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Ortega Cano ruega clemencia
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Ortega Cano ruega clemencia

Veintidós días han sido necesarios para que el diestro José Ortega Cano haya salido de su aislamiento elegido, en el que el silencio y las ausencias

Foto: Una imagen de archivo del torero (I. C)
Una imagen de archivo del torero (I. C)

Veintidós días han sido necesarios para que el diestro José Ortega Cano haya salido de su aislamiento elegido, en el que el silencio y las ausencias han sido sus cómplices, y haya estallado en un grito sonoro. Pero una vez más, el viudo de la Más Grande, ha vuelto a confundir el tiro al rogar clemencia a unos medios que no son los culpables de sus males, sino los meros transmisores de la dramática situación en la que se ha convertido su vida.

De nuevo el diestro, frente al huracán mediático, no ha sabido o no ha querido lidiar el toro de la prensa y se ha refugiado en el papel de víctima, que como padre probablemente es, pero donde se ha visto abocado no por quienes informan, sino por aquellos que protagonizan escenas dignas de culebrón y que no son otros que sus propios familiares.

El pasado viernes, Ortega Cano entraba por teléfono en el programa Sálvame y volvía a repetir una frase que ya empleó años atrás, cuando su familia recorría los platós de televisión dando grandesnoches de gloria. “Váis a acabar con mi vida”, pronunciaba el diestro en un grito de dolor, en el que rogaba silenciar las miserias más íntimas y las canalladas mas públicas.

Sin embargo, y como ocurriese años atrás, de lo que no es consciente aquel que en su día salió por la puerta grande, es que han sido precisamente ellos los que nos han acreditado para acudir a este festín de la confusión, donde la barra libre la sirve un hijo díscolo que ha sacado jugo de la prensa, mientras suena la orquesta dirigida por sobrinos, ex novias, cuñadas afligidas y demás simpatizantes de la causa.

Lejos de aclarar y despejar dudas, el torero volvió a errar y a disparar contra quienes cuentan pormenores de la detención y reclusión carcelaria de un niño que se hizo mayor coqueteando con los medios de comunicación, hablando de unos hechos que por mucho que algunos intenten disimular, incluido su propio padre, van más allá de las pequeñas travesuras.

Si de algo es víctima el diestro es del precio que a la larga se paga por tener a unos parientes que por un puñado de parné vendieron la carne al mejor postor. Pero él, que nunca tuvo valor para acallar a los suyos, intenta tapar la boca de los que desde el otro lado informan, amenazando con demandas y amparándose en una justicia en la que solamente cree cuando es para ajusticiar a otros.

La vida de Ortega no está al borde del abismo por lo que los medios de comunicación cuenten, sino por lo que ellos mismos, sus familiares, viven y en muchas ocasiones narran en la galería mediática. “Pido que dejen a la justicia que dejen a los jueces y que dejen en paz a Ortega Cano de una vez por todas” decía en torero. Pues eso maestro, que la justicia actúe y juzgue a unos por hacer y a otros por informar.

Veintidós días han sido necesarios para que el diestro José Ortega Cano haya salido de su aislamiento elegido, en el que el silencio y las ausencias han sido sus cómplices, y haya estallado en un grito sonoro. Pero una vez más, el viudo de la Más Grande, ha vuelto a confundir el tiro al rogar clemencia a unos medios que no son los culpables de sus males, sino los meros transmisores de la dramática situación en la que se ha convertido su vida.

Familia Jueces