Alvarno y la búsqueda de la pasión, el regreso de Roberto Verino y las divas de Jorge Vázquez

La Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid se levanta tarde cada mañana. Se despereza poco a poco, entre otras cosas, porque acaba a las tantas y, ya se sabe, la gente fashion no madruga. La espera entre desfile y desfile se distrae observando varios tipos de paseante por la moqueta de Ifema. ¿Cómo distinguirlos? Es fácil. Las/los redactores de moda que llevan años en el oficio básicamente visten de negro, gris y alrededores. Básicos pero con un toque de estilista ‘french’ –o al menos se intenta–, que parece fácil pero que lleva años perfeccionar. Cuanto más jóvenes, más coloridas. Estos últimos son los que se hacen selfies, pero menos, muchos menos, que blogueros/as, influencers y aspirantes a ello.

El caso es que, tras el primer desfile de la mañana, el de María Escoté, con sus aires entre folclóricos y sesenteros, le llega el turno a Alvarno, el dúo creativo formado por Arnaud Maillard y Álvaro Castejón. Los clones de 'Star Wars' reciben al personal a pie de pasarela, mientras que el 'front row', los invitados y la prensa van tomando asiento, despacio, es verdad. Y, por fin, comienzan los primeros compases de la música de Alex del Toro. “Una nueva línea que supone la evolución de un estilo […], pero siempre respetando la tradición y el 'savoir faire' norma de la casa”, aseguran. Siempre con la intención de ser fieles a su espíritu de costura, a los tejidos nobles, como el crepé y el jacquard estampado, a las siluetas elegantes y sofisticadas, a las pieles y a la búsqueda de nuevas sensaciones, fronteras y cruces de esencias. El resultado es un desfile ecléctico, con toques de 'animal print', bordados, drapeados y flecos de colores, un cóctel que cruza fronteras y que se inspira en la investigación de la textura y la forma. Y todo gracias a prendas espectaculares como los abrigos capa envolventes y con volumen, las blusas sofisticadas, los vestidos vaporosos y la introducción del lenguaje urbano gracias a pantalones cargo o cinturones de cuero. Y un par de parkas espectaculares, todo hay que decirlo. Una búsqueda apasionada para el próximo otoño-invierno 18/19.

Si algo despierta Roberto Verino es cariño, un calor que se deja sentir a ambos lados de la pasarela, en lo que se ha convertido en el otro gran regreso de esta edición. Un viaje a la esperada y deseada primavera 2018, que nos espera en un par de meses vista. ¿La inspiración? La isla de Lanzarote y la obra del arquitecto César Manrique, en la que se inspira la colección de Roberto. Un homenaje a la belleza de la isla canaria en una colección que deja sentir todo el bagaje y la tradición de Verino en su más pura esencia. En primer plano, la sencillez gracias a los popelines de camisas blancas y el denim azul cielo, que se dejan ver en camisas, trajes de chaqueta, faldas y vestidos que huelen a mar y a verano. Los brocados clásicos e inconfundibles que siempre hemos asociado a la firma también estaban presentes en vestidos y pantalones. Eso sí, el pantone también se abre a los tonos tierra, el naranja teja o el negro en su versión más nocturna. Vestidos y faldas pañuelo, bermudas en algún que otro traje de chaqueta para él y para ella, y los peces de Manrique convertidos en estampado sobre vestidos y faldas, o bordados con aplicaciones sobre camisas y camisetas. Una isla para soñar.

Sin duda, el desfile estrella del día ha sido el de Jorge Vázquez, para el que más de media hora antes de la apertura de puertas ya había una multitud esperando para entrar, algo que en esta edición aún no habíamos presenciado. Semejante gentío retrasó el inicio del desfile, pero mereció la espera por la fuerza desbordante de la colección Dinasty propuesta por el creador para el próximo otoño-invierno. ¿La inspiración? La mítica serie de los 80 'Dinastía' y sus mujeres poderosas, de Joan Collins a Linda Evans, como iconos de la década estrella de este 'revival' sobre la pasarela. La puesta en escena era un espectáculo en sí misma, con esos sofás rosa chicle en el centro de la pasarela que anunciaban lo que estaba por suceder, como si fuera el hall de un hotel. Los colores rotundos y vibrantes, del rosa fucsia al turquesa, el rojo, el mostaza o el oro se sumaban a la fuerza de los estampados en versión floral, animal print con lentejuelas, paisley, plumas y flecos de cristal. El exceso es la norma, la sofisticación domina los tejidos, como en todas sus colecciones. El contrapunto estaba en los accesorios, plenamente ochenteros, que se traducen en pendientes XL, aros de perlas y guantes de piel en colores vibrantes. Y las colaboraciones, a la altura, gracias a los bolsos de lujo de la argentina Solantu, a base de pieles exóticas como el cocodrilo, y el mobiliario de Gastón y Daniela. Las divas han llegado para quedarse y prometen pisar muchas alfombras rojas.

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