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El abuelo escondido de Leonor: la princesa también renuncia a la herencia de Juan Carlos
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FAMILIA REAL ESPAÑOLA

El abuelo escondido de Leonor: la princesa también renuncia a la herencia de Juan Carlos

Si ya hace dos años, en el 40º aniversario de la Constitución, la heredera de la Corona era para el emérito una figurita lejana, hoy debe resultarle una auténtica desconocida

Foto: La princesa Leonor y su abuelo, en la última imagen pública que se tiene de ellos. (LP)
La princesa Leonor y su abuelo, en la última imagen pública que se tiene de ellos. (LP)

La última vez que el rey Juan Carlos se fotografió con su nieta, la Princesa de Asturias, llevaba el mismo vestidito a cuadros grises que su hermana, la infanta Sofía, bajo una idéntica capita azul. En otras palabras, doña Leonor era aún una niña. Más parecida, desde luego, a la pequeña que cuatro años antes, en 2014, durante su tambaleante ceremonia de abdicación, le sentó sin querer sobre el sillón con el empuje de un simple beso, que a la adolescente que, hace dos meses, se subía a sus primeros tacones en su última reaparición institucional en Asturias. Si ya por entonces, en el 40º aniversario de la Constitución, celebrada el 6 de diciembre de 2018, la heredera de la Corona era para el emérito una figurita lejana, hoy debe resultarle una auténtica desconocida.

El 2018 había logrado ser, puntualmente y por los pelos, el año de la rehabilitación institucional del padre del Rey. Arrancó en enero, con aquella otra foto de familia en Zarzuela con motivo de su 80 cumpleaños. Luego, aquel 40º aniversario de diciembre sirvió para que la clase política -ya con el germen de la reconquista republicana en los escaños- reconociera su título de ‘rey de la democracia’ y enmendara el error de su ausencia del año anterior en el hemiciclo, con ocasión del aniversario de las primeras elecciones de 1977. Ahí queda para la historia el encuentro, en primera fila, de don Juan Carlos y doña Sofía con los expresidentes del Gobierno y los padres de la Constitución aún vivos. Durante la ceremonia, el rey Felipe mandó un wasap a su padre en el que le trasladó su particular emoción por el logro, al fin, del reconocimiento a su figura. Pero las alegres fotos de familia que dejó aquella ceremonia tampoco lograron disimular lo circunstancial de la coincidencia entre nieta y abuelo. De hecho, aquella fue la última circunstancia...

placeholder Los Reyes eméritos, durante el acto de la Constitución. (EFE)
Los Reyes eméritos, durante el acto de la Constitución. (EFE)

Porque con 2019 se sucederían todos los males posibles sobre el eslabón dinástico de la Corona. En febrero, Felipe VI tuvo noticia por carta del pretendido chantaje de Corinna a la mismísima Casa del Rey, y el notario, acto seguido, dio fe de su renuncia a la herencia del padre, “cuyo origen pueda no estar en consonancia con la legalidad” (ahí es nada). Y si bien este gesto crucial no fue comunicado a la opinión pública hasta 2020, en pleno shock pandémico (craso error) -y forzado por las propias noticias en prensa-, la Casa ya había extendido aquel año un discreto cordón sanitario que acabaría con la definitiva retirada del emérito de la actividad pública, en el mes de junio.

A ojos de Zarzuela, el futuro de la monarquía, esto es, Leonor, había de huir de ese nuevo elemento contaminante: nada menos que de su propio fundador. A toro pasado, poco sorprende que en su sonado discurso de estreno como Princesa de Asturias, en octubre de 2019, doña Leonor mentara con cariño a la reina Sofía y ‘olvidara’ a su abuelo, el rey Juan Carlos. Y es que en palacio nadie da puntada sin hilo...Tampoco cuando el pasado verano, aun a regañadientes, acordó con el Gobierno un exilio forzoso que a día de hoy mantiene al emérito alejado y escondido a los españoles.

placeholder Leonor, saludando a su abuelo en la entrega del Toisón. (EFE)
Leonor, saludando a su abuelo en la entrega del Toisón. (EFE)

Obviar el pasado es un recurso recurrente en las monarquías. Renegar de él es mucho más complicado. Justamente cuando Juan Carlos triunfaba en España como el primer rey reinstaurado de la Europa democrática de posguerra, el príncipe Bernardo, consorte de la reina Juliana de Holanda, protagonizaba en 1976 uno de los escándalos más sonados de la historia coronada por el cobro de comisiones (740.000 dólares), en la venta de varios aviones de combate de la Lockheed Corporation, al Gobierno de su país. El Estado holandés dejó prescribir los delitos y cuatro años después, casualmente, la soberana abdicaba en Beatriz, la otrora reina de Holanda.

El rey Juan Carlos está aún bien lejos de ser siquiera investigado por la justicia española. Esa es la verdad. Pero si esto ocurriera, si la Fiscalía concluyera al fin sus copiosos trabajos y el Supremo aceptara encausar por algún presunto delito de corrupción al padre del monarca, nadie podrá decir que Leonor aprendió de la vida y de las cosas de España sentada en sus rodillas. Para bien o para mal -ya se verá-, eso también supone una renuncia a la herencia.

placeholder Juan Carlos, junto a Letizia y una pequeña Leonor. (Getty)
Juan Carlos, junto a Letizia y una pequeña Leonor. (Getty)

La última vez que el rey Juan Carlos se fotografió con su nieta, la Princesa de Asturias, llevaba el mismo vestidito a cuadros grises que su hermana, la infanta Sofía, bajo una idéntica capita azul. En otras palabras, doña Leonor era aún una niña. Más parecida, desde luego, a la pequeña que cuatro años antes, en 2014, durante su tambaleante ceremonia de abdicación, le sentó sin querer sobre el sillón con el empuje de un simple beso, que a la adolescente que, hace dos meses, se subía a sus primeros tacones en su última reaparición institucional en Asturias. Si ya por entonces, en el 40º aniversario de la Constitución, celebrada el 6 de diciembre de 2018, la heredera de la Corona era para el emérito una figurita lejana, hoy debe resultarle una auténtica desconocida.

El 2018 había logrado ser, puntualmente y por los pelos, el año de la rehabilitación institucional del padre del Rey. Arrancó en enero, con aquella otra foto de familia en Zarzuela con motivo de su 80 cumpleaños. Luego, aquel 40º aniversario de diciembre sirvió para que la clase política -ya con el germen de la reconquista republicana en los escaños- reconociera su título de ‘rey de la democracia’ y enmendara el error de su ausencia del año anterior en el hemiciclo, con ocasión del aniversario de las primeras elecciones de 1977. Ahí queda para la historia el encuentro, en primera fila, de don Juan Carlos y doña Sofía con los expresidentes del Gobierno y los padres de la Constitución aún vivos. Durante la ceremonia, el rey Felipe mandó un wasap a su padre en el que le trasladó su particular emoción por el logro, al fin, del reconocimiento a su figura. Pero las alegres fotos de familia que dejó aquella ceremonia tampoco lograron disimular lo circunstancial de la coincidencia entre nieta y abuelo. De hecho, aquella fue la última circunstancia...

Rey Don Juan Carlos