sencilla casa decorada con mucho gusto frente a las rompientes del Cantábrico. Una cocina íntima y de autor que está a la altura de la belleza del paisaje. Se hace una cocina muy correcta que se asoma y adivina tras una gran cristalera que permite seguir las evoluciones del joven chef Samuel Fernández que hace recetas con toques italianos que sin embargo hablan de la zona, del mar y de la montaña. Se selecciona y escoge con gran criterio el producto que utilizan para hacer buenos platos como la ensaladilla rusa con carabineros, buenas anchoas de Santoña con mozzarella de búfala. La cebolla rellena de lechazo de Mayorga es un juego de texturas y uno de sus mejores platos. Buen lomo de bacalao con crema de patata cítrica y cebolleta al romescu. El solomillo con canelón de brie y mostaza de remolacha merece la pena.

Casa Nacho González

Junto al río Saja y al pie de la carretera, encontramos una casona montañesa de piedra. Una carta corta pero de platos buenos. Rabas de magano, bien fritas y muy ricas, alcachofas con queso muy suave, rebozadas y fritas. Unos mejillones frescos y grandes, con una salsa irresistible, de esas que te obligan a utilizar una barra de pan para acabar con ella. Un cocido montañés, hecho con legumbre muy pequeña, muy fina y rica, a la que aparte se acompaña de un contundente compango a base de morcilla, chorizo, magro y costilla, buenas y limpias de grasa. Muy buenas también las alubias rojas de Mazcuerra, un guiso que raya a gran altura y al mismo nivel que el cocido.

Desde la Ría de Tina Mayor en Occidente, a la frontera con Vizcaya y los montes que la separan de la meseta por el sur, marcan los límites físicos que condicionan su personal fisonomía. Hasta no hace mucho más de cuarenta años, Cantabria vivía casi exclusivamente de la ganadería, el campo y el mar; hasta que un turismo que todo lo invade ha ido permeando, cubriendo y transformando la faz de sus tierras verdes y su costa solitaria, para cubrirla de urbanizaciones y chalets que sin duda han dinamizado la gastronomía.

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