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La Navidad más auténtica ilumina Budapest
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La Navidad más auténtica ilumina Budapest

Son las cinco de la tarde en la plaza Vörösmarty de Budapest. Hace rato que ha caído el sol y en uno de los balcones del

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La Navidad más auténtica ilumina Budapest

Son las cinco de la tarde en la plaza Vörösmarty de Budapest. Hace rato que ha caído el sol y en uno de los balcones del centenario Café Gerbeaud suena la melodía del Adeste Fideles interpretada por un grupo de músicos de viento. Al poco, desde una de las ventanas marcadas con un calendario de Adviento de tamaño colosal, se despliega un cuadro de arte contemporáneo. Es la hora punta en la Feria Navideña de la capital húngara, un evento que celebra este año su primera década convirtiendo la principal zona comercial de la ciudad en un oasis para los amantes de las experiencias auténticas.

 

Un saxofonista callejero hace sonar su instrumento en el centro de la plaza mientras cientos de personas curiosean entre los puestos de madera buscando algún regalo original para la familia o decoraciones para el árbol de Navidad. Aquí no hay espacio para los objetos fabricados en cadena, aunque las grandes tiendas de moda que se pueden encontrar en las calles comerciales de las principales ciudades occidentales estén a la vuelta de la esquina. En la Feria Navideña de Budapest hay artesanos que reciclan vidrio, alfareros, herreros que trabajan la forja ante el asombrado público, apicultores y otros oficios que pueden parecer muy lejanos a cualquier urbanita, pero que aquí adquieren un nuevo esplendor.

 

Las posibilidades de compras en Vörösmarty van desde los adornos navideños hasta los regalos más originales para mayores y pequeños. Velas de todos los colores imaginados y galletas de miel con formas alegóricas para colgar en el árbol se despliegan ordenadamente en los mostradores junto a los aromáticos beiglis (bizcochos tradicionales de estas fechas) y una multitud de trabajos cerámicos y en cristal, desde tazas de colores con alegres topos blancos hasta enrevesadas botellas de vino, y laboriosos juguetes hechos de madera. La escasa apreciación del florín con respecto a la moneda común europea convierten a muchos de estos objetos, además, en auténticas gangas a ojos de los inflacionados precios de la zona euro.

 

En la plaza, que cuenta con la estación terminal del primer transporte suburbano que entró en funcionamiento en todo el continente, la mezcla de olores embriaga al viajero. El aroma de las salchichas recién asadas se mezcla con el del pan horneado en un tradicional Tök y el del vino caliente especiado, que borra de las manos y la mente la gélida sensación del otoño tardío centroeuropeo. Sentados en mesas de madera, los budapestinos disfrutan jugando al ajedrez mientras dan buena cuenta de estos y otros manjares tan sabrosos como sencillos y descansan entre compra y compra.

 

Los temerosos de las comidas callejeras sólo tienen que dar la vuelta a la esquina: en el lateral del edificio del Gerbeaud se encuentra el restaurante Onyx, que tras un año abierto se ha convertido en un must de la ciudad del Danubio y sueña con que su evolución de la cocina tradicional húngara le sirva como pasaporte hacia la primera estrella Michelín. Atrévase a probar el Hungarian Evolution Menu y los vinos nacionales seleccionados por el sumiller: con una relación calidad-precio increíble, asegura una auténtica experiencia gourmet sin dejarnos todo el contenido de nuestra bolsa de viaje.

 

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Son las cinco de la tarde en la plaza Vörösmarty de Budapest. Hace rato que ha caído el sol y en uno de los balcones del centenario Café Gerbeaud suena la melodía del Adeste Fideles interpretada por un grupo de músicos de viento. Al poco, desde una de las ventanas marcadas con un calendario de Adviento de tamaño colosal, se despliega un cuadro de arte contemporáneo. Es la hora punta en la Feria Navideña de la capital húngara, un evento que celebra este año su primera década convirtiendo la principal zona comercial de la ciudad en un oasis para los amantes de las experiencias auténticas.