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Carolina de Mónaco y Paco Clavel, novios de fin de semana
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Carolina de Mónaco y Paco Clavel, novios de fin de semana

Lo de menos eran las 12.000 rosas y sus respectivos capullos o los 5.000 claveles reventones o los cuadros prestados por Almodóvar que componían la estética

Foto: Carolina de Mónaco y Paco Clavel, novios de fin de semana
Carolina de Mónaco y Paco Clavel, novios de fin de semana

Lo de menos eran las 12.000 rosas y sus respectivos capullos o los 5.000 claveles reventones o los cuadros prestados por Almodóvar que componían la estética del Baile de la Rosa de este año. El homenaje a la ‘Movida Madrileña’ dejó a los invitados de toda la vida tan sorprendidos como el rey al ver su correspondencia privada publicada en el libro de García Abad. Desconocían por completo el concepto ‘movida’ en su acepción general y particular. A lo más que llegaban era a ubicar a Pedroooo adosado al grito de Penélope Cruz en su calidad de director oscarizado.

Hasta ahí llegaban, ignorando la etapa más loca como pareja de MacNamara y, por supuesto, no colocaban identidad al resto de los componentes que formaban el afiche anunciador tal que Alaska, su marido Mario Vaquerizo o la espectacular Bibiana.

A diferencia de otras ediciones en que todo es previsible, con la foto familiar de monseñor Alberto II escoltado por sus hermanas, la novia/nadadora, la tía Antoniette y detrás -casi siempre- los jóvenes Grimaldi con ese gesto de “jo, mamá a ver cuándo se acaba esto”, esta vez las sorpresas se sucedían. Almodóvar y sus compinches supieron darle a la noche ese toque ‘caviar manchego doméstico’. Los megaricos del ladrillo y el petróleo lo pasaron de miedo y encantados porque los setecientos y pico euros que costaba la cena y el bailongo los encontraron justificados.

A las cuatro de la mañana continuaban las viejas glorias y los carolinos juveniles apostando por la mágica noche. Tanto es así que están por repetir. Como curiosidad, señalar que Estefanía, tan modernilla ella, prefirió pasar del baile organizado por su hermana. La relación parece que continúa en el mismo punto de encuentro en el que Dostoievski colocó a los Karamazov. De ahí que la menor de la casa dejara su sillón vacante.

Pero quizá, de todos los personajes que acudieron al principado, el que realmente cautivó a Carolina fue Paco Clavel. Ya en el primer encuentro con la Princesa de Hannover hubo química. La anfitriona se quedó impactada con su look a base de pantalones de tigre, camiseta con un sujetador cosido, trenzas con gomas multicolor… Se miraron, se saludaron y Paco le entregó el regalito que llevaba preparado: una bolsita de seda (de los chinos) que contenía un CD con varios temas dedicados a ella, desde la canción que escribió Moncho Alpuente hasta el Sweet Caroline de Neil Diamond. A partir de ahí, cada vez que la princesa acudía a los ensayos y no lo veía preguntaba: “¿Dónde está mi novio (boyfriend) Paco?”. Se hicieron muchas fotos y cuando el artista le explicó que coleccionaba dibujos realizados por personajes conocidos, la primera dama le pintó un muñequito y debajo su rúbrica “Love Caroline”.

El artista llegó el jueves en un vuelo regular Madrid-Niza. Como VIP que era le esperaba un vehículo que le trasladó hasta el hotel Montecarlo Bay. Según Paco, “todo muy bonito, muy limpio, muy de lujo pero del tipo maripuri high society con árboles depilados, perritos con la misma cara que sus dueñas y ambiente de nuevo rico. La habitación amplia, llenos de detallitos pijos, pero en cambio no había peine en el baño. Todo muy artificial, como si fuera una ‘peli’ de amor y lujo cursilona”.

Para la princesa, en cambio, todo son halagos salvo su adicción a la nicotina: “parecía una chimenea. Encendía un pitillo con otro”. Con Hannover también conectó. “Le sorprendía mi atuendo y cada vez que nos encontrábamos me daba abrazos. Al menos con nosotros y esos días los dos fueron muy afectuosos. A los hijos sólo los vi de refilón. Había mucha gente en la pista de baile y era complicado distinguirlos. Me lo pasé realmente bien”, dice Paco Clavel con su ironía habitual. Me informa que “estoy por aceptar la oferta de Carolina e instalarme en el palacio”.

Lo de menos eran las 12.000 rosas y sus respectivos capullos o los 5.000 claveles reventones o los cuadros prestados por Almodóvar que componían la estética del Baile de la Rosa de este año. El homenaje a la ‘Movida Madrileña’ dejó a los invitados de toda la vida tan sorprendidos como el rey al ver su correspondencia privada publicada en el libro de García Abad. Desconocían por completo el concepto ‘movida’ en su acepción general y particular. A lo más que llegaban era a ubicar a Pedroooo adosado al grito de Penélope Cruz en su calidad de director oscarizado.