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Probamos las bondades del patinaje sin el riesgo de rompernos una pierna
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Probamos las bondades del patinaje sin el riesgo de rompernos una pierna

Pruebo una clase de core glide, que aúna las bondades del patinaje con una sesión de abdominales. Es la experiencia de una patinadora que teme a los patines.

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Nunca fui una de esas niñas que aman el deporte. De hecho, hasta los 10 años no conseguí manejar la bicicleta sin ruedín, por lo que patinar nunca entró en mis planes. Al menos, no de pequeña. Al cumplir la mayoría de edad, todo cambió.Entonces, me pareció el ejercicio más maravilloso del mundo, pero el miedo a romperme algún huesecito hizo que me negara a probarlo. Hoy, con casi 30 años, me parece impensable plantarme en el Retiro, sin vergüenza alguna, y caerme al suelo desde unos patines.

Tampoco me apetece aparecer en la oficina escayolada y tener que contar que ha sido fruto del intento de superar un miedo de la infancia.Los beneficios del patinaje hicieron que me arrepintiera de no haber sido una pequeña patinadora: tonificapiernas y glúteos, quema300 calorías en media hora de ejercicio moderado, daña las articulaciones un 50% menos que el running y modela cintura y abdomen. Al ver que en Boutique Gym tenían clases de core glide, que incorpora movimientos procedentes del patinaje, pero sin los riesgos asociados, no lo dudé ni un segundo: tenía que probarlo.

En esta clase, trabajas con tu propio cuerpo sobre una superficie deslizante. Es un ejercicio integral que trabaja todo el cuerpo y pone el énfasis sobre piernas y abdomen, ya que se centra enla estabilidad del core. Nace de la transferencia del empuje de deslizamiento del patinaje.

Lorena Cruz Higueras, la monitora,propone diversos ejercicios en los que siento que estoy patinando, pero sin el miedo que sentiría si de verdad lo estuviera haciendo.Mientras deslizamos una pierna, la otra ejerce de apoyo, por lo que trabajamos con fuerza la musculatura. Al mismo tiempo, movemos los brazos como su estuviéramos patinando, por lo que también los tonificamos.Me encantan los entrenamientos que se centran en el tren inferior, por lo que disfruto muchísimo de la primera parte de la clase, en la que hacemos diversas series de cada ejercicio.

Si no estáis acostumbradas a trabajar las piernas, os aviso, queridas lectoras primerizas: al día siguiente, las agujetas os harán una curiosa visita.Para trabajar brazos, hombros y abdomen, nos arrodillamos sobre la esterilla y deslizamos las manos hacia delante mientras bajamos el cuerpo. Las volvemos a deslizar hastala posición original elevandoel cuerpo. Es realmente agotador, incluso más que las clásicas flexiones.

Tras la sesión gliding, nos centramos en el abdomen. Soy una apasionada de los abdominales (soy consciente de que esta afirmación despierta escalofríos), así que Lorena me propone una sesión intensa, con pausas mínimas y ejercicios realmente efectivos. Dividimos el resto de la clase y diferenciamos entre abdominales superiores, inferiores y oblicuos. Finalizamos con planchas.

Salíencantada de la clase. La magia de la mopa a modo de disco deslizante es que involucra los músculos de tal forma que los elonga y fortalece. Me parecióuna disciplina perfecta para esculpir y definir piernas y tonificar los abductores y losaductores, y trabajar la cadera.

Nunca fui una de esas niñas que aman el deporte. De hecho, hasta los 10 años no conseguí manejar la bicicleta sin ruedín, por lo que patinar nunca entró en mis planes. Al menos, no de pequeña. Al cumplir la mayoría de edad, todo cambió.Entonces, me pareció el ejercicio más maravilloso del mundo, pero el miedo a romperme algún huesecito hizo que me negara a probarlo. Hoy, con casi 30 años, me parece impensable plantarme en el Retiro, sin vergüenza alguna, y caerme al suelo desde unos patines.

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